Lado B
Hacia rutas salvajes de Jon Krakauer
Chris McCandless, después de graduarse de la universidad de Emory en 1990, donó sus ahorros de 24 mil dólares a instituciones de caridad, vendió su coche, quemó el dinero que le quedaba y empezó a viajar por Estados Unidos, rumbo a Alaska, utilizando el sobrenombre de Alexander Supertramp.
Por Lado B @ladobemx
03 de noviembre, 2011
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Alejandro Badillo

Chris McCandless, después de graduarse de la universidad de Emory en 1990, donó sus ahorros de 24 mil dólares a instituciones de caridad, vendió su coche, quemó el dinero que le quedaba y empezó a viajar por Estados Unidos, rumbo a Alaska, utilizando el sobrenombre de Alexander Supertramp. McCandless, miembro de una familia de clase media, tenía éxito académico y un futuro prometedor como estudiante recién graduado. Pero no le interesaban los honores, ni conseguir un trabajo bien remunerado. Su ambición era alejarse de la sociedad, rechazar el materialismo vacío de la clase media norteamericana y buscar la vida espiritual en la naturaleza.

Ediciones B, 1era edición, 2004

Fiel lector de Tolstoi, Jack London y Thoreau, soñaba con viajar a Alaska, internarse en sus montañas heladas y sobrevivir —como sus héroes— de lo que le ofreciera la caza, la recolección y la pesca. Hacia rutas salvajes, primer libro del periodista Jon Krakauer, reconstruye el viaje de McCandless a tierras de Alaska. Krakauer, articulista de publicaciones especializadas en excursionismo, tuvo conocimiento del caso McCandless y, atraído por la historia del joven explorador, entrevistó a decenas de personas que lo conocieron, leyó su diario de viaje y siguió la misma ruta hacia Alaska hasta llegar al autobús abandonado donde terminó la odisea del joven universitario.

McCandless, en su largo viaje, ejerció varios trabajos temporales para mantenerse. Krakauer entrevistó a personas que lo conocieron en el camino y cuyos testimonios dan cuenta de la personalidad de un joven idealista y de voluntad férrea. McCandless, en abril de 1992, llegó al poblado de Fairbanks en Alaska. La última persona que tuvo contacto con él relató que llevaba poco equipaje, libros, un rifle y algunos bastimentos.

A partir de ese momento Krakauer sigue los pasos del explorador a través de su diario. El diario contiene entradas que dan cuenta de los 113 días que logró sobrevivir en Alaska, entradas que reflejan las dificultades que tuvo para conseguir alimento, la caza esporádica de algún animal y las desavenencias del clima, obstáculos que McCandless afrontaba con estoicismo, con la esperanza de realizar su meta y sobrevivir el mayor tiempo posible en Alaska. McCandless se internó en las montañas utilizando como base y refugio un autobús escolar abandonado. Después de un tiempo, agotado, con muchos kilos de menos, decidió salir en julio de su refugio para pedir ayuda. Pero el río Teklanika, que había cruzado cuando su caudal no estaba crecido, había aumentado su fuerza debido al deshielo del verano y no pudo vadearlo.

El 6 de septiembre de 1992 dos excursionistas y un grupo de cazadores encontraron una nota en la puerta del autobús: “SOS, necesito su ayuda. Estoy herido, cerca de morir, y demasiado débil para hacer una caminata. Estoy completamente solo, no es ningún chiste. En el nombre de Dios, por favor permanezcan aquí para salvarme. Estoy recolectando bayas cerca de aquí y volveré esta tarde. Gracias. Chris McCandless. ¿Agosto?”.

Dentro del autobús estaba el cuerpo del McCandless, pesaba apenas 30 kilos, probablemente llevaba muerto más de dos semanas, la causa oficial del fallecimiento fue inanición.

A raíz del libro de Krakauer el caso McCandless tuvo la resonancia suficiente para trascender los círculos de excursionistas de Estados Unidos. Muchos tildaron de soberbio e ingenuo a McCandless por internarse en un lugar para el cual no tenía el entrenamiento ni el equipo adecuado. Muchos exploradores extremos defendieron la búsqueda y el idealismo del joven universitario. Krakauer aventura una teoría en la que McCandless, al regresar al autobús después de no poder cruzar el río, habría comido semillas tóxicas confundiéndolas con bayas comestibles. Un error fatal que lo llevó a debilitarse aún más, circunstancia que —según Krakauer— le pudo haber pasado a cualquier explorador, por más experimentado que fuera. Más allá de teorías y reivindicaciones Hacia rutas salvajes de Jon Krakauer, además de combinar de forma brillante el reportaje, la crónica y el ensayo, utiliza el caso de Chris McCandless para reflexionar sobre las razones que llevan a una persona a abandonar su vida anterior, cortar todo vínculo con la sociedad para buscar una purificación espiritual, la revelación de la vida mediante la soledad y el enfrentamiento con la naturaleza.

Krakauer, alpinista extremo y explorador, también ahonda en su historia personal para sondear las razones del idealismo de McCandless, los factores de su biografía que lo impulsaron a aumentar sus límites, ponerse a prueba ante obstáculos cada vez más insuperables, que no permitían equivocaciones. La historia de McCandless recuerda la de Timothy Treadwell, un ecologista y documentalista que durante trece veranos convivió y filmó a los osos pardos de Alaska. Treadwell, una persona que pretendía conocer el lenguaje de los osos, un idealista que encontraba en Alaska el remedio a una juventud desbocada y que buscaba en los animales la compañía que no encontraba en la sociedad, terminó siendo atacado y devorado por un oso hambriento. Su historia inspiró el documental de Werner Herzog Grizzly man.

El 12 de agosto de 1992 Chris McCandless -quizás en el umbral de la muerte por inanición- se encerró en el autobús abandonado, arrancó la página final del libro de memorias de Louis L’Amour, Educación de un hombre errante, y en la página posterior escribió: “he tenido una vida feliz y doy gracias al Señor. Adiós, bendiciones a todos”.

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