Paloma Villalobos Preciado

El músico argentino Gustavo Cerati cumplió el 11 de agosto 52 años. Lamentablemente, a raíz del accidente cerebrovascular que sufrió en 2010, sus últimos dos cumpleaños han pasado mientras él permanece en estado de coma. Las últimas noticias no revelan cambios significativos en su estado de salud. Sin embargo, para mí es claro que todos aquellos que hemos transitado entre la juventud y la adultez en compañía de su música lo tenemos presente.

Personalmente puedo decir que la música de Cerati ha sido un referente durante casi toda mi vida. Es, como se dice por ahí, parte integral de mi soundtrack.

El primer recuerdo que tengo de él se remonta a mediados de los años 80, yo era una niña de 8 o 9 años y mis primos más grandes (entre 16 y 20 años) estaban a cargo de mi “educación musical”. Por esas fechas se fueron en bola a un concierto de Soda Stereo. Por supuesto, debido a mi corta edad, no me llevaron, pero a partir de entonces supe de la existencia de esa banda argentina. Era la época de Rock en tu idioma, y yo lo mismo escuchaba a Soda Stereo que a Caifanes, Neón, Raúl Porchetto o Git .

Con el paso del tiempo las canciones de Soda conservaron su lugar en viajes, fiestas, rompimientos amorosos y borracheras cantando a gritos «Música ligera» o «Persiana Americana».

Sin embargo, los discos de Cerati en solitario son los que me han acompañado durante muchos años y épocas diversas. Fue a mediados de los noventa, recién había entrado a la universidad y me sentía muy feliz estudiando letras, cuando conocí Amor Amarillo, su primer disco como solista. Se lo robé a un amigo que a su vez se lo robó a alguien más. Llegó a mis manos como un cassette rotulado con plumón, una de esas misteriosas copias de otras copias de un original perdido en el pasado de las grabadoras de doble deck. Escuché esa cinta hasta que algún otro vivo me la robó a mí. Durante mucho tiempo extrañé y reinventé ese disco en mi cabeza.

Foto: Nora Lezano

Años después, no sé cuántos, pero varios, cuando yo ya era editora de periódico y tenía un mínimo sueldo que me permitía darme ciertos lujos, encontré el cd original. El disco me salió carísimo, pero fue dinero bien gastado, una vez más lo escuché y lo escuché hasta el hartazgo. Ahora ese disco está perdido nuevamente, pero sobrevive digitalmente en mi computadora y no es raro que forme parte de las listas de mi Ipod. Todavía me gusta escucharlo porque me llena de nostalgia, es un disco ligero, luminoso y dulce, ideal para escuchar mientras manejas. También sienta bien en épocas de tristeza y / o enamoramiento.

Historias similares a esta han tenido mis otros discos del músico argentino. No recuerdo cuando escuché por primera vez Colores Santos, otro de los grandes favoritos, realizado en conjunto con Daniel Melero. Alguna vez lo compré, lo presté y lo perdí. De ahí las canciones «Pudo ser» y «Pero hoy ya no soy yo» me parecen buenísimas. Sexys y misteriosas. También sobreviven digitalmente.

Bocanada, que recibí como regalo de navidad, fue robado junto con un montón de discos más en Mazunte. Desafortunadamente, a excepción de canciones sueltas, nunca fue recuperado.

El último disco de Cerati que llegó a mis manos, una copia pirata, lo confieso, corresponde a los 11 Episodios Sinfónicos, pero la verdad, a riesgo de ser linchada por las hordas de fans, debo reconocer que ese disco nunca me gustó mucho. Creo que nunca lo comprendí, tal vez debería escucharlo de nuevo.

Si no mal recuerdo fue en el 2006 cuando Cerati se presentó en el Auditorio Nacional, aunque me quedé con las ganas de escuchar algunas de mis rolas favoritas, fue un concierto memorable. Fue una velada que recuerdo mucho porque se transformó en una gran fiesta hasta el amanecer que terminó en un antro punk.

Mientras escribo este texto he estado escuchando el imprescindible Comfort y música para volar que Soda Stereo grabó en 1996 y noto, no sin horror, cuánto tiempo ha pasado.

Entre toda esta nostalgia se me ocurre que es buena idea conseguir los últimos discos de solista que grabó Cerati: Seguramente esa es una buena manera de mantenerlo como parte del soundtrack de los próximos 20 años.