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Lado B

En el mundo, entre dos y tres millones de mujeres sufren la ablación o mutilación genital al año, asi como se estima que entre 70 y 135 millones han sufrido ya esta intervención, lo que significa que durante toda su vida presentarán problemas de salud irreversibles por prácticas culturales.

Las anteriores cifras han sido reveladas por organizaciones como Amnistía Internacional (AI)  y la Organización Mundial de la Salud (OMS), debido a que este lunes se celebra el “Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina (MGF)”, y esta práctica se mantiene arraigada en 28 países africanos y se ha extendido por otros alrrededor del mundo, pese a los trabajos para evitar esta práctica de organismos internacionales.

Y es que la ablación o mutilación genital se asocia a una mayor probabilidad de sufrir problemas durante el parto que pueden terminar en la pérdida del producto, ya que estudios realizados por la OMS revelan que el nivel de complicación aumenta con la extensión y la gravedad de la mutilación: “en lo referente a la cesárea, las mujeres sometidas a la MGF sufren como media un 30% más de cesáreas en comparación con quienes no han sido sometidas a esta intevrención. Asimismo, se observa un 70% de aumento de los casos de hemorragia posparto entre las mujeres con MGF en comparación con quienes no han sido sometidas a esta intervención”.

«La MGF es una práctica anclada en la cultura y las tradiciones, pero a la que habría que poner término. Debemos apoyar a las comunidades que intenten abandonar esa práctica y mejorar la atención dispensada a sus víctimas. Debemos también oponernos categóricamente a la medicalización de la MGF. La OMS ha expresado su total rechazo a que la MGF sea llevada a cabo por personal médico”. Joy Phumaphi, subdirectora general de Salud Familiar y Comunitaria de la OMS.

La ablación genital femenina comprende una serie de prácticas consistentes en la extirpación total o parcial de los genitales externos de las niñas. Estudios sociológicos han revelado que esta práctica se lleva a cabo como rito de iniciación de las niñas a la edad adulta, así como mecanismo de integración y cohesión social de algunas comunidades.

Y es que esta práctica constituye una violación fundamental de los derechos de las niñas, debido a que se le considera “una práctica discriminatoria que vulnera el derecho a la igualdad de oportunidades, a la salud, a la lucha contra la violencia, el daño, el maltrato, la tortura y el trato cruel, inhumano y degradante; el derecho a la protección frente a prácticas tradicionales peligrosas y el derecho a decidir acerca de la propia reproducción”, derecho que están protegidos por el Derecho internacional.