Foto: Agencia Enfoque
Beatrix G. de Velasco
La noche, el viento, la luna llena y hasta un temblor, la ciudad estaba lista para recibir a uno de los pioneros del britpop: Morrissey.
La banda, la mayoría en los treintayalgo, ingresó en el auditorio del Complejo Cultural Universitario con orden y expectativa. Todos los que crecimos, lloramos, nos enamoramos y nos empedamos escuchando a Morrissey y los Smiths y que nunca pensamos verlo tocar en vivo en nuestra ciudad, estábamos a punto de presenciar lo inaudito.
El auditorio estaba lleno hasta el tope cuando el cantante apareció puntualmente llenando con su presencia el escenario. Abrió con una canción de los Smiths: I Want the one I can’t have, inmediatamente la audiencia respondió con gritos y coros.
Todos vimos al Morrissey que esperábamos, a sus 52 años mantiene su voz y su temperamento: trágico, amable y apasionado. El concierto continuó con canciones como You have killed me, When I last spoke to Carol y All the lazy dykes, todas ellas vitoreadas por la audiencia. El cantante trató de decir algunas frases en español, y el público se prendió aún más. Pero, sin duda, el momento más emotivo fue cuando cantó There’s a light that never goes out, un clásico de los Smiths.
Morrissey demostró ser todo un divo, un rey del escenario siempre amable y carismático, quizá los años hayan pasado pero mantiene un remanso de juventud en su semblante, además del copetito que lo ha caracterizado desde el inicio de su carrera.
Con canciones de discos como You’re the quarry, Ringleader of the tormentors o Years of refusal el concierto transcurrió, no sin incluir algunas de los Smiths como Still Ill y Meat is murder.
Para el final, realizó su clásico desgarramiento de camisa la cual tiró a la audiencia y esta terminó de enloquecer. Algunos fans from hell subieron al escenario para tocarlo, darle un beso o algún objeto pero inmediatamente el personal de seguridad los regresó a sus lugares. Cerró con Let me kiss you y salió del escenario.
Morrissey regresó al encore despertando pasiones con First of the gang to die, la vibra del concierto llegó a su clímax y una gran cantidad de fans de nueva cuenta invadió el proscenio, seguridad casi no los podía controlar. El cantante se retiró corriendo y no regresó más, el concierto había terminado.
Veintisiete años de trayectoria concentrados en una hora y veinte minutos, los que estuvimos presentes salimos satisfechos después de tan emotivo, íntimo y apasionado concierto. El temblor había pasado.
Setlist
I’m Throwing My Arms Around Paris
PERIODISMO DE LO POSIBLE
CANIJO CONEJO
