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Democratización de los medios
La demanda no es nueva, pero adquirió un empuje que no había tenido a partir de los abusos de algunos medios de comunicación en la cobertura de la protesta de los estudiantes de la Ibero contra Enrique Peña Nieto. Como respuesta a las primeras movilizaciones, el equipo de Peña Nieto lanzó el Manifiesto por una Presidencia Democrática y, por segunda ocasión, erró.
Por Lado B @ladobemx
29 de mayo, 2012
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Roberto Alonso*

La demanda no es nueva, pero adquirió un empuje que no había tenido a partir de los abusos de algunos medios de comunicación en la cobertura de la protesta de los estudiantes de la Ibero contra Enrique Peña Nieto. Como respuesta a las primeras movilizaciones, el equipo de Peña Nieto lanzó el Manifiesto por una Presidencia Democrática y, por segunda ocasión, erró.

El decálogo con el que el candidato del PRI y del PVEM quiso enderezarse le resultó contraproducente con el medio universitario. Salvo algunas propuestas, lo expresado allí son derechos constitucionales que ningún gobernante debería ofrecer como “generosa” concesión toda vez que se tienen ganados con o a pesar de su voluntad. Por otra parte, cualquier revisión de su trayectoria en el Estado de México y de la forma de gobernar que ha caracterizado a su partido contradice la versión de un nuevo estilo de gobierno. Presentarse, entonces, con piel de cordero es, de nueva cuenta, insultar la inteligencia.

Adicionalmente, en su intento fallido de reivindicación el candidato tuvo la oportunidad y la dejó pasar, quizás era demasiado. Pese a que la cruzada por la introducción de principios democráticos en los medios de comunicación comenzaba a tomar forma, Peña Nieto no se pronunció al respecto en su manifiesto. En tanto, el movimiento Yo Soy 132 adoptó este reclamo como eje vertebral.

“Yo Soy 132 hace del derecho a la información y del derecho a la libertad de expresión sus principales demandas (…) En esencia, nuestro movimiento busca la democratización de los medios de comunicación, con el fin de garantizar información transparente, plural e imparcial para fomentar una conciencia y pensamiento críticos”, se leyó en el pliego petitorio que los estudiantes universitarios dieron a conocer el pasado 23 de mayo en la Estela de Luz.

Esta es acaso la playa más visible para el movimiento Yo Soy 132: competencia en la televisión, acceso a Internet como derecho constitucional, códigos de ética en todos los medios de comunicación, concursos en medios públicos para producciones universitarias, seguridad para los periodistas, y discusión abierta en los medios sobre estos planteamientos. De manera inmediata, se formuló como petición la transmisión en cadena nacional del segundo debate entre los candidatos a la Presidencia de la República.

Es, diría Roberto Zamarripa, la confluencia entre dos fenómenos que se cruzaron en esta campaña electoral, desacomodando los guiones que tenían armados los aspirantes presidenciales: un hondo malestar cultural y una abierta fractura política. La clase política, y mediática, ha despreciado de tal modo a las audiencias que creía cautivas que éstas se rebelaron. Bajo estas coordenadas es fácil entender la réplica de Televisa y TV Azteca con la transmisión del debate en su principales canales, como nunca había sucedido.

Quienes llevan décadas insistiendo en una reforma democrática de los medios de comunicación han tratado de incidir en diferentes coyunturas para estimular este pendiente y, en los últimos años, promover la aprobación de una nueva ley de medios que rompa con las prácticas monopólicas que existen en la radio y la televisión. Hoy el desafío es más amplio y rebasa el campo de acción en el que una ley de esta naturaleza puede intervenir, pero si se pretende eliminar la concentración un nuevo marco jurídico para la radiodifusión es urgente y debe llegar pronto.

Más que por la autorregulación y los compromisos éticos, la democratización de los medios es un asunto que debe pasar por las leyes y su cumplimiento. No obstante, la inmunidad que estos han tenido durante años y su consecuente mutación en poderes fácticos han desembocado en prácticas laterales perniciosas para la democracia, tales como el uso opaco y arbitrario de la publicidad oficial, el retraso de la digitalización, el desdén hacia los derechos de las audiencias, escasos compromisos laborales y de protección con los periodistas, ataques a las reformas e instituciones que atentan contra sus intereses, y la creación de telebancadas en el Congreso de la Unión.

El movimiento Yo Soy 132 no alcanza todavía a visualizar estas deformidades y tal vez no lo haga, eso dependerá de los acuerdos a los que llegue. Sin embargo, sí están en la mira de la recién constituida Coalición Ciudadana Democracia y Medios, respaldada por cientos de organizaciones y ciudadanos por iniciativa de la Asociación Mexicana de Derecho a la Información (AMEDI). El pasado lunes, a través de un desplegado la coalición emplazó a la candidata y a los candidatos a Los Pinos a definirse en relación con un fenómeno que aunque quiere ser impuesto como democracia en realidad es telecracia.

La posición de Josefina Vázquez Mota, Andrés Manuel López Obrador, Enrique Peña Nieto y Gabriel Quadri de la Torre en torno a las siete preguntas expuestas en el desplegado dirá mucho más de ellos que lo que hasta ahora han mostrado.

Después de todo, es evidente que una transición democrática plena requiere que se democraticen también los medios de comunicación, aquellos espacios en donde tiene cabida la deliberación pública. Mucho puede perder la sociedad entera si, como pregonó Guillermo O´Donell, se confunde el ladrillo de la alternancia con la casa de la democracia.

*@rialonso es secretario del Capítulo Puebla de la Asociación Mexicana de Derecho a la Información (AMEDI). Comunicólogo de formación, maestrante en Políticas Públicas y apasionado del derecho de la información y del periodismo. Participa en el Nodo de Transparencia, Acceso a la Información Pública y Rendición de Cuentas de Actívate por Puebla.

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