En la sierra guerrerense de Petatlán, la violencia del narco, del crimen organizado, de los cacicazgos, del ejército, de grupos paramilitares, de guerrilleros, no es novedad, la inseguridad se padece desde hace más de una década.

En marzo de este año empezó el despoblamiento forzoso de la cuenca del río Coyuquilla, municipio de Petatlán, cuando la violencia del narco se ensañó en poblados como La Morena, y La Laguna del vecino municipio de Coyuca de Catalán hacia el Filo Mayor de la Sierra Madre del Sur.

Desde el mes de julio, la violencia también llegó a la cuenca del río Petatlán. Familias de 15 comunidades de esta serranía se vieron forzadas a salir de sus pueblos a causa de la inseguridad, las amenazas y la violencia del narco, dejando casas, pertenencias, milpas y animales.

En las comunidades de: Zapotillo, Campo del Cielo, El Timbirichal, El Roblar, La Florida, El Guamilón, Los Limones, Carrecilleras, El Parazal, El Zapotillal, Parotitas, Las Galeras, Barranca del Bálsamo, y El Cuajinicuilar, a principios de 2011 vivían 134 familias, y hoy quedan solamente 49, es decir más de la mitad de los pobladores se han ido. Lo que significa que se han visto forzadas a/salir 471 personas integrantes de 85 familias, entre mujeres, hombres, niñas y niños. De estas 15 comunidades, las siete primeras (Zapotillo, Campo del Cielo, El Timbirichal, El Roblar, La Florida, El Guamilón, Los Limones) han quedado completamente vacías o abandonadas.

En esta serranía se respira temor, hay zozobra en los que se quedan y desesperanza en las familias que se van. No es que antes estuvieran bien, pero hoy los petatlecos viven en una pesadilla que ya se prolonga por más de seis meses. El transporte que conectaba la cabecera municipal con los poblados serranos suspendió los acostumbrados dos o tres viajes a la semana y ahora únicamente suben de vez en cuando. Los que no quisieron o no pudieron salir, están aislados.

La gente deja sus pueblos, sus casas, sus pertenencias, sus siembras, porque tiene miedo de que la maten, y según testimonios, solamente les dan un plazo de tres días para que se vayan. Antes se iban los hombres mayores y los jóvenes ahora se van familias completas. Muchos llegan a la cabecera municipal de Petatlán y más lejos si tienen parientes en otros estados -como en Jalisco o en Veracruz.

Las familias que llegan a la cabecera municipal viven arrimados con parientes o amigos o en casas prestadas. A veces rentan con el dinero que sacaron vendiendo sus animales antes de venirse. Pero sobreviven en condiciones muy difíciles, con poco dinero, las niñas y niños dejaron la escuela y ya no pueden ir a clases. Y hay hambre porque las familias dejaron sus milpas, sus traspatios y animales en la sierra, y en la ciudad no tienen en que emplearse. Hasta hoy no hay autoridad municipal ni estatal que los auxilie.

En esta serranía grupos campesinos del Programa de Intercambio, Diálogo y Asesoría en Agricultura sostenible y Soberanía Alimentaría (Pidaassa) han trabajado hace casi diez años en la promoción de la agricultura sostenible, en el cuidado del bosque, la reforestación, la limpieza de fuentes de agua, la producción de hortalizas, frijol, maíz y un arroz nativo que ya se había perdido, todo con métodos agroecológicos y con la idea de cultivar la propia comida para que las familias mejoren su alimentación, dependan menos del mercado y se fortalezca el intercambio comunitario de productos. Pero hoy, la violencia y la inseguridad ha expulsado a parte de estas familias condenándolas a vivir en condiciones precarias, y sin contar hasta ahora de reconocimiento y apoyo gubernamental.

Por todo lo anterior, familias desplazadas exigieron al gobierno federal, a gobiernos estatales y municipales a garantizar la seguridad y los derechos de familias y organizaciones campesinas e indígenas, de organizaciones civiles y de derechos humanos.

Video streaming by Ustream

Información tomada de Cencos.