Lado B
Tener sentido en lo que se aprende
Que los alumnos encuentren sentido en los temas, actividades, tareas y evaluación del aprendizaje no depende de ellos, depende del docente
Por Lado B @ladobemx
01 de junio, 2017
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Foto: Marlene Martinez

Dra. Laura Angélica Bárcenas Pozos

En días pasados en una reunión de profesores hablábamos sobre cómo se había llevado una actividad académica, de la que no me había quedado satisfecha, tal vez por mi deformación pedagógica, pues siempre busco que todo lo que se hace en los procesos de enseñanza aprendizaje en los que me toca participar como profesora, tutora, sinodal o lo que sea, tengan un sentido formativo.

Ese sentido formativo no necesariamente tiene que ver con una calificación, sino con que el aprendiz sea consciente de para qué se está haciendo lo que se está haciendo. Muchas veces los alumnos pierden sentido en los procesos de aprendizaje y por eso dejan de interesarles algunas de sus asignaturas o dentro de ciertas asignaturas, algunas actividades o procesos de evaluación, no les parecen interesantes, porque no tienen un significado para ellos.

Y estoy convencida que este significado lo debe imprimir el profesor, al decirle a sus alumnos para qué es útil el aprendizaje que se está buscando lograr en una asignatura cuando inicia el curso. Ya lo señala Zarzar Charur en su texto Habilidades Básicas para la Docencia, cuando habla del encuadre, ahí nos dice este singular pedagogo, que los profesores debemos tomarnos un tiempo para explicarles a nuestros alumnos sobre lo que se va a aprender en ese curso, sobre la relación que tiene con otras asignaturas del plan de estudios y, sobre todo, cómo contribuye este aprendizaje al perfil de egreso de los estudiantes.

Para esto, el profesor debe tomarse un tiempo para analizar el plan de estudio, conocer el perfil de egreso, ubicar su asignatura dentro del mapa curricular, observar qué relación tiene esta asignatura con el resto de las materias, a qué eje formativo pertenece y si está ubicada al inicio de la formación, en la parte intermedia o hacía el final del ciclo formativo. Todo esto es muy importante para que el docente pueda comprender cuál es la finalidad de su asignatura y así pueda explicar a sus alumnos cuál es la importancia de cursar tal o cual materia. Si los alumnos saben esto desde el inicio, podrán empezar a encontrar el sentido de por qué tienen que pasar tiempo de su formación tomando una asignatura en particular, a la que tal vez no le encuentran sentido.

[pull_quote_right](…) que los alumnos encuentren sentido en los temas, actividades, tareas y evaluación del aprendizaje no depende de ellos, depende del docente[/pull_quote_right]

Después del primer día de clase, el profesor debe tomarse el tiempo para explicar, cada vez que empieza un bloque, una unidad o un tema, sólo unos minutos para conversar con sus alumnos sobre los temas que abordarán y para qué los abordarán, es decir, ayudar a los alumnos a encontrar el sentido de lo que van a aprender ya en lo específico y cómo eso ayudará a lograr los propósitos formativos del curso. Igualmente se debe hacer con cada tarea, con cada lectura, con las actividades centrales que se desarrollan en un curso. Es decir, si les pedimos que hagan un video (por cierto, hoy tan de moda en las tareas escolares, aprovechando los teléfonos inteligentes), el profesor debe tener claro para qué lo solicita, qué propósito tiene encargarlo, cómo se relaciona con los aspectos formativos de la asignatura y al solicitarlo a los estudiantes comunicar todo este sentido formativo, es decir, que quede claro que la actividad se encarga para trabajar ciertos contenidos temáticos y que trabajen con ciertas herramientas (física e intelectuales) más allá de los contenidos temáticos.

Además, el profesor debe aclarar y aclararse, qué competencias entran en juego cuando se encarga algo y cuando se solicita que los alumnos realicen ciertas actividades. Es decir, toda actividad dentro y fuera del aula, debe tener una carga formativa y un sentido que dará la posibilidad de lograr los objetivos del curso. Y lo que no debe hacer el docente es encargar tareas o establecer actividades para que los alumnos estén ocupados y sólo para que estén ocupados, eso es lo que hace que los estudiantes empiecen a aborrecer las tareas y a mostrar desgano cuando se les pide que realicen una actividad.

Igualmente, en los momentos de evaluación, es necesario hacer una retroalimentación, que cierre el ciclo formativo y otra vez, ayude al alumno a comprender cuál era la finalidad de la evaluación (que no sea sólo la calificación), así como las competencias que se valoraron. En la retroalimentación el alumno podrá tener claro, qué está haciendo bien, en qué cosas avanzó, qué necesita trabajar más, qué sigue pendiente y en dónde tiene que poner atención, etc. Este ejercicio ayuda a los alumnos a comprender que la evaluación se hace mucho más que para “calificar”, sino que se hace para que todos tengan claro qué tan bien van en los procesos de aprendizaje y qué se tiene que mejorar. De dar este sentido, por supuesto, también se encarga el docente.

Entonces, que los alumnos encuentren sentido en los temas, actividades, tareas y evaluación del aprendizaje no depende de ellos, depende del docente. Hay que comprender que los alumnos están en procesos formativos y muchas veces no saben bien para qué están ahí y es un trabajo del profesor ayudarlos a encontrar ese sentido de lo que aprenden y de lo que hacen en los procesos de aprendizaje.

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La autora es profesora de la Universidad Iberoamericana Puebla.

Este texto se encuentra en: http://circulodeescritores.blogspot.com

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