Lado B
Educación, pensamiento crítico y post-verdad
Si estamos hoy, como afirman algunos, en una era posthumanista es casi natural que haya surgido y se esté posicionando el término postverdad
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
06 de diciembre, 2016
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Martín López Calva

@M_Lopezcalva

“El OXFORD ENGLISH Dictionary ha elegido como palabra del año el término “post-truth” o “postverdad”, que, aunque no del todo nuevo, hemos venido utilizando con cada vez mayor frecuencia, llevados por la necesidad de nombrar lo insólito o innombrable, lo que escapa a nuestra comprensión. Al decir “nuestra” me refiero al conjunto de la humanidad durante siglos, más o menos desde que se abandonó el pensamiento mágico o supersticioso. Ha habido excepciones, claro. Lo que hoy se llama postverdad o podría llamarse contrarrealidad tiene precedentes en tiempos modernos, pero sólo en sociedades totalitarias sin libertad de prensa ni de expresión, en las que la información era controlada por una sola voz, la del dictador o tirano”.

Javier Marías. Contrarrealidad. El País Semanal 4/12/2016.

 

[dropcap]S[/dropcap]i el paradigma de la modernidad se sustentaba en la confianza absoluta en la razón humana –al extremo distorsionado del racionalismo- que es la capacidad para descubrir o construir la verdad de las diversas realidades naturales y sociales, no resulta extraño que al derrumbarse este paradigma y este humanismo ilustrado se haya derrumbado también la idea de verdad.

De manera que si estamos hoy, como afirman algunos, en una era posthumanista es casi natural que haya surgido y se esté posicionando el término postverdad al grado de ser elegido como la palabra del año por el Diccionario Oxford como lo menciona Javier Marías en su artículo del domingo pasado en El País Semanal.

El término postverdad puede llamarse, según el mismo Marías, contrarrealidad -puesto que la verdad tiene que ver con el conocimiento de la realidad- y su significado, según la definición del mismo diccionario Oxford, “denota circunstancias en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal”.

¿Les suena familiar? ¿Les recuerda a algunos hechos recientes?

“Estamos en la era de la posverdad, dominada por el arte de la mentira” dice Mauricio Vargas en THE ECONOMIST. EL TIEMPO. 25/09/2016 hablando de lo que ha sucedido con el llamado Brexit, en el que una mayoría desinformada definió la salida del Reino Unido de la Unión Europea en el referéndum realizado el 24 de junio de este año o en la reciente elección presidencial de los Estados Unidos en los que una abrumadora mayoría de votos electorales –que no reflejó la realidad de los votos ciudadanos en los que hubo una prácticamente una división de la sociedad estadounidense en dos mitades- impulsada por el voto de los sectores más conservadores y menos educados entre los ciudadanos de ese país, llevó al triunfo sorpresivo de Donald Trump, que meses antes se veía imposible.

En ambos ejemplos y en varios otros que podemos ver en el mundo a nivel global, nacional o local, se está evidenciando este imperio de la postverdad, es decir, de las circunstancias en las que los hechos y datos objetivos han tenido mucho menos influencia en la conformación de la opinión pública y en el comportamiento de los ciudadanos que los llamados a la emoción, los discursos que apelan a los prejuicios y temores y el despertar de las creencias subjetivas y casi mitológicas de las personas.

De esta manera, la contrarrealidad se impone y modifica el rumbo de la realidad, con frecuencia incluso ante la inmediata protesta y desilusión de grandes grupos de las mismas sociedades en las que ocurren estos fenómenos, tal como ha sucedido en Gran Bretaña a partir del triunfo del Brexit y en los Estados Unidos después de la victoria de Trump.

Como afirma Marías en su columna, se trata de un fenómeno en el que se niega conscientemente la realidad y se cree en mentiras a pesar de que se sabe de antemano que lo son.

Porque como dice el escritor español: “¿Quién puede creer que Trump levantará un muro en la larguísima frontera con México y, sobre todo, que este país sufragará su construcción? ¿Quién que Obama y Hillary Clinton han sido los fundadores del Daesh, como afirmó repetidamente en su campaña Trump? ¿Quién que un multimillonario clasista, ostentoso, despectivo y chulesco se preocupa por los desfavorecidos o los representa? ¿Quién que lucha contra el establishment, cuando él es uno de sus emblemas? (Pocas interpretaciones más ridículas que las que ven en su victoria una “rebelión contra las élites”. ¿Acaso no es la personificación de la élite un individuo con centenares de posesiones y negocios turbios, varios al parecer fracasados, y cuyo mayor activo es la marca de su propio apellido?)…”

El fenómeno de la postverdad o contrarrealidad está relacionado directamente con lo que Edgar Morin llama “self-deception” o “autoengaño” en el que caemos los seres humanos con mucha frecuencia debido a que muchas veces somos poseídos por las ideas que poseemos –como en el caso de las ideologías y doctrinas políticas y religiosas que ciegan a mucha gente- o en otros casos porque en la dialógica mythos-logos que compone de manera estructural el pensamiento humano, el mythos se impone y nubla el logos por completo.

[pull_quote_right]Marías califica este fenómeno como infantilización de las sociedades contemporáneas y habla de que se trata de una situación parecida a la de los niños pequeños que piensan que con cerrar los ojos o taparse la cabeza con una sábana no vana ser vistos –confunden el no ver con no ser vistos y creen que las realidades desagradables desaparecen por el hecho de no verlas.[/pull_quote_right]

En efecto, en la postverdad estamos ante un caso de autoengaño debido a que las ideologías nos hacen no ver lo evidente o ver solamente lo que refuerza nuestros prejuicios e ideas preestablecidas y porque el discurso primario y simplificador de muchos de los líderes carismáticos de hoy –Trump incluido, por increíble que pueda parecer- construyen una narrativa que conecta con el pensamiento mitológico de las audiencias y mueve sus emociones e instintos por encima de su capacidad de razonar.

Marías califica este fenómeno como infantilización de las sociedades contemporáneas y habla de que se trata de una situación parecida a la de los niños pequeños que piensan que con cerrar los ojos o taparse la cabeza con una sábana no vana ser vistos –confunden el no ver con no ser vistos y creen que las realidades desagradables desaparecen por el hecho de no verlas.

Sin embargo, el mundo en crisis sigue ahí aunque millones de personas se hayan tapado los ojos y elegido a quien les promete que las realidades desagradables e injustas van a desaparecer por arte de magia ante el discurso y la voluntad de un líder mesiánico.

¿Qué puede hacer la educación en el mundo de la postverdad? ¿Cómo contrarrestar esta tendencia a evadir las realidades en lugar de enfrentarlas y trabajar por su transformación?

Desde la visión de una Educación personalizante los educadores tenemos un enorme compromiso en este mndo de la postverdad y la contrarrealidad. Se trata del compromiso de formar integralmente a las personas para que sepan distinguir entre el pensamiento mitológico y el pensamiento lógico y aprendan a integrar ambos en la parte que les corresponde. Se trata de formar integralmente a seres humanos que sean capaces de identificar sus emociones e impulsos y orientarlos desde el desarrollo inteligente, crítico y ético.

Un elemento fundamental que ha sido reiteradamente tratado en esta columna por su urgencia en este tiempo de postverdad, es el del desarrollo del pensamiento crítico. Es este un componente fundamental para educar a los ciudadanos del futuro que sean capaces de combatir la postverdad y crecer haciendo frente a la realidad y respondiendo de manera realista y comprometida a sus desafíos en lugar de evadirla a partir de hechizos discursivos que los lleven al autoengaño.

Un auténtico pensamiento crítico que los haga buscar la verdad en tiempos de postverdad, analizar, buscar pruebas, reflexionar, llegar a juicios sustentados que reconozcan  lo positivo y lo negativo de cada propuesta y estrategia y se comprometan responsablemente a hacerse cargo de la realidad, a encargarse de la realidad que les toca vivir, a cargar con su realidad aunque pese y cueste trabajo llevarla adelante.

En términos del pensamiento complejo de Morin, la educación en la era de la postverdad tendría que centrar sus esfuerzos en Enseñar el error y la ilusión del conocimiento y Los principios de un conocimiento pertinente a los estudiantes para capacitarlos para la detección del autoengaño y el trabajo para pensar bien, que es una parte fundamental de la vida ética.

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..

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CANIJO CONEJO

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