Lado B
Subterráneos de Andrés Acosta
La literatura juvenil e infantil pasa generalmente inadvertida en los suplementos culturales, reseñas y medios impresos en general. Hay ferias del libro enfocadas en el público joven pero su oferta se concentra principalmente en traducciones de autores extranjeros.
Por Lado B @ladobemx
15 de marzo, 2012
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Alejandro Badillo

La literatura juvenil e infantil pasa generalmente inadvertida en los suplementos culturales, reseñas y medios impresos en general. Hay ferias del libro enfocadas en el público joven pero su oferta se concentra principalmente en traducciones de autores extranjeros. El caso más representativo de literatura juvenil que ha gozado un éxito mediático son las sagas de Harry Potter de J.K. Rowling y Crepúsculo de Stephenie Meyer. Sin tomar en cuenta que la crítica no considera “gran literatura” a estos dos fenómenos editoriales y cinematográficos, los libros han conectado con el público adolescente mexicano que, inmerso en la globalización y el intercambio inmediato de información, se identifica con los héroes de estas historias y agota las ediciones de cada nueva entrega.

Ediciones SM Colección Gran Angular, 1era edición 2011.

En este contexto muchos autores mexicanos han optado por ignorar la literatura juvenil e infantil y han dejado espacio libre para que otros lleguen y encandilen a generaciones de lectores. Sin embargo, algunas editoriales han logrado atraer a escritores nacionales para que experimenten con este sector y, así, muy lentamente, las estanterías tienen una presencia creciente de libros escritos en México para niños y jóvenes. Puedo citar los casos de Juan Villoro o Luigi Amara aunque uno de los autores que ha tenido más éxito y que ha incursionado con más frecuencia en este sector es Francisco Hinojosa cuyo libro La peor señora del mundo ha logrado tender puentes con las recientes generaciones.

Subterráneos de Andrés Acosta (Chilpancingo, 1964) se une a este esfuerzo por rescatar la literatura juvenil hecha por autores mexicanos. Si temas asociados tradicionalmente con la niñez y juventud como la construcción de la identidad o los ritos de iniciación pueden abordarse desde la generalidad por escritores de todo el mundo, hay ciertos toques, ciertas referencias locales o, incluso, problemáticas que sólo pueden ser escritas y compartidas por personas que viven en el mismo entorno, que se mueven en el mismo transporte y comen la misma comida.

Esta es la apuesta de Subterráneos, una historia continuación de una novela llamada Olfato, que aborda las aventuras de Fulvio, un vampiro adolescente que vive una vida normal en la ciudad de México, consciente de su extrañeza, de su sentido olfativo altamente desarrollado, esperando el encuentro con adolescentes como él que en cualquier momento llegarán para seguirle enseñando los pros y contras de su condición.

La trama de Subterráneos se detona por una conjura que involucra las pirámides de Teotihuacán, la posibilidad de grietas inmensas en el subsuelo de la ciudad de México que podrían ser usadas por algún poder maléfico y la llegada de los amigos vampiros de Fulvio, oriundos de Europa, entre quienes destaca Draga, una adolecente que establece situaciones románticas con Fulvio aunque nunca se concreta una relación más madura.

Además de estos elementos, complementados por las cualidades siempre atractivas de los vampiros que se muestran en las calles de la ciudad de México, se puede hacer una lectura que dibuja en perfil del adolescente mexicano de principios de este siglo: seres solitarios, fantaseando en las salas de sus departamentos o casas, con una escasa relación con sus padres ya sea por pertenecer a hogares desintegrados o por la lejanía que impone el trabajo.

Parecería que las aventuras ocurren en la mente del protagonista, demasiado expectante por un evento que saque su vida de la rutina. La imaginación, en este caso, actúa como un punto que mueve la anécdota y que, al final, demuestra que la fantasía es un territorio libre, que no sólo es evasión sino autoconocimiento. Si hay algo que se le puede reclamar a Subterráneos es la inmediatez de las escenas que parecen demasiado aglomeradas, sin un momento de calma que amerite una reflexión, una crisis más profunda en los personajes, sin embargo la novela funciona con solvencia dentro de sus límites y construye un diálogo interesante con los jóvenes lectores.

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