Lado B
Aprender a estar ahí
Saber “estar ahí”, esta es la capacidad esencial para poder emprender un proyecto de vida personal, familiar, ciudadano, humano
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
11 de diciembre, 2018
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estar ahí

Foto tomada de Pexels

Martín López Calva

            “… es necesario aprender a ‘estar-ahí’ en el Planeta. Aprender a estar-ahí quiere decir: aprender a vivir, a compartir, a comunicarse, a comulgar; es aquello que sólo aprendemos en y por las culturas singulares. Nos hace falta ahora aprender a ser, vivir, compartir, comulgar también como humanos del Planeta Tierra. No solamente ser de una cultura sino también ser habitantes de la Tierra. Debemos dedicarnos no sólo a dominar sino a acondicionar, mejorar, comprender”

Edgar Morin. Los siete saberes necesarios para la educación del futuro, p. 36.

Saber “estar ahí”, esta es la capacidad esencial para poder emprender un proyecto de vida personal, familiar, ciudadano, humano.

Saber estar en la propia piel, en el propio cuerpo, en las circunstancias propias que nos tocan vivir, en el mundo en el que hemos nacido y al que tenemos que responder. Saber estar en la comunidad familiar en la que nacemos y crecemos, la que nos determina en nuestros genes –aunque no por nuestros genes, como bien afirma Morin– para poder desarrollarnos lo más armónicamente posible; para aprender a construir esos “nosotros” libremente elegidos sin los que nos sería imposible vivir. Saber estar en la sociedad que está en nosotros, en esa comunidad amplia, dialéctica y desafiante en la que nos toca participar, construyendo justicia para hacer viables los proyectos de felicidad de todos. Saber estar, finalmente, en el planeta que habitamos y nos habita; un minúsculo punto en la inmensidad del universo que, sin embargo, es el centro de nuestra propia cosmovisión, el horizonte más amplio en el que nos sentimos seguros y vivos.

Como afirma el pensador planetario, aprender a estar ahí quiere decir aprender a vivir y a convivir –compartir, comunicarnos, construir comunión con los demás– y esto lo aprendemos, solamente, como animales simbólicos que somos, en y por la cultura concreta en que nacemos y vivimos. Pero, al aprenderlo, tenemos también que adquirir la capacidad de escalarlo para poder aprender igualmente a ser, a vivir, a compartir-nos y a comunicar-nos, a comulgar como humanos con todos los seres humanos del Planeta Tierra.

Porque no somos solamente seres individuales y sociales, somos también sujetos planetarios, ciudadanos del mundo, llamados a construir la Tierra-Patria, tarea que implica no solamente dominar sino sobre todo acondicionar, mejorar, cuidar y comprender esta patria común.

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Foto tomada de Pxhere

            “Estamos comprometidos con la humanidad planetaria y en la obra esencial de la vida que consiste en resistir a la muerte. Civilizar y solidarizar la Tierra; transformar la especie humana en verdadera humanidad se vuelve el objetivo fundamental y global de toda educación, aspirando no sólo al progreso sino a la supervivencia de la humanidad. La conciencia de nuestra humanidad en esta era planetaria nos debería conducir a una solidaridad y a una conmiseración recíproca del uno para el otro, de todos para todos. La educación del futuro deberá aprender una ética de la comprensión planetaria”

Edgar Morin. Los siete saberes necesarios para la educación del futuro, pp. 37-38.

Aprender a estar ahí implica construir los conocimientos y desarrollar los saberes necesarios para cumplir con esta tarea de cuidado del mundo que nos compromete con toda la humanidad y nos implica en la preservación de la vida y la resistencia a la muerte como agentes civilizadores y solidarizadores de la Tierra.

Todos los sujetos humanos individuales, todas las comunidades humanas concretas de todas las culturas tienen este compromiso de transformar a la especie humana en verdadera y auténtica humanidad. Como afirma el padre del pensamiento complejo, este es hoy el objetivo fundamental y global de toda educación para lograr, en primer lugar, la supervivencia; en segundo lugar, la conciencia; y, en tercer lugar, el progreso de nuestra humanidad entendida como destino común. Es por ello que la educación del futuro –o mejor dicho: la educación del presente– tiene que contener como componente fundamental una ética de la comprensión planetaria, una ética del género humano.

La educación para “estar ahí”, en el cuidado y el desarrollo planetario. La educación que desarrolle esta ética de la comprensión planetaria tiene que contener el desarrollo de cuatro grandes dimensiones de la conciencia: la conciencia antropológica que nos lleve a reconocer la unidad en la diversidad de los seres humanos; la conciencia ecológica que desarrolle el reconocimiento de habitar con todos los demás seres vivos en la biosfera, lo cual conlleva abandonar “el sueño prometeico del dominio del universo”; la conciencia cívica terrenal que desarrolle la responsabilidad y la solidaridad con todos; y, finalmente, la conciencia espiritual de la condición humana que, como afirma el mismo autor, “nos permite a la vez criticarnos mutuamente, auto-criticarnos y comprendernos” entre nosotros.

Un eje básico del desarrollo de estas cuatro dimensiones de la conciencia humana a partir de la educación para “estar ahí”, es la enseñanza que lleva a las nuevas generaciones a dejar de oponer “el universo a las partes” para desarrollar una nueva óptica que lleve a ligar “de manera concéntrica nuestras patrias familiares, regionales, nacionales y a integrarlas en el universo concreto de la patria terrenal”.

Hugs, Unity, Friend

Foto tomada de Max Pixel

Dejar atrás la idea de la superioridad de una cultura sobre otra, o de una raza o creencia sobre otra, para caminar hacia un diálogo intercultural que parta del reconocimiento de que todas las culturas tienen virtudes y valores, experiencias y sabiduría, y todas tienen también carencias e ignorancias que hay que superar. Este paso implica el avance no del dogmatismo al relativismo cultural sino de las visiones cerradas y etnocéntricas a la perspectiva del diálogo inteligente, crítico y ético que genere un compromiso colaborativo para el desarrollo de la humanidad.

“Me doy cuenta de que si fuera estable… y estático, viviría en la muerte. Por consiguiente, acepto la confusión, la incertidumbre, el miedo y los altibajos emocionales porque ese es el precio que estoy dispuesto a pagar por una vida perpleja, fluida y excitante”

Carl Rogers

 

En el nivel psicológico, creo que esta educación para “estar ahí”, la educación de seres planetarios tiene mucho que ver con esta cita del padre del Enfoque centrado en la persona en los campos de la Psicología y de la Educación, porque se trata de una educación que es necesariamente disruptiva: rompe con la seguridad que hace que las personas se refugien en la estabilidad y permanezcan estáticas, es decir, según Rogers, que vivan en la muerte.

En efecto, la educación para “estar ahí” produce una apertura para aceptar la confusión, la incertidumbre, el miedo y los altibajos emocionales porque logra que los educandos estén dispuestos a pagar este precio para mantenerse vitalmente activos y construir una vida perpleja, fluida y excitante.

Nos acercamos al final de un año más en el calendario. Este sería un buen momento para preguntarnos si de verdad estamos educando a nuestros niños y jóvenes para aprender a “estar ahí”.

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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