Lado B
Salir al mundo y aprender a vivir
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
14 de mayo, 2019
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Imagen de Sasin Tipchai en Pixabay

Martín López Calva

La educación consiste en salir al mundo y aprender a vivir allí.  Pero hoy se ha transformado en salir al mercado de trabajo y aprender a ganarse la vida.

Carlos Skliar

Hoy se celebra en México el Día del maestro, lo cual significa muchas cosas en un país en el que la docencia ha tenido una historia muy compleja y contradictoria; donde los docentes han transitado de la visión idílica que los nombraba “apóstoles de la educación” a la descalificación radical –y en buena parte carente de sustento– que los señala como “activistas”, “marchistas”, “huelguistas” y otros calificativos similares.

De modo que resulta obligatorio dedicar esta Educación personalizante a celebrar y homenajear a los docentes del país, quienes más allá de etiquetas y debates, y a pesar de la muy lamentable pérdida de estatus social que han sufrido en las últimas décadas, siguen siendo actores fundamentales para la construcción del país democrático, pacífico, justo, incluyente y dinámico que seguimos soñando pero continuamos siendo incapaces de impulsar.

¿Cómo celebrar con un escrito a los maestros y maestras en su día?

Podría intentar escribir una especie de panegírico y citar poemas cursis que exaltan la figura del maestro como un ser cuasi perfecto, como venido de otro mundo, que dedica toda su vida a cincelar el carácter de las nuevas generaciones.

Algo como esa Oración de la maestra de Gabriela Mistral que asume la labor docente a partir de la visión cristiana de Jesús como el “Maestro” con mayúscula:

“¡Señor! Tú que enseñaste, perdona que yo enseñe; que lleve el nombre de maestra, que Tú llevaste por la Tierra […] Dame el amor único de mi escuela; que ni la quemadura de la belleza sea capaz de robarle mi ternura de todos los instantes”.

Podría también hacer una especie de discurso oficial como el que las autoridades o los líderes sindicales usan para quedar bien y ganar la voluntad del magisterio que se traduzca en votos y apoyos políticos.

Por ejemplo, algo como lo que dijo la exlideresa del SNTE en su discurso del día del maestro en el año 2012 en que estaba en el apogeo de su poder:

“La fuerza de los maestros de México está y estará, siempre con las grandes causas de la nación, particularmente con aquella que nos es tan entrañable y que tomamos como nuestro mandato fundacional: por una educación de calidad al servicio del pueblo”.

Cabría también la opción políticamente correcta, la que me posicionara entre los sectores “progresistas” que abundan en las redes sociales para ganar el aplauso y los likesy retuits, tan anhelados hoy en día, para experimentar la sensación de que lo que uno hace tiene sentido.

Podría entonces ser crítico y unirme al coro de los que en cada día de fiesta publican encendidos reclamos basados en la afirmación: No hay nada que celebrar.

En esta opción tomaría algún texto pesimista y amargo como el de George Steiner: “Estoy asqueado por la educación escolar de hoy, que es una fábrica de incultos y que no respeta la memoria”.

En esta línea pseudo crítica, podría tomar solamente una de las tres opciones que plantea este gran escritor contemporáneo y citar su afirmación respecto a que existen maestros que han destruido a sus alumnos en lo psicológico e incluso, en algunos casos, en lo físico; que han quebrantado su espíritu y consumido sus esperanzas, aprovechándose de su dependencia y de su individualidad. Tomar a estos maestros que, según Steiner, son vampiros en el ámbito del alma como si fueran la norma de la educación actual.

Sin embargo, esta interpretación sesgada ignoraría lo que el mismo intelectual franco-estadounidense afirma respecto a la existencia de estudiantes o discípulos que también tergiversan, traicionan y destruyen a sus maestros.

Ignoraría también el tercer escenario que señala Steiner, el cual habla de una relación pedagógica entre maestro y alumno donde surgen el afecto y la confianza, e inclusive la amistad, en el sentido más elevado de la palabra. Maestros inspiradores de superación y desarrollo en sus alumnos, que transmiten no solamente conocimientos sino, sobre todas las cosas, su propio testimonio. Son maestros que dominan su materia y lo demuestran cotidianamente ganándose así la autoridad frente a su grupo. Se trata de profesores que también aprenden de sus alumnos y se dejan moldear por la interrelación con ellos, en un proceso de donación recíproca.

Esta es precisamente la relación pedagógica constructiva y digna de celebración en este día del maestro. La relación en la que una persona real que ejerce la docencia –no un ser ideal y estatuizado como el de Mistral, no un arquetipo político como el de Gordillo–, que siente el llamado de la práctica, como afirma Hansen, responde activa y responsablemente a este llamado para encontrarse con otra persona real que siente el deseo de aprender y crecer.

A este maestro real, concreto y comprometido es al que deseo dirigir hoy mi reconocimiento. Al maestro que en un contexto en el que la educación mercadizada se ha vuelto una capacitación para ganarse la vida relacionándose con el mercado de trabajo sigue empeñado en educar; es decir, en invitar a cada discípulo a salir al mundo para aprender a vivir allí.

Al maestro que, a pesar de los vaivenes y los golpes de la política que instrumentaliza a la educación para ganar votos y clientelas partidistas, sigue convencido de su compromiso como agente de transformación de la sociedad en crisis.

A todos estos docentes que día a día son capaces de lidiar con el desánimo y la frustración que les propinan las condiciones inadecuadas en las que trabajan, así como la apatía de las nuevas generaciones y la poca valoración por parte de los padres de familia y la sociedad en general.

Muchas felicidades hoy a todos los maestros que siguen cultivando y desarrollando su vocación, esto es, su capacidad de seguir encontrando en su tarea cotidiana razones para vivir y crecer como personas y profesionistas, e igualemente motivos para luchar por una sociedad mejor.

A todos ellos, ¡Feliz Día del maestro!

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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