Lado B
Pensamiento crítico y esperanza contra el cinismo y la ingenuidad
“El pensamiento crítico sin esperanza es cinismo. La esperanza sin pensamiento crítico es ingenuidad”.
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
10 de enero, 2017
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Martín López Calva

@M_Lopezcalva

“Critical thinking without hope is cynicism. Hope without critical thinking is naïveté.”

María Popova.

“La esperanza, como toda virtud, es una elección que se vuelve una práctica hasta llegar a ser un músculo de nuestra memoria espiritual. Es un recurso renovable para movernos a través del mundo como es, no como quisiéramos que fuera”.

Krista Tippet. On Being. (Traducción libre).

 

[dropcap]R[/dropcap]eanudo la entrega semanal de esta Educación Personalizante deseando a los lectores de esta columna y de LADO B un año lleno de realizaciones personales, familiares, profesionales y sociales. Ojalá que a pesar de los signos preocupantes con los que iniciamos este 2017, podamos con trabajo, diálogo y solidaridad contribuir a que sea un tiempo de avance en términos de bienestar, paz y justicia para todos.

En este primer espacio del año quiero retomar dos temas que han sido recurrentes en mis artículos a través de estos años en que he disfrutado el privilegio de comunicarme semanalmente con mucha gente interesada en el campo de la Educación. Se trata del Pensamiento crítico y de la Esperanza.

He dedicado de tiempo en tiempo mi reflexión a estos dos temas de manera independiente. Quiero ahora, a partir de una entrevista a la cartógrafa y famosa bloguer María Popova que escuché recientemente en el Podcast On being que recomiendo ampliamente, tratarlos de manera relacionada a partir de la frase que uso como epígrafe hoy: “El pensamiento crítico sin esperanza es cinismo. La esperanza sin pensamiento crítico es ingenuidad”.

Empiezo diciendo que la profunda crisis social en la que estamos viviendo en México nos está llevando a perder la esperanza y a confundir la oposición visceral con la criticidad. De manera que lo primero que habría que hacer es tratar de pensar de qué manera podemos, a través de nuestro trabajo educativo en los espacios formales e informales en los que participamos, restaurar la esperanza y construir un auténtico pensamiento crítico en las futuras generaciones de mexicanos y en la gente con la que nos relacionamos.

Los episodios de saqueo en centros comerciales y la difusión de mensajes generadores de pánico social que desafortunadamente marcaron este año la fiesta de reyes en nuestro país, además de las reacciones en redes sociales que estos episodios generaron dan pie a una reflexión profunda sobre la urgente necesidad de desarrollar el pensamiento crítico en nuestro país.

Los actos de saqueo y vandalismo tuvieron desde el inicio muchos signos para pensar en un proceso orquestado, organizado y financiado más que en una manifestación espontánea de indignación social. Sin embargo mucha gente que por casualidad estuvo en alguno de los lugares donde ocurrieron estos actos vandálicos se unió al robo y aprovechó la ocasión para obtener cosas de manera ilegal. Los objetos robados no hablan de una necesidad extrema puesto que no se robaron alimentos o medicinas y otros productos de primera necesidad sino artículos suntuarios como pantallas planas, refrigeradores, juguetes, etc.

La forma en que se propagó viralmente el miedo ante la presencia de los grupos de saqueadores tuvo como sello la difusión de información, fotografías, videos o mensajes de Whattsapp que en la mayoría de los casos era falsa, provenía de medios no verificados o de publicaciones evidentemente amarillistas, etc. Por otra parte hubo reacciones en las redes sociales, que si bien fueron minoritarias existieron, de personas que justificaban el saqueo y lo atribuían al “pueblo auténtico” cansado de la corrupción de los gobernantes, criticando a quienes condenaban estos actos evidentemente injustificables.

Tanto las acciones de quienes se sumaron al saqueo como de quienes lo justificaron muestran una carencia de pensamiento crítico que implica el cuestionamiento sobre lo verdadero, lo relevante, lo pertinente y la fundamentación de juicios basados en la realidad. De la misma forma, la manera en que se propagó el pánico y se generó el ambiente de tensión social muestran esta carencia de criticidad puesto que en general no se procedió a verificar la información que se propagaba ni a cuestionar las fuentes de las que provenía y las intenciones ocultas que podría haber detrás de estos mensajes. Hubo muchos casos de colonias en las que los vecinos se organizaron con palos, machetes, tubos, etc. para defenderse de grupos de saqueadores que nunca llegaron porque no existían: toda una reacción riesgosa –porque pudo generar violencia contra inocentes- a partir de simples rumores.

De la misma forma estamos ahora viendo que todo el mundo afirma que la organización y financiamiento de estos actos provino del gobierno (federal o estatal, según las fobias más acendradas de cada persona), asegurando cosas y dando como buenas ciertas evidencias fotográficas, afirmaciones o supuestos textos de documentos o manuales semi-secretos sin ninguna verificación. Un pensador crítico pone en duda toda la información que recibe, trata de contrastar, matizar, buscar evidencias sólidas, medir el nivel de certeza para saber si puede afirmar o simplemente plantear hipótesis acerca de aquello de lo que se pronuncia.

Por otra parte tenemos a la esperanza. Es evidente por el clima de desmoralización social que respiramos cada vez más intensamente en nuestros espacios de vida cotidiana que la sociedad mexicana se encuentra en un estado de desesperanza. Las dos fuentes principales para llegar a este estado anímico me parece que son por una parte las reiteradas evidencias de la realidad socio-política en la que nos ha tocado vivir que nos hacen creer que no hay ninguna posibilidad de cambiar el estado de cosas en el que nos encontramos. Por otro lado, creo que abona en mucho a esta pérdida, la confusión que existe entre esperanza y optimismo. Esta confusión parece identificar el término esperanza con la visión ingenua que sostiene que la realidad va siempre hacia mejor y que basta con tener una actitud positiva para que todo cambie.

Habría que educar a nuestros hijos y a nuestros alumnos, habría que expresar en los medios en los que nos movemos, que la esperanza no es un estado de ingenuidad sino una convicción que parte de la aceptación que las cosas pueden estar peor de lo que hoy están, pero que no necesariamente tienen que empeorar porque también existen las posibilidades de mejora, que dependen en gran medida no de nuestra actitud sino de nuestro trabajo organizado y comprometido para lograrlo. De manera que como dice José Woldenberg citando el libro “Esperanza sin optimismo” en su columna más reciente, tener esperanza no quiere decir volvernos “moralistas ingenuos y animadores espirituales”.

[pull_quote_right]Porque la esperanza sin criticidad se vuelve fácilmente ingenuidad y simple optimismo moralista y cómodo conduciéndonos a la inmovilidad que parte de la idea sin fundamento de que todo va a estar mejor como por arte de magia.[/pull_quote_right]

Necesitamos educarnos y educar en la convicción de que porque las cosas pueden siempre empeorar, es necesario seguir creyendo en que también pueden mejorar y que solamente van a cambiar para bien si nosotros somos capaces de organizarnos para actuar de manera inteligente, realmente crítica y responsablemente comprometida.

En el contexto de descomposición social imperante en México necesitamos con urgencia educarnos y educar personas esperanzadamente críticas o críticamente esperanzadas, es decir, personas que no crean y difundan con seguridad toda la información a la que tienen acceso, que cuestionen, verifiquen, busquen pruebas y evidencias, juzguen con cuidado y con mesura y actúen a partir de lo que tienen razonablemente comprobado pero que lo hagan desde la convicción de que las cosas pueden cambiar y que no podemos dejar que sigan su curso porque pueden indudablemente ser peores que hoy, por más mal que hoy estén.

Porque la esperanza sin criticidad se vuelve fácilmente ingenuidad y simple optimismo moralista y cómodo conduciéndonos a la inmovilidad que parte de la idea sin fundamento de que todo va a estar mejor como por arte de magia.

Pero la criticidad sin esperanza se vuelve cinismo puesto que en aras de una supuesta oposición –en la mayoría de los casos poco sustentada- al sistema imperante se recurre a cualquier medio y se vive prácticamente en la “ley de la selva” bajo el pretexto de que todo está mal y como no va a mejorar tenemos que vivir pensando en salvarnos mientras podamos y en sobrevivir a cualquier precio. La criticidad sin esperanza lleva a pensar que el fin –no suficientemente fundamentado- justifica los medios –no necesariamente válidos-.

Que este 2017 podamos trabajar para educarnos y educar en el pensamiento crítico esperanzado y en la esperanza críticamente sustentada que nos permitan movernos de manera inteligente y responsable en el mundo tal como es, con todos sus retos y no evadirnos en el mundo que nos gustaría vivir.

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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