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Los elíxires del diablo de E.T.A. Hoffmann
E.T.A. Hoffmann (1776-1882), escritor y compositor alemán, participante activo del movimiento romántico alemán, es conocido por las adaptaciones musicales de sus relatos, sobre todo por el ballet de Tchaikovski: El cascanueces.
Por Lado B @ladobemx
27 de octubre, 2011
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Alejandro Badillo

E.T.A. Hoffmann (1776-1882), escritor y compositor alemán, participante activo del movimiento romántico alemán, es conocido por las adaptaciones musicales de sus relatos, sobre todo por el ballet de Tchaikovski: El cascanueces. Sin embargo, Hoffmann, fue un escritor polifacético que, además de estar interesado por otras artes como la música y la pintura, tuvo especial afición a los fenómenos ocultos, hipnóticos y telepáticos.

1era edición, 2001. Prólogo y traducción de Carmen Bravo-Villasante

A través de la lectura de tratados científicos de la época, Hoffmann fue adentrándose en el mundo de la locura, la personalidad escindida, las enfermedades mentales. En Los elíxires del diablo, novela publicada originalmente en dos partes, la primera en 1815 y la segunda en 1816, explota su interés por las fuerzas demoniacas, el lado oscuro del ser humano. La novela cuenta la historia del hermano Medardo, un capuchino, cuyo nacimiento estuvo rodeado de fuerzas celestiales y malignas.

El fraile Medardo crece ignorante de su pasado e ingresa a un convento donde entrará en contacto con un frasco que, según la leyenda, contiene el elíxir que utilizó el diablo para tentar a San Antonio. A partir de ese momento la vida del fraile se convertirá en un continuo descenso que lo llevará al asesinato, a la prisión, a la pérdida progresiva de la identidad.

El elemento que desencadena el descenso del fraile a la locura es (a diferencia de otras obras de la época, donde la maldad es exclusiva de monstruos y fantasmas) de corte psicológico y está inspirado en la figura del “Doppelgänger”, el vocablo alemán que sirve para definir al doble fantasmagórico de una persona viva. Este doble fantasmal, el gemelo malvado del fraile Medardo, se presenta de forma corpórea, también lo acosa convertido en voces, como un “yo” escindido que lo hace adoptar múltiples personalidades: el místico religioso, el amante clandestino de una bella joven, el asesino que huye después de cometer varios crímenes. Así, el entramado de la locura se convierte en una atmósfera onírica donde los hechos se diluyen en una serie de equívocos.

En los raros episodios de lucidez, el fraile Medardo tratará de salvar su alma disfrazándose de viajero errante, esperando confundir a su doble. Con el descubrimiento del misterioso elíxir queda en libertad la parte oscura del ser humano, una parte que se nutre con la alucinación, con la soberbia disfrazada de religiosidad. Hoffmann ofrece un retrato de la locura inspirado en sus visitas al sanatorio de Sankt Getreau y de varios libros de medicina.

Por esta razón la novela constituye –además de su valor literario- un importante testimonio de enfermedades mentales como la paranoia y la esquizofrenia. Hoffmann, que toda su vida tuvo miedo a volverse loco, plasmó en Los elíxires del diablo un universo complejo, la maldad como elemento que subyace en el alma humana, el “otro yo” que está siempre el acecho, influencia decisiva para autores como Edgar Allan Poe, especialmente en su cuento William Wilson, y Robert Louis Stevenson en su Doctor Jekyll y Mr. Hyde.

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