Martín López Calva*

La semana pasada abordé en este espacio el tema de la evaluación universal de los docentes y las diversas razones por las que se ha generado un movimiento que se opone a este proceso de evaluación. A lo largo de la semana leí un artículo acerca del tema y recibí un comentario muy pertinente de un lector-amigo, profesor de educación media superior con experiencia en la gestión curricular en la SEP estatal en años recientes.

El primer artículo es de Manuel Pérez Rocha y abona argumentos en la línea de las razones ideológicas señaladas por mí, respecto a la teoría de la conspiración internacional que pretende culpar a los docentes de la pésima calidad de la educación. En este artículo se argumenta principalmente en contra de la evaluación por estar basada, según el autor, en  pruebas estandarizadas que no toman en cuenta las grandes diferencias que existen en las condiciones en las que trabajan los profesores de distintas regiones de nuestro país.

El comentario recibido en Facebook señalaba que aunque las razones y sinrazones expuestas eran válidas y claras, había faltado mencionar las razones procedimentales, es decir, las razones que tienen que ver con que muchas iniciativas que se emprenden en el sistema educativo nacional se planean, diseñan e instrumentan de manera incorrecta y sesgada.

El argumento contra las pruebas estandarizadas parece no ser exacto si se toma en cuenta lo que señala el “Acuerdo para la evaluación universal de docentes y directivos de la educación básica”  publicado por la SEP y el SNTE donde se plantea un proceso que tomará en cuenta dos dimensiones: aprovechamientos escolar y competencias profesionales (preparación profesional, desempeño profesional y formación continua),  con diversas estrategias. Por un lado, el aprovechamiento escolar se medirá con el desempeño de los estudiantes en la prueba enlace y  la preparación profesional con exámenes aplicados a los docentes cada tres años –dos instrumentos estandarizados-, pero por otra parte, el desempeño profesional que contemplará diversas estrategias de evaluación, además de la formación continua que tendrá que ver con los procesos de actualización en que participen los docentes a partir del diagnóstico que detecte sus áreas de oportunidad para mejorar.

Esto habla de que no solamente habrá pruebas estandarizadas, pero además considero importante decir una palabra respecto a esta especie de satanización de dichas pruebas que por su carácter cuantitativo tienen limitaciones evidentes porque no pueden reportar toda la riqueza y complejidad de un proceso educativo pero tienen la enorme ventaja de que producen resultados comparables y generalizables. Las pruebas estandarizadas bien construidas aportan resultados confiables sobre elementos puntuales del aprendizaje que no deben desdeñarse.

El argumento de las razones procedimentales me parece muy atendible porque es cierto que en México se han planeado e instrumentado muy mal algunas de las iniciativas y programas de la SEP que se dirigían supuestamente a mejorar la educación. Es evidente que ENLACE tiene defectos que han ido señalándose y que aparentemente se están tomando en cuenta para su mejora. Es una realidad también que una mala comprensión de este instrumento y el vínculo de sus resultados con el salario de los profesores, está haciendo que se distorsionen sus fines y que los maestros en vez de enseñar, se dediquen muchas veces a preparar a sus alumnos para resolver la prueba.

 De cualquier manera me parece que es mejor tener estas pruebas e irlas mejorando y no seguir con un sistema educativo que no evalúa ni transparenta sus resultados y que no rinde cuentas a la sociedad de los recursos que en ella se invierten y que se toman de nuestros impuestos. Este argumento aplica a la evaluación universal de los docentes.

Sin embargo: ¿Qué tan universal es la evaluación universal? Porque es evidente que así como es necesaria la evaluación, la transparencia y la rendición de cuentas en el nivel de las prácticas de docentes y directivos escolares, también es urgente la evaluación y la transparencia y rendición de cuentas en el nivel estructural del sistema educativo. ¿Quién evalúa el desempeño de los funcionarios de la SEP y cuándo rinden cuentas a la sociedad más allá de las comparecencias ante el congreso después de los informes presidenciales que son más bien actos políticos y shows mediáticos? ¿Quién evalúa a la dirigencia sindical y cuándo rinde cuentas la lideresa del SNTE a sus agremiados y a la sociedad en general sobre la cantidad de recursos que recibe y el uso que se le da a los mismos y sobre la gran cantidad de profesores comisionados que existen en todo el país?

Una cultura de la evaluación requiere de un sistema realmente universal de rendición de cuentas que no se limite al nivel de los profesores y directivos escolares sino que toque todos los niveles de la estructura de un sistema educativo que es parte del problema y no de la solución de este México en crisis.

*Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala y académico numerario en la Universidad Iberoamericana Puebla. Ha hecho dos estancias postdoctorales por invitación del Lonergan Institute de Boston College (1997-1998 y 2006-2007) y publicado diecisiete libros, cuarenta artículos y seis capítulos de libros. Actualmente es coordinador del doctorado interinstitucional en Educación en la UIA Puebla. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (nivel 1), de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores (REDUVAL), de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación (ALFE) y de la International Network of Philosophers of Education (INPE). Trabaja en las líneas de Filosofía humanista y Educación, Ética profesional y Pensamiento complejo y Educación. Ha trabajado como formador de docentes en diversos programas y universidades desde 1993.