Lado B
La educación, la realidad y el sueño posible
Las preguntas del auditorio de alguna manera parecen decirme: “esto que plantea usted es muy bonito, pero utópico. La realidad que vivimos nosotros en las aulas es muy diferente”.
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
21 de marzo, 2017
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Martín López Calva

@M_Lopezcalva

1.-Ocurre: mi práctica y los límites de mi práctica.

El sueño posible exige que piense diariamente en mi práctica; me exige descubrimiento, el descubrimiento constante de los límites de mi propia práctica, lo que implica percibir y demarcar la existencia de lo que llamo espacios vacíos a ser llenados. El sueño posible tiene que ver con los límites de estos espacios y esos límites son históricos. (…) El tema del sueño posible tiene que ver exactamente con la educación liberadora y no con la domesticadora. El tema de los sueños posibles, reitero, tiene que ver con la educación liberadora siempre que sea práctica y utópica.

Paulo Freire. Educación: el sueño posible.

[dropcap]O[/dropcap]curre y me ocurre con frecuencia que soy invitado a dar alguna conferencia, un taller, una charla con grupos de docentes, supervisores, orientadores educativos y funcionarios medios de la SEP y al escuchar mis planteamientos -sobre diversos temas pero siempre permeados de la visión humanista, personalizante de la educación, de la convicción de que es la profesión de la esperanza y si no, no tiene sentido practicarla- los comentarios y preguntas del auditorio de alguna manera parecen decirme: “esto que plantea usted es muy bonito, pero utópico. La realidad que vivimos nosotros en las aulas es muy diferente”.

Ocurre que acabo de ir a una de estas charlas y después de desarrollar una conferencia sobre la importancia de la reflexión de la propia práctica educativa para volvernos docentes más profesionales y contribuir a la mejora de la calidad de nuestra educación, escuché varios planteamientos muy interesantes que convalidaban mi invitación, algunos otros que esgrimían los pretextos de siempre relativos a que “trabajamos con grupos muy numerosos”, “la SEP nos llena de requisitos administrativos”, etc. y una que me llamó la atención porque planteaba –con ánimo e interés de quien está comprometido con su trabajo educativo- la dificultad que se presenta hoy que nuestros alumnos llegan al aula viviendo realidades de desintegración familiar o incluso de violencia en sus núcleos familiares.

Ocurre que sigo dándole vueltas a la conversación que se dio en la comida posterior al foro en que participé, que giró en torno a la forma en que en muy pocos años la delincuencia organizada ha ido permeando la realidad de una región antes tranquila y pacífica, llegando incluso a modificar los símbolos, los significados y valores que constituyen la cultura de la comunidad.

[pull_quote_right]Ocurre que sigo dándole vueltas a la conversación que se dio en la comida posterior al foro en que participé, que giró en torno a la forma en que en muy pocos años la delincuencia organizada ha ido permeando la realidad de una región antes tranquila y pacífica, llegando incluso a modificar los símbolos, los significados y valores que constituyen la cultura de la comunidad.[/pull_quote_right]

Ocurre que sigo creyendo en la validez de mi planteamiento acerca de la reflexión sobre la práctica docente como un medio indispensable para mejorar lo que hacemos en las aulas y que esta creencia no tiene que ver con una reflexión abstracta sobre una práctica abstracta para estudiantes ideales sino con la recuperación, análisis y pensamiento profundo acerca de la propia práctica concreta en las condiciones sociales concretas y con estudiantes concretos de familias concretas.

Ocurre que lo que propuse en la conferencia y sigo proponiendo a los docentes y especialmente en estos tiempos difíciles que nos plantean condiciones desafiantes para el desarrolla de nuestro trabajo educativo es la exigencia de pensar diariamente nuestra práctica para poder llegar al descubrimiento constante de sus límites socio-históricos y de las estrategias para tratar de irlos trascendiendo con inteligencia práctica y prudencia estratégica. Para tratar de construir el sueño posible desde esos límites históricamente identificables.

2.-El sueño y la utopía en la Educación

1 ª – “Sin sueño y sin utopía, sin denuncia y sin anuncio, lo único que queda es el entrenamiento técnico al que la educación es reducida”;

2 ª – “El sueño de un mundo mejor nace de las entrañas de su contrario. Por eso corremos el riesgo tanto de idealizarnos un mundo mejor, desligándonos del nuestro real, como de quedar demasiado ‘adheridos’ al mundo real, sumergiéndonos en el inmovilismo fatalista”;

3 ª – “La desproblematización del futuro, dentro de una comprensión mecanicista de la historia, de derecha o de izquierda, conduce necesariamente a la muerte o a la negación autoritaria del sueño, de la utopía, de la esperanza”.

Paulo Freire. Pedagogía de la indignación.

Porque sigo negándome a aceptar que la docencia es una actividad que se reduce al simple entrenamiento técnico de los futuros engranes de la maquinaria económica. Porque sigo empeñado en pensar que si reducimos la educación a este entrenamiento técnico, que por reducir la educación a este entrenamiento técnico los niños y adolescentes de hoy prefieren ganarse quinientos pesos en la calle usando un celular para alertar a los delincuentes de la presencia policiaca en lugar de ir a la escuela.

Sigo creyendo en una educación personalizante, una educación en la que los estudiantes encuentren espacios que los desafíen y los confronten, que los muevan al descubrimiento de su propio misterio, a la afirmación de su dignidad personal, al trabajo desafiante de construir su propia aventura personal que va mucho más allá que la de conseguir un medio para “ganarse la vida” –es decir, para sobrevivir- y tiene como límite el sueño posible de aquello a lo que cada uno de los niños y jóvenes aspira y puede, desde sus propios talentos, realidades y límites, llegar a ser.

Porque en este marco la práctica educativa reflexionada implica un compromiso profético, un trabajo continuo e inteligente de anuncio y de denuncia. De denuncia de todo lo que en nuestro entorno inmediato no está organizado de manera que podamos construir un mundo humanamente vivible. De anuncio de que las cosas no tienen por qué seguir siendo como hoy son y que si en cuatro o cinco años la cultura de la delincuencia pudo permear toda una comunidad, los educadores unidos podemos construir espacios de resistencia y de resignificación de esta cultura de la muerte para la construcción de un tejido social que se sustente en la afirmación de la vida.

Porque como afirma Freire el sueño de un mundo mejor nace de su contrario, de la realidad que hoy está desajustada y nos desafía para volverla a ajustar. Porque los docentes no deberíamos ver el sueño posible de una mejor sociedad como algo utópico e irrealizable, como algo ideal que nos desliga de nuestra realidad cotidiana sino como un horizonte viable que parte de esta realidad concreta en la que tenemos que tener los pies bien asentados hacia una realidad mejor hacia la que tenemos que caminar con los ojos claramente orientados.

De manera que el planteamiento de una reflexión diaria de nuestra práctica educativa con mirada de educación personalizante no implica una desproblematización del mundo sino por el contrario, requiere de una problematización constante y bien sustentada para poder configurar el sueño posible y definir las estrategias para apuntar hacia él desde un conocimiento pertinente, profundo y verificado del presente en el que estamos ubicados y de los estudiantes reales que están frente a nosotros.

Ocurre que el camino hacia una educación personalizante no es el del sueño idealista que vuela desde la realidad hacia la utopía sino el del camino sinuoso y lleno de obstáculos que va desde la realidad deshumanizante hacia una mejor realidad, organizada de tal forma que no se excluya a nadie de la humanidad.

Esta es la verdadera utopía educativa: la que asume el planteamiento de Morin que afirma que “La renuncia al mejor de los mundos no implica la renuncia a un mundo mejor”.

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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