Hugo León Zenteno*

¿Pericles jugando con Aristóteles? Ciertamente suena un tanto enrevesado. Acaso por ello, los encargados de la traducción y el doblaje de la serie The Addams family (Los locos Addams) modificaron el segundo nombre, el cual se refería a la mascota del primer personaje. En la versión original del programa, el peculiar animalito del heredero de Morticia y Homero, llevaba el nombre del connotado sabio griego; sin embargo, dado que el nombre en español del pequeño Pugsley se refería a otro personaje ateniense, se optó por llamar al pulpo, en un alarde de genialidad, Monopolio. La discreta participación de ambos personajes puede pasar inadvertida, pero también se puede mirar como un presagio a lo que ha sucedido en las décadas posteriores en que se transmitió la mencionada teleserie. De un octópodo llamado Monopolio a un monopolio con ocho tentáculos.

Diversos escenarios económicos en nuestro país han sido afectados -y condicionados- por una lógica monopólica, tanto estatal como privada e incluso sindical. Los ejemplos sobran: Pemex, Telmex, CFE, SNTE, Televisa, Telcel, CTM, Bimbo, etc. Los resultados, en términos de desarrollo y de escasa competencia son conocidos y sufridos por todos. En el entorno mediático esta situación también prevalece con similares consecuencias: oferta programática muy homogénea, carencia de opciones para el grueso de las públicos, temáticas y esquemas narrativos sumamente trillados, resistencia a la innovación en contenidos, preponderancia de los intereses comerciales en detrimento de los culturales y claro, predominio del interés privado sobre el público.

Sin abundar en las cuestiones técnicas y de infraestructura (número de canales, formas de distribuir las señales, actualización tecnológica, índices de accesibilidad por parte de la audiencia) donde la falta de competencia también es evidente, podemos sostener que, de facto, existen monopolios mediáticos que limitan las posibilidades de acceso a una necesaria diversidad de temas, contenidos y formas de abordarlos. Otro de los tentáculos de estas empresas opera en el ámbito noticioso, con su consiguiente impacto en la opinión pública y en la formación de ciudadanía: las telenoticias como constructoras de la realidad nacional. Y más aún, los pulpos mediáticos desparraman sus extremidades a cuanta industria cultural sea posible: radio, revistas, música, internet, teatro, libros, espectáculos, espectaculares, etc. La presencia total, la pantalla total.

En aras de documentar todo esto y de reflexionar sobre la situación actual y las eventuales perspectivas del asunto, el Open Society Institute realizó una acuciosa investigación que culminó con el Mapa de los medios digitales, trabajo presentado en México por la Amedi, Asociación Mexicana de Derecho a la Información, la semana pasada en el Distrito Federal y hoy en Puebla (el texto estará próximamente disponible en su website). Se trata, sin duda,  de un buen referente para la necesaria discusión en esta materia. Debate, por cierto, que aunado al incremento de nuestra conciencia crítica hacia los medios, nos puede ayudar en el intento de acabar con los pulpos que no sean mascotas.

*Académico en las áreas de Periodismo y Comunicación. Actualmente es profesor en la Escuela de Periodismo de la UPAEP y en la Universidad de las Américas Puebla. Sus áreas de interés profesional son: recepción crítica de medios, hipermedios y noticias; análisis del mensaje periodístico en diarios nacionales e internacionales; ciberperiodismo; análisis y consultoría sobre arquitectura de información, usabilidad y calidad semántica en websites. Vive en la ciudad de Puebla; gusta del arte, el beisbol, el chocolate y la lluvia.

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