Lado B
Museo nuevo, apariciones viejas
"Ella entró una noche con unos amigos. Vio jeringas tiradas, camisas de fuerza, recetarios, artefactos médicos y un par de cartas que no se permitió abrir"
Por Lado B @ladobemx
31 de octubre, 2017
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Foto: Raymundo Ricárdez

Raymundo Ricárdez García

Los pies de la pirámide de Cholula resguardan un lugar con una historia de más de cien años. Los lugareños tienen conocimiento de su pasado porque lo escucharon de quienes hoy ocupan un sitio en sus altares. Un lugar lleno de recuerdos y pasajes revolucionarios que amenizan la vista de quienes cruzan los bordes de San Andrés y San Pedro: el ex sanatorio psiquiátrico “Nuestra Señora de Guadalupe”, mejor conocido hoy como “Museo Regional de Cholula”.

Los problemas financieros arrasaron con las últimas esperanzas que se tenían de mantener el psiquiátrico a flote. El Estado algún día los apoyó, así como la iglesia. Sin embargo, el siglo XXI no lo dejó avanzar más y en 2013, como dictamina el destino de estructuras seniles, cerró sus puertas.

Para los turistas el lugar es nuevo, cálido y hermoso. Desconocen su pasado que en infraestructura puede maquillarse, pero para quienes han decidido habitarlo por la eternidad, no.

Camino en dirección al edificio, ese que tiene un “1910” plasmado en su techo. Busco historias.  Los trabajadores del lugar, discretos, al parecer no tienen intenciones de platicarme si han sido víctimas de alguna aparición o eventualidad paranormal. “Somos nuevos aquí, llegamos cuando abrió el museo”, dicen tímidamente.

Pero entre más avanza la conversación, las historias empiezan a brotar.

“Bueno, nos han reportado algunas cosas…”, suelta uno de ellos. En ese momento empezamos a armar el rompecabezas. “Ha habido personas que nos han dicho que ven caras asomándose por las ventanas y sombras”.

Alguien interrumpe la conversación para decirme que necesito escribir un oficio y mandarlo a la dirección del museo si quiero saber más. Sin embargo el diálogo continúa. Cruzo palabras con otros dos trabajadores. Ellos, viéndose a los ojos e insistiéndome que hiciera el oficio, cuentan casi sin querer una experiencia propia. “Bueno, está el salón 8…  en el salón 8 las figuras luego se mueven, pero no sabemos si es por el viento o por otra cosa. Lo que sí, es que las figuras religiosas cambian su posición”.

Foto: Raymundo Ricárdez

Mi número de preguntas sin oficio en mano se agotó y es hora de marcharme. Ahora salgo a buscar más allá de los viejos muros del nuevo museo.

Los alrededores y su gente fueron el perfecto narrador. Un jardinero me contó que, en un par de ocasiones, mientras caminaba en la noche, observó luces “extrañas” fuera del lugar.

Una señora mencionó a “un hombre que caminaba en las noches dentro del museo”. Nadie tenía una experiencia llena de detalles ni un hilo perfecto de la historia o leyenda.

Por último, mi curiosidad me llevó a hablar con alguien que alguna vez se aventuró a meterse al lugar cuando estuvo abandonado, cuando el lugar vivía en el limbo entre psiquiátrico y museo. Ella entró una noche con unos amigos. Vio jeringas tiradas, camisas de fuerza, recetarios, artefactos médicos y un par de cartas que no se permitió abrir. La sensación era extraña, fría y antes de mirar algo que perturbara más su paz, decidió salir y no volver hasta que por fin fuera un museo.

Para no perder detalle todo el tiempo usé la grabadora de mi teléfono. Luego pensé que valía la pena recordar lo escuchado. No había hecho mucho viento y sin embargo al escuchar las grabaciones justo cuando empiezo a contarme a mí mismo lo acontecido, una especie de ráfaga silencia mi voz y borra el rastro digital de las historias que pude recopilar. Rescaté lo que se pudo. Quiero pensar que era viento y nada más.

“Cholula tiene cuerpos y cuerpos debajo de la tierra”, escuché alguna vez, en referencia a las masacres que este pueblo vivió a lo largo de su historia. Yo lo interpreté como que “Cholula tiene historias e historias para contarnos”, y lo reafirmé.

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