Lado B
Wikileaks, la guerra y la verdad
Por Lado B @ladobemx
17 de septiembre, 2011
Comparte

Ignacio Escolar | tomado de la revista Orsai

@iescolar

Veintisiete de diciembre de 1917. David Lloyd George, premier del Reino Unido durante la Primera Guerra Mundial:

“Anoche escuche, en una cena que organizaba Philip Gibbs a su vuelta del frente, la más increible y emocionante descripción que he oído jamás de lo que significa la guerra. Incluso la audiencia de cínicos periodistas y políticos que estaban allí se quedó sin habla. Si la gente realmente supiera, la guerra terminaría mañana mismo. Pero no lo saben y no lo pueden saber. Los corresponsales no la escriben y la censura no deja transpirar la verdad. Lo que nos envían no es la guerra, sino una bonita postal de la guerra donde todo el mundo hace gestos heroicos. La verdad es horrible y supera los límites de nuestra tolerancia, y yo siento que no puedo seguir con este negocio sangriento”.

Philip Gibbs, el narrador capaz de conmover en una cena a los más duros políticos y periodistas, era uno de los cinco corresponsales de guerra ingleses acreditados en el frente. Sólo había cinco periodistas informando de la guerra desde la primera línea y todos ellos estaban empotrados con las tropas, bajo el control del ejército británico.

Gibbs escribía desde el frente occidental, desde las trincheras; probablemente el escenario de guerra más cruel que, hasta ahora, ha sido capaz de inventar el ser humano. Gibss mandaba sus crónicas al Daily Telegraph y al Daily Chronicle. A cambio de su acreditación, de poder estar ahí, sus textos eran censurados por el ejército inglés antes de llegar a sus lectores. A Gibss no le gustaba este acuerdo, pero lo aceptaba. Colaboraba con la censura al firmar una información que él sabía manipulada.

En 1920, cuando al fin llegó la paz, Gibbs publicó libro sobre sus experiencias en la guerra con un título revelador: “Now it can be told” (Ahora ya se puede contar). No fue una verdad molesta para el establishment inglés. Años después fue nombrado caballero real: Sir Philip Gibss.

Pero el entrecomillado del premier David Lloyd George no lo conocemos por Sir Philip Gibss. La persona que recogió el sincero testimonio del primer ministro británico durante una conversación privada entre ambos fue Charles Prestwich Scott, otro periodista, aunque esta definición se queda un poco corta. Scott era en aquel momento director y dueño del Manchester Guardian, un periódico cuyo nombre no nos dice nada hasta que sabemos cómo se llama ahora The Guardian.

Scott, además del gran director del Manchester Guardian (dirigió el diario durante nada menos que cincuenta y siete años), fue también político miembro del parlamento inglés durante dos legislaturas por el Partido Liberal, al que también pertenecía Lloyd Georges. Sea por camaradería política, por vergüenza cómplice o por sentido de estado, lo cierto es que la reveladora confesión del premier jamás salió publicada en el Manchester Guardian. Scott solo anotó la frase en su diario privado el veintisiete de diciembre de 1917. ¿Se imaginan su portada? Yo sí.

Titular a cuerpo: Lloyd George: “Si la gente realmente supiera, la guerra terminaría mañana”.

Subtítulo: El primer ministro siente que no puede “seguir con este negocio sangriento”.

Destacado: “La verdad es horrible y supiera los limites de nuestra tolerancia”.

Pero Scott jamás publicó esa noticia en vida. La portada del Manchester Guardian del veintiocho de diciembre de 1917, al día siguiente de que su director conociese la abrumadora confesión del premier, sólo tuvo una mención a la guerra en todo la primera página, un anunció en la esquina superior izquierda que decía: “compre bonos nacionales de guerra para apoyar al Reino Unido”.

El crudo testimonio del primer ministro británico no se publicó hasta medio siglo más tarde. En 1970, cuatro décadas después de la muerte de Scott –cuando Lloyd George también llevaba veinticinco años de muerto—, sus herederos recopilaron sus diarios en un libro: The Political Diaries of C.P. Scott 1911-1928. Son quinientas nueve páginas llenas de esas verdades que solo ven la luz cuando ya han dejado de ser noticia. ¿Y qué es noticia? Me quedo con la definición de Horacio Verbitsky: “Es aquello que alguien no quiere que se sepa; el resto es propaganda”. Las palabras del premier británico solo se conocieron cuando la pólvora de la noticia se había mojado, cuando ya era inofensiva y solo servia para los anecdotarios y los libros de Historia.

En cuando a David Lloyd George, contra lo que se apuntaba en su testimonio, siguió en ese “negocio sangriento” hasta el final de la guerra. El Reino Unido ganó. El precio fue  setecientos quince mil muertos ingleses. A pesas de esos momentos de debilidad, Lloyd George no dimitió. Perdió el poder unos años después, cuando su compleja coalición de gobierno se vino a pique, pero en su caída poco tuvo que ver ni la prensa ni la verdad desconocida por sus ciudadanos ni sus remordimientos por el horror de la guerra.

Claro que entonces no existía Wikileaks.

Lee el texto completo en la web de Orsai

Comparte
Autor Lado B
Lado B
Información, noticias, investigación y profundidad, acá no somos columnistas, somos periodistas. Contamos la otra parte de la historia. Contáctanos : info@ladobe.com.mx
Suscripcion