Lado B
¿Salir por la puerta o salir por la ventana? (apuntes diversos de un tema disperso)
 
Por Lado B @ladobemx
30 de marzo, 2012
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Yussel Dardón

@ydardon


 
 
 
 
 
 

ensar en las posibilidades de reescribir a México en el siglo XXI es una provocación disfrazada de tautología, incluso de tanatología. Entonces recuerdo la conferencia de Philip K. Dick titulada “Cómo construir un universo que no se derrumbe dos días después”. Sonrío, claro. Luego pienso en la multiplicidad de realidades que se conjugan en un espacio fragmentado que de poco en poco, en el mejor de los escenarios, se construye. Sin embargo, construir es destruir un espacio y viceversa.

La vida se fractura, los discursos mínimos abundan y la referencialidad es la nueva religión. No podemos entender la arena como un todo, sino como los millones de cristales que la conforman. La realidad es un cristal atravesado por una piedra, así como esa piedra ya fracturada. Entonces el matemático Mandelbrot sentencia: “Quería recoger la impresión de una piedra que golpeas y se fractura”.

La concepción de una cultura fractal implica la asimilación del entorno creativo-artístico como un caleidoscopio. Todo se conforma de pedazos. Pequeños visos de realidad. Vitrales que se forman de pequeños cristales que de cerca pierden unidad y que al alejarse forman una.

K. Dick se preguntaba “si la realidad es distinta de persona a persona, podemos hablar de una única realidad, o deberíamos hablar de realidades plurales? ¿Y si hay realidades plurales, hay unas que sean más verídicas (más reales) que otras?”

Vuelvo a la pregunta sobre cómo reescribir a México en el naciente siglo XXI, a la tesis de que este espacio fracturado se compone de cientos de partes. Vuelvo a la pregunta y recuerdo la parición de antologías (polémicas, como toda antología) como La generación de los enterradores, proyecto de Ricardo Chávez Castañeda y de Celso Santajuliana en la cual se presentaban escritores nacidos en la década del 60. En ella se incluían, entre otros, a Mario Bellatin, José Luis Zárate, Cristina Rivera Garza, David Toscana, Gerardo Horacio Porcayo, Verónica Murgía, Beatriz Meyer, Pedro Ángel Palou y Jorge Volpi.

También recuerdo Grandes Hits vol. 1, de Tryno Maldonado y publicada por Almadía, donde aparecen los “setenteros” Alberto Chimal, Bernardo Fernández (Bef), Jorge Armodio, Luis Felipe Lomelí, Alain-Paul Mallard, David Miklos, Eduardo Montagner, Guadalupe Nettel, Antonio Ortuño, Heriberto Yépez, además de otros que destacan en la actualidad de las letras mexicanas.

Estas publicaciones sirven como mapa no sólo de nombres, sino de estilos de escritura. Ambas, de manera curiosa, parten de la idea de que la “tradición” está muerta, difuminada, incluso olvidada. ¿Será válido suponer que en la contemporaneidad se escriben esos pedazos, estos trozos de realidad? ¿La tradición que se forja es un rompecabezas sin orillas?

Lauro Zavala, en su libro Paseos por el cuento mexicano contemporáneo, señala que la más reciente producción literaria consiste en “la presencia paradójica, en un mismo texto, de la tradición clásica y elementos de las vanguardias y las formas de ruptura frente a esta tradición”.

Más adelante, señala que este arte combinatorio produce fragmentación del tiempo narrativo, construcción de espacios virtuales, auto-ironía de la voz narrativa, empleo lúdico del lenguaje, hibridación de géneros, carnavalización de estrategias intertextuales y simulacro de epifanía.

Este arte combinatorio no sólo se presenta en el libro impreso, sino en las plataformas multimedia con las que en la actualidad contamos, como  los blogs, el servicio de microblogging Twitter, Facebook, YouTube, el libro electrónico, entre otros.

Entonces me pregunto si reescribir México en el siglo XXI se emparenta con tuitear México en los 88 años que le quedan al siglo, si las redes sociales y las plataformas multimedia son las futuras y también actuales pinturas rupestres, si la “nube” imposibilita la arqueología.

Construir a México desde la unidad parece un simulacro. Claro, éste es válido en tanto la referencialidad, en tanto los discursos que se pongan en acción encuentren un sentido de pertinencia. Literatura del narco, fronteriza, de ciencia ficción, del absurdo, realista, o de fantasía, son posibilidades dentro de lo variopinto de la producción artística. ¿Más válidas unas que otras? No. Todas y cada una de ellas representan un fragmento del México fracturado, un país que se compone de varios países. La nación es una astilla.

La producción de escritores que no pertenecen a una escuela o corriente en común, sino que desde su experiencia y sus intereses reescriben a México (Daniel Espartaco, Fernanda Melchor, Isaí Moreno, Julián Herbert, Jaime Mesa, Federico Vite, Iris García, Rafael Zamudio, Alejandro Badillo, Eduardo Sabugal, Iván Farias, entre otros) forman parte del vitral creativo.

Reescribir es redescubrir, releer, intervenir desde diversos tonos literarios la realidad. Todo libro es un proceso de experimentación, una apuesta, un riesgo. Así, el lector que deconstruye el lenguaje literario es también una tentativa que se modifica y que transforma a la lectura misma, que se fractura. Luego surgen las interpretaciones, pues como decía Henry Miller: “El significado de un libro radica en que dé una nueva forma al mundo a través del individuo que lo lea”.

En “Cómo construir un universo que no se desmorone dos días después”, Philip K. Dick recuerda una anécdota de David Hume, quien después de asistir a un encuentro para proclamar la veracidad del escepticismo como filosofía, los asistentes salieron por la puerta en lugar de por la ventana. Me pregunto si tras discutir cómo reescribir a México en el siglo XXI debemos salir por la ventana, o no hacerlo, como preferiría Bartlebby, el escribiente que tan bien edificó Herman Melville desde el vacío.

Escucha acá la ponencia leída por su autor y las ponencias que también participaron en esa mesa: Alberto Chimal, Cristina Rascón, Yussel Dardón, Penélope Córdova y Alicia Flores

 

Alberto Chimal

«Como escritor me interesa lo que comúnmente, prejuiciosamente, se llama literatura fantástica. El término es equívoco porque se suele utilizar para un conjunto muy pequeño de obras, en general promovidas por grandes empresas de medios y dedicadas a ofrecer un entretenimiento inocuo, conservador y simplista. La imaginación fantástica, por otra parte, es mucho más que eso. En sus momentos más elevados propone nada menos que una crisis de la conciencia: la búsqueda de lo otro real, no impuesto, no prefabricado, que no es menos importante en el siglo XXI aunque no nos parezca urgente: de hecho, las experiencias interiores que señala son más apremiantes ahora, en la actualidad mexicana, que nunca antes».

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Arturo Vallejo

Quiero comenzar aclarando que en mi opinión a México no sólo hay que reescribirlo. Habría que romper el papel y sacar otra libreta para comenzar de nuevo. Por lo menos así es como creo que se ve la cosa en estos momentos. Con esto dicho haré un esfuerzo para imaginar un nuevo país ahora, en este nuevo siglo.

Otra cosa que debería advertir es que desde siempre me han vuelto loco los superhéroes.

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Raquel Castro

Tiré a la basura el texto que estaba terminando y empecé de nuevo: tenemos que rescribir México desde el humor. Se supone que somos un país que se ríe de la muerte, que domina el humor negro y que no tiene miedo de carcajearse de sí mismo. Se supone que tenemos una tradición literaria que también sabe tomarse con humor las cosas, heredera del español Francisco de Quevedo, con representantes como José Joaquín Fernández de Lizardi, Jorge Ibargüengoitia, Emma Godoy, Jorge Mejía Prieto y Carlos Monsiváis, por mencionar sólo a algunos.

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Autor Lado B
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