Lado B
Los muertos de Ezequiel
Es patólogo forense y la primera vez que vio un fantasma –ente, o energía, como dice– fue cuando tenía 19 años y era encargado del anfiteatro de la facultad de Medicina
Por Aranzazú Ayala Martínez @aranhera
31 de octubre, 2017
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Ezequiel Fuentes
Foto: Cortesía

Aranzazú Ayala Martínez

@aranhera

Nadie sabe que Tomás, el hombre alto, de piel oscura y nariz ancha que acompaña a Ezequiel, está muerto.

Las personas suelen preguntarle por el señor que lo acompaña aunque no hay nadie, al menos físicamente. Ezequiel siempre responde que es un amigo, porque es complicado explicar que a Tomás lo conoció al hacerle una autopsia años atrás y que ahora su espíritu, energía o como quieran llamarle, siempre está con él.

Ezequiel Fuentes Luna es patólogo forense y la primera vez que vio un fantasma –ente, o energía, como dice– fue cuando tenía 19 años y era encargado del anfiteatro de la facultad de Medicina en el Hospital Universitario.

Estaba de guardia, acostado en una camilla vacía de la sala de urgencias, cuando escuchó pasos muy fuertes. Eran como de botas que golpeaban el suelo, algo muy raro porque todo el personal usa zapatos de suela de goma. Ezequiel se incorporó y vio la sombra de alguien, pero cuando corrió la cortinilla para ver quién había sido, no había nadie. Ahí empezó todo.

Durante los últimos 21 años Ezequiel ha visto y sentido las presencias de las personas que murieron, pero eso, dice, ya no le da miedo. Al contrario, le da gusto tener la posibilidad de estar en contacto con los que ya no están, porque no todos tienen esos canales abiertos.

“De tantos muertos que tú has trabajado te los vas trayendo”, le decía su mamá.

Ezequiel Fuentes
Foto: Cortesía

Y sí, porque Tomás no es el único que está con él.

Otros episodios que recuerda de estas dos décadas es cuando vio un niño en el piso de pediatría del Hospital Universitario. Era madrugada y vio la cabecita de un niño como de cinco años de edad que corrió a un cuarto vacío y se metió al baño, donde se prendió la luz. Ezequiel se quedó afuera esperando que saliera, pero la puerta se mantuvo cerrada: no había nadie.

Un tiempo trabajó en el Servicio Médico Forense (Semefo), donde aprendió a tratar los cadáveres recién llegados. Un día estaban cenando en el comedor del lugar y la mesa empezó a vibrar, como si hubiera un teléfono celular sonara. Con calma, el doctor a cargo le dijo: “es que va a llegar un muertito”. Ezequiel no le creyó, pero a la media hora llegó la camioneta con un cadáver. Y a media autopsia otra vez se escuchó algo, ahora era como un vidrio roto que alguien hubiera pisado. El doctor le dijo que venía otro: una hora después se escuchó el ruido de la camioneta que traía otro cadáver. Esa vez, Ezequiel vio una sombra llegar.

Los episodios se volvieron recurrentes y pasaron de los hospitales y anfiteatros a la casa del patólogo forense.

Karla también ve muertos. Ella y Ezequiel trabajan juntos en su museo itinerante con el que enseñan anatomía en escuelas y universidades. A ella la acompaña Don Migue, el primer cadáver al que le hizo la autopsia completa cuando estudiaba enfermería. Una vez fue con una médium que le explicó que Don Migue había perdido a una hija joven, y por eso cree que Karla es su hija y siempre la cuida.

Los espíritus de las personas que acompañan a Karla y a Ezequiel los han seguido desde el anfiteatro y los ayudan a trabajar, y los cuidan.

Ninguno les tiene miedo. El forense, que lleva más de la mitad de su vida compartiendo con los espíritus de las personas muertas, reconoce que al principio se asustaba. A veces cuando se va de su casa les dice “ahí les encargo, me cuidan la casa”. Un día al salir pasó una pareja y el hombre le dijo a la mujer que había visto a alguien “como muerto” mirando por la ventana.

Pero quien más tiempo ha estado con Ezequiel es aquel cuyo cadáver llegó de la UNAM para investigación y docencia, es él a quien la gente describe cuando lo ven a su lado: Tomás.

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Autor Lado B
Aranzazú Ayala Martínez
Periodista en constante formación. Reportera de día, raver de noche. Segundo lugar en categoría Crónica. Premio Cuauhtémoc Moctezuma al Periodismo Puebla 2014. Tercer lugar en el concurso “Género y Justicia” de SCJN, ONU Mujeres y Periodistas de a Pie. Octubre 2014. Segundo lugar Premio Rostros de la Discriminación categoría multimedia 2017. Premio Gabo 2019 por “México, el país de las 2 mil fosas”, con Quinto Elemento Lab. Becaria ICFJ programa de entrenamiento digital 2019. Colaboradora de “A dónde van los desaparecidos”
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