Lado B
La alternativa a la censura
La tentación está allí, parece siempre estarlo. La idea de descalificar, proscribir o minimizar lo que no encaja en nuestros sistemas de valoración, puede ser bastante frecuente a la hora de juzgar contenidos mediáticos.
Por Lado B @ladobemx
28 de agosto, 2011
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Hugo León Zenteno*

La tentación está allí, parece siempre estarlo. La idea de descalificar, proscribir o minimizar lo que no encaja en nuestros sistemas de valoración, puede ser bastante frecuente a la hora de juzgar contenidos mediáticos. De entrada, esta discriminación aparecería como necesaria ante la excesiva oferta cotidiana de mensajes, tanto mediáticos como hipermediáticos, sin embargo, es conveniente distinguir cómo este mecanismo de descarte funciona de manera diferente en el nivel social y en el nivel individual.

El gusto, como una noción que nos acerca o nos aleja de la diversidad de estímulos externos que nos rodean, se conforma a partir de factores muy dispares, que tienen que ver con nuestros atributos innatos, con nuestras experiencias personales y con lo que aprehendemos del mundo a lo largo de los años. Por ello, el gusto es algo que esencialmente parte del individuo y su circunstancia exclusiva, de manera que su traslado al plano colectivo es un proceso complejo por la simple divergencia de preferencias que cada individuo posee.

No obstante esta dificultad, es común que existan pretensiones por generalizar las apreciaciones sobre lo que es adecuado o no en términos de consumo mediático, es decir, que se pugne a favor de uno u otro contenido con el argumento de que es mejor. El riesgo aquí, me parece, se presenta en dos vertientes:

– Una intención unificadora conlleva un tono impositivo, al pretender establecer ciertos conceptos como universalmente válidos. Y nadie cuestiona la necesidad de que hagamos elecciones con respecto a la multiplicidad de mensajes a los que estamos sujetos sino que estas decisiones sean hechas por otros… ¿por qué me debe gustar a mí lo que te gusta a ti?

– Los temas o tratamientos no concordantes con estas ideas prevalecientes pueden ser censurados, lo cual estriba severas implicaciones en términos de la libertad de expresión y por ende en la necesaria deliberación para favorecer entornos más democráticos.

Además, es pertinente reflexionar sobre otras consecuencias que vienen emparejadas con la censura, como el hecho que convierte en tabú aquéllo en lo que incide, lo que a su vez genera una innegable -y en ocasiones irresistible- atracción, sobre todo en los públicos más jóvenes.  Y no podemos olvidar que estos grupos sociales tienden a desafiar lo prohibido, no sólo porque cuestionan los mecanismos para elaborar los juicios que producen estas etiquetas, sino porque el proceso aparece como una cuestión de desaprobación social.

La alternativa, por supuesto, es fomentar que juzguen por ellos mismos; que cada integrante de la audiencia tenga la posibilidad de plantear (y plantearse a sí mismo) las razones de sus gustos y de sus decisiones. La media literacy, finalmente, es la herramienta para hacer esto posible, para concretar esta sencilla premisa: en la diversidad está la riqueza.

*Académico en las áreas de Periodismo y Comunicación. Actualmente es profesor en la Escuela de Periodismo de la UPAEP y en la Universidad de las Américas Puebla. Sus áreas de interés profesional son: recepción crítica de medios, hipermedios y noticias; análisis del mensaje periodístico en diarios nacionales e internacionales; ciberperiodismo; análisis y consultoría sobre arquitectura de información, usabilidad y calidad semántica en websites. Vive en la ciudad de Puebla; gusta del arte, el beisbol, el chocolate y la lluvia.

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