Lado B
En esta esquina, ¡la biblioteca!
Por Alonso Pérez Fragua @fraguando
02 de octubre, 2019
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#Binario #Netflix

Cuando hablamos de la competencia de un producto o servicio, pensamos primero, y sobre todo, en sus similares: las otras marcas de cigarros, los otros establecimientos de café, las otras compañías de telefonía celular e internet. Sin embargo, más allá de la competencia directa, las industrias culturales, especialmente, tienen un duelo con otro tipo de experiencias u objetos. Es decir, el dinero que podríamos invertir en un libro, quizá lo ponemos en unas cervezas, o el tiempo que necesitamos para ver una película preferimos usarlo en asolearnos en la playa, hacer deporte o tomar un café con lxs amigues.

En la entrega anterior escribí sobre las condiciones reales que imperan en ciertos países como Cuba cuando se trata de usar Netflix o servicios de streaming  o descarga de video en general. No obstante, incluso cuando la economía y la infraestructura tecnológica favorecen a otros rincones del mundo, el dinero así como el tiempo de los usuarios potenciales de las compañías de streamingpueden irse a la “competencia”[1].

Hace poco me mudé a Nimes, una ciudad pequeña o un pueblo grande, según se vea, del sur de Francia[2]. Las primeras dos semanas, la falta de conexión a internet en casa y esasotras condiciones de las que quiero discutir ahora, hicieron que mi consumo de Netflix y de Spotify fuera inexistente. Eso hizo preguntarme, ¿cuál es el panorama que enfrentan los servicios digitales de música y video[3]en este lugar que se vanagloria de ser “el país de la excepción cultural”?

Una experiencia previa en Toulouse, hace casi 10 años, aunado a lo que he vivido ahora, me indican que un rival a observar es la red pública de bibliotecas, con sus catálogos variados de CDs y de películas y series en DVD y BlueRay (¡y algunas hasta con materiales en VHS aún!). Pero tampoco hay que olvidar una serie de condiciones generales que hacen la existencia cotidiana más agradable y que –quizá– inhiban nuestra necesidad de escapar a la realidad a través de ficciones televisivas o fílmicas. Me refiero al acceso a parques, áreas verdes, bordes de ríos y plazas públicas que invitan a socializar o a pasar el tiempo con amistades y familia. Ante todo esto, la duda se impone, ¿en verdad vale la pena pagar por una plataforma de streaming de música o video en este país?

Si bien estos últimos aspectos de confort cotidiano me parecen importantes, me quiero concentrar ahora en ese otro rival que enfrentan Netflix y compañía en Francia. Una búsqueda de todos los materiales designados como “FILM” en el catálogo electrónico del sistema de bibliotecas de París, arroja 77 mil 326 materiales, disponibles entre los 57 centros de préstamo repartidos en toda la ciudad. Si solo queremos tomar prestados materiales de lectura, la credencial es gratuita, mientras que la anualidad de 61 euros nos dará derecho a llevar a casa DVDs y CDs.

Discos prestados de la Biblioteca Central de Nimes / Foto: Alonso Pérez Fragua

Los ejemplos de las capitales de casi cualquier país son, las más de las veces, poco representativos. París no es la excepción. Empezando por el precio, el caso de Toulouse, cuarta ciudad más grande del país[4], ayuda a comprender mejor lo que sucede por estos lares. Solo en su biblioteca central, José Cabanis, encontramos 25 mil 658 títulos de ficción, entre los que hay películas de acción real, animación y programas de TV. De su lado, el catálogo de música en formato de disco compacto incluye 47 mil 655 resultados. El costo de la membresía anual de esta, la biblioteca mejor dotada de los 26 recintos de los que dispone la llamada “Ciudad Rosa”, es de 17 euros con la tarifa normal[5]. Para los menores de edad, estudiantes, desempleados, personas de la tercera edad o de otros grupos específicos, ese costo puede bajar considerablemente.

Veamos ahora el caso de Nimes. De acuerdo con el catálogo en línea que concentra el material de las cinco bibliotecas de toda la ciudad, el acervo de DVDs tiene 13 mil 054 títulos e incluye películas de ficción y documentales, así como animaciones, dejando fuera los DVDs musicales. Por su parte, la cifra de CDs con música de todas las épocas y géneros se eleva a 59 mil 761 títulos. La anualidad aquí es de 15 euros e igual se pueden obtener descuentos. Mi hija, por ejemplo, tiene su propia credencial, la cual fue gratuita. Combinada con la credencial de mi esposa, la familia puede tomar prestados, por hasta tres semanas, 12 libros, 12 cómics, 12 audiolibros, 12 revistas, 12 partituras musicales, 12 CDs, 6 películas de ficción o animadas en DVD, 6 documentales en DVD, 6 DVDs musicales, 6 CD-ROM o DVD-ROM, 6 discos en vinil. La credencial de la niña, evidentemente, tiene restricciones debido a su edad, pero incluso así, hace unos días, me traje a casa una comedia de Lars Von Trier (sí, también puede hacer reír este tipo), titulada The Boss of it All (2006), aunque el sistema me rechazó el préstamo de Los idiotas(1998), de la etapa Dogma95 de este mismo realizador danés.

Hablamos entonces de que en ciudades como Toulouse y Nimes, por menos de 1.5 euros al mes tenemos una gran variedad de películas, música y materiales de entretenimiento en general, contra una tarifa mensual del paquete básico de Netflix de 7.99 euros, el estándar de 10.99 o el premium de 13.99. Y si lo que queremos es ahorrarnos las interrupciones cada 20 minutos en Spotify, habrá que pagar 9.99 euros al mes. En total, entonces, el desembolso mensual, solo de estas dos plataformas, sería de entre 17.98 y 23.98 euros.

Es cierto que la diferencia entre la biblioteca y cualquier opción de streamingestá en la disponibilidad. En la primera, a veces hay que esperar semanas para que devuelvan el material que queremos o puede ser que este se encuentre en una biblioteca fuera de nuestro barrio o zona habitual; amén de que es más cómodo el quedarnos en casa y solo presionar play. A pesar de esto, a mucha gente no le quedará más remedio o preferirá el ahorro que representa la biblioteca, si bien siempre podemos pedir “prestada” una cuenta de Netflix, HBO GO o similares. También es verdad que, en particular con las series, la oferta no es tan grande en las bibliotecas, pero encontraremos una amplia e interesante selección de películas de ficción y documentales: clásicos, cine de autor, cortometrajes y largometrajes de animación, obras extranjeras (por ejemplo, ya le eché ojo a un par de películas mexicanas como Alamar(2009), de Pedro González-Rubio, la cual no he visto y que no recuerdo que pasara por la cartelera en Puebla, y si lo hizo, seguro no superó la semana).

Si comparamos este contexto con el mexicano, la cosa es muy distinta, al menos desde mi experiencia poblana. Si lo nuestro es la cinefilia o la adicción a las series, las alternativas a las salas de cine o al streaming y la descarga legal o ilegal, son más limitadas. Es decir, salvo contadas excepciones que, sinceramente yo desconozco, las bibliotecas en México son espacios de acercamiento a materiales de lectura, pero con un acervo audiovisual y musical escaso o inexistente.

Aunque mi memoria me indica que en la IberoPuebla y en la UDLAP existía una colección de películas, al menos una búsqueda en sus catálogos en línea me muestran que han desaparecido. Misma historia al entrar a la página de Bibliotecas BUAP. En el caso de la universidad jesuita, eso sí, es posible saber que cuentan con “una colección de diversos géneros musicales que sirven como apoyo académico y de esparcimiento” que asciende a 1,551 discos compactos, mientras que la página de la BUAP indica que hay préstamo de videojuegos. Sin embargo, a menos que seamos alumnos o empleados de algún tipo de alguna de estas instituciones, todos estos acervos no serán para nosotrxs.

De las bibliotecas públicas no hablo pues la verdad conozco muy poco, pero sospecho, por desgracia, que ni sus acervos de libros y, si los tuvieran, de materiales audiovisuales, son dignos rivales de las alternativas de entretenimiento en línea que incluyen no solo a plataformas como las antes mencionadas, sino también a la que ofrece la mayor cantidad de contenido y además gratuito: YouTube.

Al final, los factores para acercarnos a un libro, una película, un museo o cualquier actividad o producto cultural son muchos y muy variados. No obstante, me queda claro que el acceso y el costo están entre los principales. Y ustedes, ¿cuándo fue la última vez que prefirieron tomar prestado material de una biblioteca mexicana en lugar de hacer binge-watching?

***

[1]En su libro Netflix Nations. The Geography of Digital Distribution(New York University Press, 2019), el investigador australiano Ramon Lobato habla de que, además de una buena conexión de internet y del poder adquisitivo y la tarjeta bancaria para pagar la mensualidad del servicio, un cliente de Netflix “debe” ser parte de una comunidad o tradición familiar donde se privilegie o valore el consumo y el entretenimiento en espacios cerrados, como el hogar. Asimismo considera que las condiciones espaciales y tecnológicas dentro del hogar podrían ser determinantes para consumir más series y películas en Netflix: una buena pantalla, un sistema de sonido potente y un mobiliario cómodo en el cuarto o sala podrían contribuir al binge-watching frecuente.  

[2]De acuerdo a la alcaldía de Nimes o Nîmes, por su nombre en francés, sus 161.8 kilómetros cuadrados albergan a poco más de 150 mil habitantes, ocupando así el lugar número 18 en la lista de los centro urbano más grandes del país.

[3]De acuerdo a la edición 17 de Le guide des chaînes (La guía de medios audiovisuales), publicada por el Ministerio de Cultura francés en abril de 2019, además de la compañía con base en Los Gatos, California, el público francés tiene acceso, entre otros servicios o plataformas, a Amazon Prime Video, HBO (en diversas modalidades), Canal +, Paris Première, YouTube Premium,ARTE TV, MUBI y Crunchyroll.

[4]De acuerdo a información oficial de 2017, Toulouse era la ciudad de mayor crecimiento poblacional en toda Francia, con más de 470 mil habitantes, superada solo por París, Marsella y Lyon.

[5]La red de Toulouse incluye bibliotecas, en el sentido más tradicional, con acervos principalmente de libros y otros materiales impresos, y las mediatecas, que ofrecen además juegos de mesa y juguetes, entre otros objetos. En el caso de la Mediateca José Cabanis es posible acceder a instrumentos musicales para uso en el lugar y para préstamo externo, consolas de videojuegos (en el lugar) y una “granoteca”, inaugurada a principios de 2015. Se trata de un espacio sin mediación del propio recinto, donde se intercambian libremente granos. Basado en la honestidad, la expectativa es que por cada salida de producto, se deje otro tanto equivalente de otro tipo de grano.

 

*Foto de portada: Alonso Pérez Fragua

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Autor Lado B
Alonso Pérez Fragua
Alonso Pérez Fragua es periodista, gestor cultural y eterno aprendiz de las cosas del arte y del mundo. Actualmente realiza estudios de maestría en Estudios Culturales por la Universidad Paul Valéry, de Montpellier; su tesis tiene a Netflix y a las tecnologías digitales como objetos de estudio. En México cursó una maestría en Comunicación y Medios Digitales, y una especialidad en Políticas Públicas y Gestión Cultural. Melómano, bibliógafo, cinéfilo, maratonista de series, wikipedista y un poco neurótico. Lo encuentras en Twitter e Instagram como @fraguando.
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