Lado B
Cazan fugas en el Soapap a puro oído
El organismo cuenta con una brigada conformada por personas que perdieron la vista
Por Lado B @ladobemx
26 de marzo, 2012
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Ernesto Aroche Aguilar

@earoche

Foto Joel Merino

Alfonso Bautista camina por una calle de una colonia cualquiera de la ciudad. Lleva colgados unos audífonos y un amplificador ajustado a la cintura que le permiten, mediante un micrófono a ras de tierra, llamado geófono, escudriñar el subsuelo buscando fugas de agua.

Alfonso, igual que sus tres compañeros de brigada –son 10 de equipo y se dividen en dos cuadrillas que incluyen a un coordinador– tiene el oído entrenado para separar el flujo de sonidos que se mueven, a mayor velocidad y distancia, en las superficies sólidas y detectar el gorgoteo, los silbidos o cualquier otra anormalidad sonora que sugiera que el agua puede estar escapando de las tuberías.

Al igual que a todos los que trabajan en la brigada de caza fugas del Sistema Operador de los Servicios de Agua Potable y Alcantarillado del Municipio de Puebla (SOAPAP) un accidente desafortunado, o alguna secuela médica, le quitó la vista. A cambio, se le afinó el oído.

Una habilidad que potenciada por el equipo técnico les permite detectar entre un 25 y 30 por ciento de las fugas de agua no visibles que el SOAPAP registra mes con mes.

De acuerdo con datos publicados por el diario El Sol de Puebla, en 2010 la brigada inspeccionó 69 mil 605 metros lineales detectando 294 puntos de fuga, de los cuales se confirmaron 106 casos, es decir un 36 por ciento.

Y aunque la brigada comenzó a operar en 2003, cuando el SOAPAP era dirigido por Francisco Castillo Montemayor, se trata de un proyecto que no es desconocido para Manuel Urquiza Estrada, el actual director del organismo, pues él puso en marcha un equipo similar en Querétaro.

Actualmente existen brigadas en Tijuana, Monterrey, Querétaro, Puebla, Cuernavaca y Atizapán, en el estado de México.

Contaminación auditiva

De izquierda a derecha: Heriberto, Alfonso e Israel. Foto Joel Merino

Heriberto, que solía diseñar moldes de plástico hasta antes del accidente, tiene puesto el equipo y camina por la ruta que le ha trazado Manolo, su coordinador. Avanza 10 metros. Otros 10. Da los pasos lentamente. En su mente, de acuerdo con un estudio realizado por la Universidad de Quebec, se va formando un mapa tridimensional a partir de los sonidos que escucha, y muchos de ellos en este momento vienen de debajo de la tierra.

Lleva ya 60 metros recorridos, se ha detenido en dos ocasiones, una para esperar que el taconeo de una mujer que cruza la calle deje de reverberar en sus oídos, la segunda cuando creyó escuchar un ligero gorgoreo del agua envuelto por el ruido de una máquina tortilladora.

Para verificar pide a sus compañeros de cuadrilla, que buscan fugas metros más adelante –las rutas que siguen se fraccionan en tramos de 100 metros por cada uno de los escuchas– que repitan su recorrido, sólo los últimos metros. Pero la máquina de tortillas encendida varias casas más adelante enmascara el sonido.

Tras una breve negociación con el dueño del negocio el ruido distractor se apaga. La ruta vuelve a ser recorrida por todos para atrapar el escurridizo gorgoteo. Media hora más tarde la máquina se vuelve a encender, en la calle quedó una marca pintada en aerosol. Después llegará una brigada distinta que se encargará de abrir la tierra y corroborar si los hombres de los lentes oscuros estaban en lo correcto y lograron detectar un escurrimiento.

“La detección tiene sus complejidades –cuenta Heriberto-, Hugo (Domínguez) y yo tenemos 9 años en esto y todavía nos equivocamos. Toma en cuenta que no todas las tuberías tienen el  mismo diámetro o el mismo flujo de líquido, o están a la misma altura, podemos encontrar tuberías a 60 centímetros o podemos encontrarlas hasta 2 o 3 metros de profundidad».

Hugo a su vez puntualiza, “además el tipo de ruptura del tubo cambia el sonido, si es una rasgada por arriba puede tener un sonido parecido a un chiflido, si la ruptura es grande también dificulta la detección porque parece que fluye normal».

Israel Hernández, el más joven del grupo y que además forma parte del equipo de golbol, una variante de futbol que practican ciegos y débiles visuales, tercia: “Y la superficie modifica también el sonido, no es lo mismo escuchar sobre tierra, pavimento que sobre pasto o adocreto, incluso sobre pavimento fracturado, eso te puede cambiar el sonido. Lo vuelve más opaco. Tampoco podemos trabajar si recién llovió porque hay charcos y eso también distorsiona el sonido”.

“Nos enfrentamos a muchos factores de contaminación –retoma la palabra Heriberto–, el ruido del tráfico, un perro ladrando, los del gas, incluso el paso de una bicicleta puede sacarte de concentración. Ser un experto en esto sí te puede llevar años”.

“Por ello –sostiene Alfonso– muchas veces el mejor horario para detectar fugas es en la noche o en la madrugada”.

El geófono

  • Está compuesto por un módulo amplificador, un set de audífonos con calidad de aviación y un micrófono en «campana» para las escuchas de suelo.
  • Tiene un rango de 2 a 3 metros
  • Amplifica hasta en 20 o 30 veces más el sonido captado
  • El equipo cuenta con dos controles de sonido, uno en el amplificador y otro más directo en los audífonos
  • Cuenta con varios filtros de audio

El DIF les abrió la puerta

Foto Joel Merino

Hugo, Heriberto, Alfonso e Israel son parte de las 63 mil 553 personas que en Puebla padecen ceguera o debilidad visual, la segunda discapacidad más difundida en todo el estado –el 28 por ciento de los 224 mil discapacitados que reporta el INEGI en su censo de 2010—, pero su interés o su necesidad de mantenerse activos económicamente los hizo encontrarse en el SOAPAP.

Hugo y Heriberto, de los primeros en llegar, lo hicieron gracias a un programa de DIF estatal que los direccionó al organismo operador, Israel y Alfonso llegaron al conocer, a través de conocidos, de la existencia del programa. Presentaron su solicitud y fueron aceptados.

Ahora, ya con un empleo, el problema es lidiar con la ciudad para la que trabajan: los choferes del transporte público se niegan a subirlos, o los bajan donde quieren –no es gratuito que esa sea una de las quejas recurrentes que registra la Secretaría del Transporte–, el mismo comercio informal que se monta en las calles de la noche a la mañana se vuelve un obstáculo a superar.

“Lo que pedimos –cuenta a Lado B Heriberto—es que respeten los espacios públicos, que nos permitan caminar. Parece que a la gente no le importa, o no le importamos. Ahí está lo de las canaletas que se pusieron en el Centro Histórico. Es un espacio mínimo lo que nosotros necesitamos para caminar, pero la gente no lo respeta. Enganchas el bastón a la canaleta y vas caminando y de pronto ya pusieron ahí una maldita moto. Pues entonces de que sirve que las hayan puesto. Me parece, y eso lo hemos platicado Hugo y yo, que necesitamos que el gobierno así como dice que entrega computadoras y no sé cuentas cosas más que haga un spot publicitario que explique para qué sirven los rieles y canaletas. Porque –concluye— parece que muchos no lo saben”.

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