Lado B
Vivir de otra manera (La tierra no lo sabe)
La tierra no lo sabe, es cierto, la tierra recibirá el próximo primero de enero como un día más, dorado, gris, celeste y lo extenderá en colinas y en valles
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
13 de diciembre, 2017
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Martín López Calva [i]

@M_Lopezcalva

 

La tierra
no lo
sabe:
recibirá
este día
dorado, gris, celeste,
lo extenderá en colinas,
lo mojará con
flechas
de
transparente
lluvia,
y luego
lo enrollará
en su tubo,
lo guardará en la sombra.

La tierra no lo sabe, es cierto, la tierra recibirá el próximo primero de enero como un día más, dorado, gris, celeste y lo extenderá en colinas –y en valles y barrancas- para luego enrollarlo en su tubo y guardarlo nuevamente en la sombra en la que van a parar todos los días transcurridos, perdidos o ganados, disfrutados o padecidos: La tierra no lo sabe…y realmente le da igual.

La tierra lo ignora pero nosotros nos acercamos –porque así lo hemos decidido desde hace siglos por la necesidad de atrapar el tiempo, de medirlo y darle significado como animales simbólicos que somos – al final de un año especialmente complicado: triste, doloroso y trágico para muchos, motivo de agradecimiento para otros y también, porque la vida es así de contradictoria y fascinante, disfrutado y jubiloso para muchos más.

La tierra no lo sabe, pero se acaba el año 2017 de la era cristiana y va a iniciar con su halo de misterio e incertidumbre, con sus evidencias de desesperanza y sus tercas fisuras de esperanza el 2018.

Así es, pero
pequeña
puerta de la esperanza,
nuevo día del año,
aunque seas igual
como los panes
a todo pan,
te vamos a vivir de otra manera,
te vamos a comer, a florecer,
a esperar.

Así es, la tierra no lo sabe y nosotros nos encontramos en un país invadido por la desmoralización, por la falta de ánimo –y de ánima-, por el agobio de una realidad que se empeña en no cambiar y por la expectativa triste, pobre y mediocre de un año electoral en el que el futuro que nos ofrecen las no-opciones que se visualizan hasta ahora, se encuentra entre seguir dando vueltas en el presente de corrupción, violencia e impunidad o regresar a un pasado, que aunque muchos no haya vivido o se empeñen en idealizar, era aún peor.

Pero aún está ahí, escondida en un rincón perdido la pequeña puerta de la esperanza que nos hará vivir ese primer día del nuevo año de otra manera y comerlo –como un pan distinto aunque sea igual a todo pan-, hacerlo florecer, esperarlo y esperar de él algo nuevo, inédito, renovador para romper con la rutina de esta vida que a veces parece una repetición interminable de horas huecas y sin sentido.

Te pondremos
como una torta
en nuestra vida,
te encenderemos
como candelabro,
te beberemos como
si fueras un topacio.

Día del año nuevo,
día eléctrico, fresco,
todas las hojas salen verdes
del tronco de tu tiempo.

Porque los seres humanos somos seres insatisfechos, seres abiertos al misterio, buscadores de realidades nuevas, de mejores formas de bien vivir, de bienestar y de bienser, somos seres abiertos, seres que esperan contra toda evidencia aún en los tiempos más oscuros y decadentes –o tal vez aún más en tiempos oscuros y decadentes-, seres que miran hacia el futuro aunque se sepan atrapados en el presente.

Por eso pondremos el día de año nuevo como un enorme pastel que celebra la vida, lo encenderemos como un candelabro que ilumina la oscuridad en la que nos tiene esta realidad dominada por los corruptos impunes, por los violentos impunes, por los injustos impunes, por los abusadores impunes, por los profesionales del abuso y la imposición.

Por eso serán verdes todas las hojas que salgan del tronco del tiempo, de la nueva oportunidad de tiempo que nos traerá el nuevo año, aunque un nuevo año sea simplemente una convención surgida de nuestra necesidad de significar la vida y de tener siempre oportunidades de renacimiento, espacios para volver a empezar.

…sí,
aunque
sólo
seas
un día,
un pobre
día humano,
tu aureola
palpita
sobre tantos
cansados
corazones,
y eres,
oh día
nuevo,
oh nube venidera,
pan nunca visto,
torre
permanente!

Pablo Neruda. Oda al primer día del año.

Aunque sea un pobre día humano, el primer día del próximo año podemos sentir el palpitar de una aureola nueva que restablezca nuestros cansados corazones y les brinde un espacio para albergar nuevos sueños.

Aunque sea un día más en la larga sucesión de nuestros días, el nuevo día del nuevo año podrá ser una nube venidera que traiga la promesa de nuevos horizontes para nosotros, para nuestras existencias personales y para nuestro proyecto de transformación del país.

 Muchas veces he planteado en esta Educación personalizante la definición de Xabier Gorostiaga de los educadores como profesionales de la esperanza. Quiero aprovechar esta última colaboración del año para reiterar esta visión que es al mismo tiempo horizonte y compromiso.

Horizonte porque ubicarnos en esta concepción del educador puede hacer que a pesar de la realidad llena de obstáculos y exigencias burocráticas que están asfixiando la verdadera vocación docente, seamos capaces de ver la pequeña puerta de esperanza por la que tenemos aún un resquicio para aportar a la resignificación de la vida de nuestros alumnos y a la transformación de esta sociedad enferma que nos ha tocado enfrentar como desafío.

Compromiso porque esta visión del educador exige de nosotros no caer en el conformismo o el desánimo al que de manera permanente nos está empujando el sistema que ha mercadizado la educación y convertido en un producto de compra-venta la formación de los niños y jóvenes y en una mera prestación de servicios la tarea educadora.

En la víspera de este nuevo año deseo que todos los educadores seamos capaces de mirar este horizonte y asumirlo como el camino a seguir y de apropiarnos de este compromiso para vivir con esperanza esta transición y tratar de “Abrir las puertas/Quitar los cerrojos…Vivir la vida y aceptar el reto, recuperar la risa, ensayar un canto, bajar la guardia y extender las manos/ desplegar las alas
e intentar de nuevo/ celebrar la vida y retomar los cielos…”

Este deseo se convierte en un llamado que se expresa de manera inmejorable en las palabras del poeta. Un llamado que se dirige a la mente y al corazón de cada un de los docentes para decirles:

No te rindas, por favor no cedas,
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se ponga y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma,
Aún hay vida en tus sueños
Porque cada día es un comienzo nuevo,
Porque esta es la hora y el mejor momento.
Porque no estás solo, porque yo te quiero.

Mario Benedetti. No te rindas.

[i] Esta es mi última columna del 2017. Agradezco a Lado B este espacio, deseo a todos los lectores una muy feliz Navidad y un excelente año 2018. Espero que podamos reencontrarnos a partir del 10 de enero.

 

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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