Lado B
Atzala: Protección Civil entorpeció el rescate
Ya estaban buscando entre los escombros cuando les dijeron que se detuvieran, pasaron dos horas escuchando llorar a una niña
Por Karen De la Torre @
22 de septiembre, 2017
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 Karen de la Torre

@karelampia

20 de septiembre, Atzala. Doce personas murieron al derrumbarse la iglesia de Santiago Apóstol en Atzala, Puebla, y hoy, un día después de la tragedia, el Salmo 102 sigue intacto, colgado en una de las mamparas verdes: “El señor es compasivo y misericordioso”.

Las tragedias unen a las personas —me dice Constantino Ríos en el panteón—. Hubo ayer aquí más de 10 pueblos vecinos; no digo nombres para que no me falte ninguno, pero de todos los alrededores vinieron.

Foto: Luis Colchado

Constantino acompaña a Sergio López, familiar de Manuela de León, quien era la madre de María de Jesús y Elideth Escamilla de León; de 4 años la primera y de 3 meses la segunda.

El 19 de septiembre a la una de la tarde, la familia celebraba el bautizo de Elideth. Hoy habrá otra misa, de sepelio, será a las cuatro de la tarde, incluso sin iglesia.

Sergio López está sentado a la sombra de una tumba, viendo de frente el hueco donde quedarán sus familiares:

No hemos llegado a la casa desde el temblor, nos hemos enfocado en sacar el escombro para rescatar los cuerpos y de ahí para acá, para cavar donde los vamos a enterrar. Ahorita seguimos con el trabajo.

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Del otro lado del panteón cavan la fosa para la familia Flores Villanueva y Villanueva Merecis. Florencio Flores sería el padrino de Elideth. Murió su esposa, su suegra, su cuñada y sus dos hijos de 3 y 4 años.

Foto: Luis Colchado

Son 50 hombres reunidos en el cementerio cavando las tumbas de los once cuerpos que son velados en la calle Josefa Ortíz. El cuerpo doce está por llegar. No falta el vino, el refresco, ni los cigarrillos. Han cavado profundo y sobre el montículo de tierra al costado, dejaron oreando un esqueleto.

El municipio es pequeño —me detalla Constantino Ríos, somos sólo cabecera municipal, sin comunidades. Somos alrededor de mil 500 o mil 700 habitantes, yo creo que alguien de cada familia estaba ahí ayer.

Bajo responsabilidad de uno

Cinco jóvenes destacan de entre los hombres en el cementerio: Magdaleno de 29 años, Martín de 27, Claudio de 23, Giovani de 28, e Ignacio de 19. Están vestidos de negro y se mantienen juntos.

Los cinco trabajan en el campo y los cinco sin pensarlo, corrieron al templo ayer porque la noticia se esparció a gritos por la calle.

—No se puede calcular cuánta gente había. Hicimos cadenas largas, poco a poco fuimos quitando todo el escombro, nos lo pasamos con cubetas y carretillas —comenta Magdaleno, después de que el grupo tratara de ponerse de acuerdo en una cifra—. El primero salió bien lastimado, todavía no sabemos cómo está, estamos esperando noticias de él.

Foto: Marlene Martínez

La segunda persona que encontraron debajo del derrumbe fue a María, una joven invitada de unos 19 años. A ella la sacó Claudio, justamente; pero Claudio no lo habla, sólo lo certifica.

No sabemos cómo esté la muchacha, tampoco —interrumpe Martín.

Cada que salía un herido detenían a quien fuera que pasara con automóvil para pedirle que lo transportara a un hospital. Por ejemplo, detuvieron a una combi y los pasajeros sin discutir cedieron a bajarse.

En esta primera etapa lograron sacar de entre el concreto estrellado a dos mujeres en situación grave: Aurelia y Rocío.

—Ahí llegaron los de Protección Civil y dijeron que nos saliéramos; al final de cuentas ellos no estaban sacando a nadie —dice Claudio— nos dijeron que esperáramos la ayuda, que vendría el ejército.

Nos pararon como por dos horas la búsqueda de la gente, siendo que pudimos haber sacado a alguien más —dice Giovanni—, estuvimos escuchando largo rato el llanto de una niña, lloraba y lloraba.

No dejaban que la sacara uno. Decían que se iba a caer toda la iglesia y hasta ahorita eso no se ha caído. Dijimos que bajo responsabilidad de cada quien íbamos a entrar —concluye Magdaleno.

Foto: Marlene Martínez

Ante la actitud de Protección Civil, la gente se desesperó, armó un zafarrancho verbal y decidieron entrar a seguir buscando haciendo caso omiso a las prevenciones. No podían quedarse sin hacer nada. Antes de sacar el último cuerpo, sacaron casi al mismo tiempo los cuerpos de los cuatro niños. Estos quedaron tendidos en la explanada de la iglesia junto con los otros cadáveres, esperando hasta que llegaran los ataúdes.

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La gente terminó de quitar los escombros después de las diez de la noche, nueve horas después del sismo. Hubo quienes todavía se quedaron hasta la media noche.

La ayuda nunca llegó, hasta hoy. La iglesia es escenario de una montura: elementos policiales resguardan el área mientras una máquina intenta derribar lo que queda de las ruinas. En el interior, bajo una sombra hay un agente con un perro buscador. Qué oportuno. Un cuadro pintoresco para la prensa.

Cuatro reflexiones de jóvenes rescatistas

¿Qué tal si hubiera llegado esa ayuda? Del ejército.

—Deja tú ¿qué tal si derribaban todo?, no hubiéramos podido ni entrar.

Foto: Marlene Martínez

—El único arrepentimiento que tengo yo es con Protección Civil, ¿qué tal si hubiéramos podido sacar con vida a la niña que lloraba?

Los chicos formulan los hubiera, aunque están satisfechos de no haberse quedado mirando. La última pregunta es de Martín y no es al aire, se dirige a mí:

—¿Cómo sientes lo que nos pasó?

A mi mente viene que en estos casos la rabia no se puede canalizar contra ningún culpable: la iglesia era un edificio del siglo XVI, y aquí nunca creyeron que estarían a poco más de 30 kilómetros de distancia del epicentro de un sismo de magnitud 7.1, así como las personas fallecidas nunca imaginaron, ni por asomo, que podían morir en el colapso de una iglesia que pregona la frase “El señor es compasivo y misericordioso”.

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Autor Lado B
Karen De la Torre
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