Lado B
Yo creo en la disciplina
Yo creo en la disciplina, en el orden y respeto las jerarquías, pero también creo en el libre albedrío y en la voluntad de las personas.
Por Lado B @ladobemx
18 de septiembre, 2011
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Rosana Renau Aymamí

Yo creo en la disciplina, en el orden y respeto las jerarquías, pero también creo en el libre albedrío y en la voluntad de las personas. Por avatares del destino me involucré en una discusión referente a la neurociencia y el derecho (o más bien al delito) y esto me ha causado gran preocupación.

Estoy parada en un lugar incierto en lo que corresponde a la violencia, la respuesta social, frente a esta y el hecho de que nadie está ofreciendo soluciones sino más bien paliativos o excusas.

Culpables, inocentes o todo lo contrario

En los últimos años hemos estado participando, como observadores o como integrantes de una escalada en las relaciones violentas en nuestras sociedades. Paradójicamente, también estamos siendo testigos de múltiples mecanismos para disminuir las culpas de los delincuentes o presuntos delincuentes.

La explicación a estos esfuerzos se nos presenta, a los neófitos, como espirales infinitas ya sea desde los propios sistemas legales y judiciales o desde las ópticas sociales y médicas.

La escalada de violencia implica una sobrepoblación en las múltiples opciones que las sociedades ofrecen para el castigo, rehabilitación o reintegración social. Es decir, la población definida como delincuente, mantenida con impuestos y dineros del estado es cada vez más amplia y está rebasando las posibilidades reales de los sistemas penitenciarios. Por otra parte las opciones aplicadas no resuelven el problema porque en realidad no ofrecen opciones integrales de reincorporación a la sociedad una vez cumplida la sentencia.

En este punto, tanto los abogados como los científicos sociales y los neurocientíficos intentan entender el origen y las justificaciones que  un individuo en lo particular puede esgrimir en su defensa para sus acciones delictivas y/o violentas.

Desde la óptica social, se culpabiliza a las caricaturas, a la TV, a los videojuegos, a los ídolos musicales, a las modas de rebelión que surgen y se apagan, a las familias “disfuncionales” a las “madres trabajadoras y jefas de familia”, a medicaciones dirigidas a la homogeneidad y no a la salud y, en un grado cada vez más alarmante, a abusos sufridos en la infancia.

Aquí inicia la espiral y obviamente es una espiral infinita ya que lleva a poner las culpas en los creadores del videojuego, a las madres (que no cumplen con este rol porque deben trabajar), a la difusión musical o de modelos, a las farmacéuticas y médicos que prescriben esos  medicamentos. Si seguimos escarbando, probablemente podríamos culpar al abuelo del creador del videojuego por haber contado historias de guerra, etc.

Reconocer el componente social o médico de la violencia es importante pero ¿no estamos exagerando y eliminando de un plumazo dos criterios legales fundamentales como son la responsabilidad legal y el libre albedrío?

Si uno revisa juicios que se han llevado a cabo en los EU en los últimos 5 ó 6 años, podemos observar cómo estos conceptos de responsabilidad y voluntad individual se diluyen convirtiendo a los delincuentes en víctimas. En primer lugar, en EU, -tomo este ejemplo porque es el que está más documentado y depende de jurados de 12 pares lo cual da a esta discusión un contenido muy particular- de los delitos denunciados el 95% no llega a juicio ya sea por falta de pruebas o por acuerdos tomados entre el demandado y el sistema penal.

La cuestión del respeto a los derechos civiles, tan arraigada en la cultura norteamericana, aquí se expresa en grado supremo. La defensa de los delincuentes echa mano de cuanto recurso se le pone en frente para cumplir con su tarea, desde culpabilizar a las víctimas hasta victimizar a los culpables. Cuestión compleja si consideramos que uno de los pasatiempos fundamentales de aquella cultura norteña es demandar a quien sea por lo que sea.

Yo, decido fumar y me da cáncer y puedo demandar a la compañía tabacalera, a los anuncios de TV o a mis antepasados fumadores. ¿Y mi voluntad de fumar no cuenta? Yo soy obeso porque como KFC diario y puedo demandar por el colesterol y los triglicéridos. ¿?.

Desde el momento que una sociedad permite a los individuos no asumir su responsabilidad está permitiendo romper casi todas las reglas del juego y luego encontrar a quien responsabilizar. Es una sociedad compuesta por menores de edad sin la capacidad de decidir por ellos mismos. Determinado tipo de literatura puede ser una justificación para una acción violenta.

Como si esto fuera poco, ahora la neurociencia tiene nuevas evidencias que ofrecer: la detección y predicción de la violencia usando escaneos cerebrales, cascos para estimular o aletargar funciones del cerebro, etc. Reconozco que los avances de la ciencia se justifican siempre y cuando tengan un beneficio para la sociedad como un todo, entender al cerebro humano me parece fundamental sobre todo porque opino que es el órgano más sexy y más sensual que poseemos.

Mi problema es con el punto de partida de esta cuestión, se asume que el cerebro es un órgano mecánico y que la mente o el pensamiento que éste produce son, por lo mismo, mecánicos también.  Dicho de otro modo, el ser humano no puede tener ni voluntad ni libre albedrío porque, ya sea por genética o por surcos cerebrales está marcado desde el nacimiento y no hay nada que pueda hacer para evitar sus acciones.

¿Fascismo científico? Revisando esta literatura recordé la película “Viaje al centro de la tierra” de 1959 en la cual en una de las escenas suena una alarma y todos caminan como autómatas hacia un pozo en el que los que entren morirán.

Si la genética y el cerebro tienen ese poder ¿por qué dedicamos la vida a tratar de hacer cosas con nuestras vidas y a aprender comportamientos y actitudes? Si al final nos va a ganar nuestro mecanismo genético-cerebral ¿por qué no actuar según nuestros instintos y seguir controlándolos desde la infancia hasta la vejez?

No sé a cuantos les preocupa este rumbo que está tomando el castigo y la culpa pero yo juro que casi no lo entiendo y lo que entiendo me asusta.

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