Lado B
Caifanes convoca a la nostalgia
17 años después, la banda mexicana de rock se presentó de nuevo ante los poblanos
Por Lado B @ladobemx
09 de octubre, 2011
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Foto: Esimagen

Por Gepetto

rrazziel@hotmail.com

Para Jesús

“Jaguar you. Caifan thank you”, se podía leer en una camisa que portaba un adolescente, mientras hacía fila en el estacionamiento del estadio Hermanos Serdán. Ese joven era apenas un bebé, cuando hace 17 años Caifanes, sin Sabo y Diego, ofrecían su antepenúltimo concierto de esa era. En aquella ocasión, el Lienzo Charro fue el sitio, en el que se congregaron miles de seguidores de la banda. Al igual que el pasado viernes 7 de octubre, una pertinaz lluvia y la desorganización, caracterizaron al evento.

Las canciones de los Rolling Stones que se escuchaban en las bocinas no contenían las ansias de los “caifanómanos” que viajaron de los estados de  Veracruz, Estado de México y Distrito Federal para el esperado reencuentro de la banda.

Pasadas las 22:30 horas, los cinco integrantes del grupo aparecieron en el escenario, “Viento”, de su primer disco abrió el concierto. Alejandro Markovich, egresado del Instituto Oriente de la ciudad de Puebla, no llevó durante todo el concierto su inseperable guitarra “Ibañez”, Sabo Romo sólo efectuó un cambio del bajo eléctrico de cinco cuerdas que regularmente le acompaña, Saúl Hernández tomaba y dejaba sus guitarras eléctricas como instrumento de acompañamiento, Diego Herrera alternaba entre su teclado, el saxofón y un teclado portátil para acompañar al resto del grupo, Alfonso André ejecutaba su inseparable batería “Yamaha”. “El Negro Cósmico” fue la segunda canción de la noche, Markovich nos regaló algunas notas, usando el pedal “wa-wa”, el mismo que Hendrix utilizaba.

Continuaron “Para que no digas que no pienso en ti”, “Miedo”, “Nunca me voy a transformar en ti”, una de las rarezas que la banda nos ofreció en la velada. Prosiguieron “La vida no es eterna” con el primer solo de saxofón que Diego regala a la audiencia. “Sombras en tiempos perdidos”, “Te estoy mirando”, la segunda rareza de la noche. Cuando interpretaron “Miércoles de ceniza”, Sabo hizo una introducción muy característica de esta canción cuando la interpretan en vivo. “Aquí no es así” y “Cuéntame tu vida”, testimonio de Saúl Hernández por su fascinación por el tema de las drogas, fueron las piezas que completaron la decena. Prosiguieron con “Antes de que nos olviden”.

Cuando tocaron “Ayer me dijo un ave” aprovecharon para intercambiaron instrumentos, Sabo en los teclados, Alfonso y Diego en las congas, Saúl tomó el bajo, quizá recordando sus épocas de “músico invitado”, dícese “huesero” en el ambiente, con Laureano Brizuela.

La canción número 13, según de mala suerte, fue quizá la canción más extraña musical y líricamente hablando, que tiene el grupo: “Hasta Morir”, con una amplísima introducción en guitarra que nos demostró que el también físico de de la UNAM es uno de los mejores exponentes de su instrumento en México. La lista seguiría “Estás dormida”, pieza original de Markovich, dedicada a su mascota, en la que el sax de Diego enriquece de una manera admirable.

A la mitad del “toquín” ofrecieron “Debajo de tu piel”, “Perdí mi ojo de venado” y  “Los Dioses Ocultos”, que empezaban a animar a los asistentes, ambiente que el mismo Saúl comentó con ironía al referirse a los años de ausencia para presentarse en la ciudad.

“Detrás de ti” y “Mátenme porque me muero” animaban un tímido “slam” de parte de un pequeño grupo de jóvenes. En esta última canción Saúl demostró que también “le rasca a la guitarra”, recordándonos que en el primer disco él ejecutaba todas las piezas con este instrumento, ya que Alejandro Markovich se incorporaría hasta su segundo álbum titulado “El Diablito”.

Otra de las rarezas de la noche fue “Amanece”, momento en que “Doña Mari Juana” hacía su aparición en el ambiente del estadio. Fue el momento de la presentación de los integrantes de la banda, Diego fue uno de los más ovacionados, quizá por sus dos décadas de ausencia en un escenario poblano, lo había hecho ya en un concierto ofrecido en el Polideportivo “Ignacio Manuel Altamirano” de la entonces UAP.

Se despidieron con “Nos vamos juntos”. Los gritos de “otra, otra”, seguidos por “uleros, uleros”, obligaron a los Caifanes al tradicional encore: “La negra Tomasa” que rompió paradigmas en el rock mexicano, “Nubes”, un divertimento de Sabo regalándonos unas notas que “Sabor a mi” autoría de Álvaro Carrillo, para proseguir con el himno generacional “La célula (que explota)” y terminar con “Afuera” y “No dejes que”.

El concierto unió dos generaciones, aquellos que conocieron al grupo por los discos de sus hermanos mayores y quienes vivieron sus conciertos, compraban sus discos y conseguían en “El Chopo” el libro del desconocido escritor Xavier Velazco, “Una banda nombrada Caifanes” (1990). El público por momentos fue efusivo, más atento a la grabación de sus teléfono celular que a la interpretación de los músicos. El sonido fue deficiente al principio del evento, la voz y guitarra de Saúl y Markovich eran opacadas por los asistentes que cantaban las canciones. Sin duda lo mejor del concierto fueron las rarezas que el grupo interpretó en este esperado reencuentro.

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