Lado B
Panamá: La conquista del Atlántico
na carretera que atraviesa territorios indígenas es la primera fase de un proyecto extracitivista que amenaza una de las últimas reservas de bosque primario en el corredor biológico mesoamericano. Presión sobre la tierra, Panama Papers y resistencia ancestral.
Por Lado B @ladobemx
28 de enero, 2018
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Guido Bilbao | Connectas.org

1502. Cuarto y último viaje de Cristóbal Colón a las Américas. Cuatro carabelas con ciento cuarenta tripulantes. Tardaron dos meses en cruzar el Atlántico. El Caribe los recibió con tormentas huracanadas y olas de cinco metros. Se refugiaron en el actual archipiélago de Bocas del Toro, en el occidente panameño. Colón quedó fascinado con esa bahía inmensa y serena, colmada de delfines. La bautizó con su nombre: Almirante a la Bahía y Colón a la isla principal. Buscaba un paso hacia el océano Pacífico.

Los indígenas de la zona llegaron en canoas con frutos y obsequios. Los españoles solo tenían ojos para las láminas de oro que llevaban como collares. Les preguntaron de dónde las sacaban. Les contestaron que a un par de días de navegación, hacia el oriente, podía encontrarse «oro infinito». A ese lugar, los nativos Gnäbes y Buglé, lo llamaban Veraguas.

Los europeos pusieron proa hacia allí y decidieron fundar un asentamiento en la desembocadura de un río al que bautizaron Belén. Convencieron a los indígenas para que los llevaran a sus minas. Apenas ingresaron al bosque veían brillar piedras en las raíces de los árboles. Podían conseguir oro revolviendo la tierra con las manos. Colón escribió para los reyes de España:

Los adelantados decidieron pasar al ataque y capturaron al cacique. Mientras lo trasladaban en un bote, atado de pies y manos, lograría lanzarse al río y sobrevivir. De inmediato organizó a sus hombres para el contraataque y a fuerza de flechazos obligaron a los invasores a volver al mar.

Nacía entonces el mito negro del «oro infinito» que seguiría vivo, siglo tras siglo, hasta llegar al día de hoy. Después de 515 años de la llegada de Colón, se vuelve a lanzar una campaña que crece silenciosamente y compromete la vida de decenas de comunidades en uno de los últimos pulmones de bosque primario de Panamá en el corredor biológico mesoamericano. La amenaza es un proyecto extractivista que incluye hidroeléctricas, megaminería, una red de transmisión eléctrica para exportar energía a la región y decenas de kilómetros de caminos e infraestructura en bosques protegidos. Todo comienza con una trocha de treinta y dos kilómetros de asfalto que terminará de comunicar la carretera panamericana con el Caribe. Es un proyecto que el estado panameño bautizó, con sensibilidad de piedra, como “La conquista del Atlántico”.

 

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