Martín López Calva

Durante la semana del 7 al 11 de noviembre de este 2011 se realizó en la ciudad de México el XI Congreso Nacional de Investigación Educativa que organiza cada dos años el Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE). Se trata de un evento de gran relevancia para todos los que nos dedicamos al campo de la educación, puesto que allí se congregan prácticamente todos los investigadores para presentar su producción que se agrupa temáticamente en diecisiete áreas.

A propósito de este congreso y de muchos otros que se organizan continuamente en nuestro país, surge la pregunta obligada respecto a qué tanto puede influir la investigación educativa en la generación de políticas públicas que realmente aporten elementos para incrementar la calidad de la educación y para transformar a esta sociedad en crisis.

Pablo Latapí habló de esto en su muy citada conferencia de clausura del IX Congreso nacional celebrado en Mérida en 2007. En esta intervención, Latapí no pinta un panorama muy positivo, plantea un presente de desesperanza y habla de que a veces mira a México como un país inviable y a su educación como un sistema “con rasgos deprimentes”.

Sin embargo, al final deja una ventana abierta a la esperanza, señalando algunas líneas que podrían hacer que la investigación educativa tuviera impacto: Abrir paso a los jóvenes investigadores, descentralizar la investigación educativa, dar preferencia a proyectos “radicales” y novedosos, hacer investigación con perspectiva ética hacia la justicia, redoblar esfuerzos para que la investigación educativa aplicada influya en las políticas públicas y esforzarse en que la investigación educativa tenga mayor presencia en la prensa y otros medios de comunicación para ir formando opinión pública que presione a los gobernantes hacia la mejora de la calidad educativa.

En el XI Congreso se pudieron percibir esfuerzos en algunas de estas líneas, aunque incipientes y desde mi punto de vista, aún insuficientes. Por ejemplo en lo referente al impulso a los jóvenes se organizó por primera vez un espacio especial para que estudiantes de posgrado presentaran y comentaran sus proyectos de investigación: El encuentro nacional de estudiantes de posgrado (ENEPE) que tuvo mucho éxito.

La recomendación sobre la descentralización es todavía algo por realizarse pues si bien se hacen esfuerzos por incorporar a investigadores de todo el país en el consejo, en las áreas temáticas y en la dirección de las redes de investigadores, todavía es muy predominante el peso de los investigadores del DF y muy específicamente de la UNAM como líderes de la comunidad de investigadores.

En cuanto a la priorización de proyectos radicales e innovadores, todavía se ven muy marcadas las tendencias de ciertos enfoques y corrientes teóricas y metodológicas que no dan apertura a nuevas propuestas de acción.

La cuestión de la incidencia de la investigación en las políticas públicas fue algo explícitamente debatido en el panel de cierre del ENEPE donde tres académicos muy prestigiados –Carlos Ornelas, María de Ibarrola y Manuel Gil Antón- presentaron sus visiones, distintas y aún encontradas sobre el tema. Destacó el debate entre dos posturas contrarias: la que habló de un abismo infranqueable entre la investigación y las políticas públicas, y la que sostuvo que es posible que los investigadores educativos incidamos en la operación del sistema educativo y que de hecho esto ocurre porque siempre hay algunos funcionarios en algunas áreas, dispuestos a escuchar y promover las iniciativas de los investigadores.

El tema de la búsqueda de divulgación de la investigación educativa a través de la prensa y otros medios de comunicación, fue abordado como algo indispensable y urgente por el Dr. Gil Antón que se pronunció por “hablarle a la sociedad y no al príncipe”, porque “el príncipe” no escucha a los investigadores sino que buscará siempre usarlos para legitimar sus acciones. El debate queda abierto y la reflexión resulta indispensable en el México de los últimos lugares en PISA y los primeros lugares en desigualdad.

Un reto fundamental es el de romper el círculo cerrado de los investigadores que trabajan muchas veces priorizando su carrera en el SNI, sus publicaciones y su diálogo con otros investigadores y no pensando tanto en que lo que generan como conocimiento llegue realmente a los actores de la educación desde los funcionarios públicos hasta los docentes, alumnos y padres de familia. Porque como decía la “china “ Mendoza refiriéndose a los literatos, muchas veces los autores favoritos de los investigadores educativos siguen siendo: “Teleo” y “Melees”.

Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala y académico numerario en la Universidad Iberoamericana Puebla. Ha hecho dos estancias postdoctorales por invitación del Lonergan Institute de Boston College (1997-1998 y 2006-2007) y publicado diecisiete libros, cuarenta artículos y seis capítulos de libros. Actualmente es coordinador del doctorado interinstitucional en Educación en la UIA Puebla. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (nivel 1), de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores (REDUVAL), de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación (ALFE) y de la International Network of Philosophers of Education (INPE). Trabaja en las líneas de Filosofía humanista y Educación, Ética profesional y Pensamiento complejo y Educación. Ha trabajado como formador de docentes en diversos programas y universidades desde 1993.