Lado B
¿Cuán solos estamos los periodistas?
Por Lado B @ladobemx
12 de septiembre, 2011
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Por Marco Lara Klahr*

Desde el Ángel de la Independencia hasta el Zócalo, con escala en la Secretaría de Gobernación, durante la anémica marcha para protestar contra la violencia hacia los periodistas [septiembre 11, 2011, Ciudad de México], en momentos regresamos con varios colegas al tópico manido de las raíces de nuestra incapacidad para organizarnos.

Esas conversaciones siempre nos dejan vacíos, son parte del mismo problema, hablar y hablar, hurgando neuróticamente en los egoísmos de los otros para ahorrarnos ahondar en los nuestros propios. Pero esta vez fue más patético, por las consignas en la marcha, del tipo de «¡Los periodistas unidos, jamás serán vencidos!», «¡No están solos!» o «¡Ni un muerto más, y menos periodista!».

No deja de ser paradójico que, trabajando para medios masivos, no podamos hacernos escuchar a través de ellos, teniendo que concurrir a unas calles donde se respira la indiferencia hacia nosotros como personas cuya profesión, ejercida de otro modo, tendría que gozar del aprecio de nuestra comunidad.

Esto exhibe lo desempoderados que vivimos como gremio en un sentido político. Esas ñoñas consignas nos embarraron en la cara que justo por no estar unidos, estamos históricamente vencidos; que estamos amarga y fatalmente solos, y que no hay razones para suponer que no sigan matándonos, ni mucho menos pretender que somos superiores a los demás como para, al mismo tiempo que demandamos su apoyo, les gritemos que si por desgracia muere alguien, esperamos no ser nosotros.

¿Cuántos periodistas acudimos a la marcha? Quizá ni 200. ¿Esta mísera capacidad de convocatoria obedece a que en el centro de la protesta se colocaron los asesinatos de Marcela Yarce y Rocío González, quienes no ejercían en la actualidad el periodismo? Es un factor, sí. ¿Qué compromisos de acción duradera y asertiva se hicieron? Ninguno. Así seguiremos en la esterilidad, cavando esa percepción de soledad que tanto nos expone.

No soy optimista en cuanto a que mejore en el mediano plazo nuestra capacidad organizativa, pero hay experiencias útiles para iluminar el camino, una de las cuales es el auto-conocimiento. Para ir articulándonos como contrapeso frente a las empresas de noticias y el gobierno, y al mismo tiempo construir la legitimidad social que tanta falta nos hace, debemos saber lo que positiva y negativamente nos identifica.

Hasta ahora hemos sido maestros en cultivar el desconocimiento mutuo. Vamos por la profesión como cofradía de extraños, imbuidos en recelos. Nuestro impulso primario suele ser la descalificación del otro, como si atomizados nos sintiéramos más seguros. Insisto, tenemos que crear los mecanismos e insumos para conocernos y reconocernos.

Ernesto López Portillo Vargas me mandó por correo electrónico el estupendo estudio «Clima de la actividad periodística en Argentina» [septiembre, 2011], patrocinado por el Foro de Periodismo Argentino, FOPEA, y gran ejemplo de iniciativa para conocer y medir las precariedades, fortalezas y desafíos de los colegas allá, como principio de cambio.

Revisar este documento —el segundo de su tipo que promueve FOPEA— sirve para entender que como gremio los periodistas argentinos no están solos, comparten un ámbito laboral y profesional, y el conjunto de preocupaciones y contradicciones inherentes, como de seguro nos ocurre a los mexicanos. Si esto es obvio, los resultados no lo son, «expresan una dura autocrítica y los condicionamientos que hoy limitan la libertad de expresión, pero también una visión esperanzadora sobre el futuro…».

Con base en una muestra de 943 periodistas, el estudio ofrece, entre los hallazgos interesantes, una reducida pertenencia a organizaciones sindicales (31%), y los bajos salarios (47%), la falta de rigor profesional (39%) y la dependencia de la publicidad oficial (38%) como los tres principales problemas que identifican los encuestados.

La mitad considera «regular» el nivel ético, aunque la mayoría (91%) dijo saber «de actitudes no éticas de colegas en el ejercicio de su profesión», mismas que «ocurrieron muchas o bastantes veces» (según el 61%), aparte de que predominan (70%) quienes dicen ni siquiera «disponer en su principal lugar de trabajo de un código de ética…».

Más de la mitad (51%) califica de «regular» el rigor profesional, en tanto que la mayoría (63%) considera de nivel «medio» la credibilidad de los periodistas y que el periodismo carece de independencia (58%); casi la mitad (42%) sostiene que en su medio «hay libertad parcial para publicar todo tipo de noticias» y la mayoría (72%) «percibió influencia del departamento comercial en la sala de redacción».

Otros indicadores muestran mala relación con el gobierno, así como presiones de funcionarios y la falta de preparación —sobre todo en tecnología digital e investigación—, pero también la esperanza de que mejoren las condiciones del periodismo.

En México podríamos añadir temas como el miedo a la violencia extrema o el impacto en la sociedad de enfoques editoriales que dañan derechos de las personas, pero no somos tan diferentes a los periodistas argentinos, ni entre nosotros. Conforme seamos capaces de ver cuánto nos parecemos, avanzaremos con todo y lo que nos distancia. No somos tan singulares como llegamos a creer, sentirnos así paradójicamente nos vulnera.

*Tomado del blog MeDios, blog del Proyecto de Violencia y Medios albergado en el Insyde

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