Lado B
¿A cambio de qué compiten los periodistas entre sí?
Antes de las redes sociales y de la inmediatez de la información, en las empresas periodísticas todavía existían filtros, es decir, había editores que se encargaban de ser las guías en las construcción de la información
Por Susana Sánchez Sánchez @
25 de febrero, 2018
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Susana Sánchez Sánchez

@multiplesvoces

Antes de las redes sociales y de la inmediatez de la información, en las empresas periodísticas todavía existían filtros, es decir, había editores que se encargaban de ser las guías en las construcción de la información, pese a que el protagonista principal era, para bien o para mal, el periodista o reportero.

Los editores eran una suerte de jueces que se dedicaban a elegir el mejor material, en relación al rigor del trabajo periodístico y también a los intereses del medio de comunicación. Para lograrlo, el editor debía ser uno de los elementos mejor preparados del equipo periodístico, pues al ser un filtro, tenía que cotejar la veracidad de la información o posibles plagios.

No es que en la actualidad los editores hayan muerto, pero sí escasean, en gran parte porque en el capitalismo avanzado (neoliberalismo) la tendencia de las empresas va encaminada a aglomerar actividades en un solo sujeto a cambio del mismo ingreso, es decir, el reportero o periodista absorbió múltiples tareas, entre ellas la del editor, a cambio de un ingreso económico equivalente a sola actividad (no a varias).

En el caso particular del periodismo, uno de los estragos de estas dinámicas de trabajo multitareas ha sido la competencia atroz entre pares por la (auto)explotación laboral, pues circula el discurso que defiende la competencia para acceder o mantenerse en el mundo laboral, cuando en realidad ese tipo de prácticas alimenta el trabajo precario, cuya salida no depende únicamente de los periodistas sino también de una responsabilidad empresarial que le permita a los trabajadores hacer lo que saben y remunerarles esa actividad, mas no alimentar la explotación en nombre de la preparación profesional.

Otro problema al dejar en manos de una sola persona múltiples tareas es la generación de productos de baja calidad, pues los reporteros graban, toman fotos, hacen infografías, toman nota de los hechos, preguntan, investigan y comparten información en sus redes sociales, todo casi al mismo tiempo. ¿Cuál es el resultado? Con tantas cosas que tiene que hacer el reportero o periodista, a veces no se logra un producto medianamente bien, sin embargo, la información se publica y genera tendencias o sesgos en la opinión pública.

Los editores solían ser una suerte de reposo para reflexionar qué sería publicado, claro, también se generaban tendencias o sesgos, pero eran mucho más conscientes en relación a la línea editorial del medio y al ambiente social, político y económico; ahora parece que los medios informativos no se sientan ni un ratito a pensar qué es lo que van a publicar y qué tendencias podrían encaminar. Por ejemplo, las etiquetas de las noticias con los famosos #lady y #lord, a veces recrudecen la discriminación y la falta de contextualización descomunal en la información repercuten en la desinformación y, sin embargo, ese tipo de noticias se vuelven treding topic.

En general los medios de comunicación masiva transforman las realidades para mal o para bien de una sociedad. La Organización de las Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos coinciden en que una de las funciones de los medios de comunicación es la de informar y ser espacios de intercambios de ideas, apelando con ello a la libertad de circulación de información, también subrayan que la labor de los estados frente a los medios de comunicación radica en garantizar la libertad de expresión, mientras que los medios de comunicación tienen la obligación de proporcionar datos fidedignos a una sociedad; no obstante con la falta de filtros, la inmediatez por delante y la competencia atroz entre periodistas por ser el mejor (auto)explotado con multitareas, ha llevado al ejercicio periodístico a apostar por la sociedad del espectáculo que, por desgracia, en México funciona muy bien.

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