Lado B
Pasmo
Se dirá que tenemos en uno de los ojos mucha pena por todo lo que vemos a diario en este mundo que como afirmaba Pedro Arrupe: “Hoy podría hacer que este mundo fuese más justo, pero no quiere…”.
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
22 de noviembre, 2016
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Martín López Calva

@M_Lopezcalva

Se dirá que tenemos

en uno de los ojos mucha pena

y también en el otro, mucha pena

y en los dos, cuando miran, mucha pena…

Entonces… ¡Claro!… Entonces… ¡ni palabra!

Demetrio Vallejo. Y si después de tantas palabras.

 

Se dirá que tenemos en uno de los ojos mucha pena por todo lo que vemos a diario en este mundo que como afirmaba Pedro Arrupe: “Hoy podría hacer que este mundo fuese más justo, pero no quiere…”. Mucha pena por los miles de refugiados que se mueven de un lado a otro del mundo –del lado de la miseria y la exclusión al lado de la opulencia y la aparente oportunidad- buscándose la vida que se les niega desde que nacieron. Mucha pena por los millones de hambrientos y desposeídos que están viviendo para sobrevivir a pesar de haber nacido para vivir. Mucha pena por las evidencias de un mundo dividido entre quienes tratan de avanzar hacia la justicia, la inclusión y el respeto a los derechos de todos y a la dignidad de cada uno y quienes intentan a toda costa –y a veces ganan como en el caso Trump- mantener el status quo o incluso regresar a ese mundo de esclavitud, discriminación y exclusión que en ciertos momentos como humanidad hemos creído ya enterrado en el pasado.

Se dirá que tenemos también en el otro, mucha pena. En el otro ojo mucha pena por este país que se nos va de las manos en episodios de violencia criminal que se manifiesta diariamente en levantones, secuestros, extorsiones, asesinatos, violaciones, fosas clandestinas y horrores que superan todos los límites. En el otro ojo mucha pena por esta patria que se sigue mirando como un botín por aquellos que se meten a la política para hacer negocios fáciles, ilegales e inmorales y por aquellos que viven en los negocios facilitando su ansia inconmensurable de lucro en la complicidad con los políticos corruptos. En el otro ojo mucha pena por todos los millones de ciudadanos que buscan honestamente ganarse la vida y generar un país más justo y solidario pero se topan cotidianamente con los muros infranqueables de la corrupción, el abuso, la manipulación, la extorsión y todas las evidencias de que no se puede.

Y en nuestros dos ojos cuando miran, mucha pena. Mucha pena por el mundo en que vivimos tan lleno de problemas y mucha pena por el país que tenemos que parece la concentración excesiva de todos los problemas. Y en los dos ojos, cuando miran, mucha pena por la creciente sensación de impotencia frente a un sistema avasallador y tan poderoso que parece invencible.

Entonces…¡Claro! Entonces…¡Ni palabra! Y vivimos paralizados por el miedo, protestando en los cafés y en las redes sociales pero a sabiendas de que se trata de meros desahogos, de mensajes dentro de botellas que se lanzan al mar sin ninguna esperanza de que alguien pueda recogerlos y leerlos, sin ninguna probabilidad de que sean atendidos, comprendidos, tomados en cuenta.

Vivimos en el pasmo.

Pasmo, dice la definición del Diccionario de la Real Academia Española: “1. m. Admiración y asombro extremados, que dejan como en suspenso la razón y el discurso”.

Pasmo, que viene según la misma fuente, del latín vulgar pasmus que significa: “parálisis pasajera producida por un enfriamiento”.

Como un balde de agua helada vino a caernos el triunfo de Trump en la elección presidencial estadounidense y este enfriamiento continúa paralizándonos día tras día en esta espera llena de temor e incertidumbre por lo que viene para el mundo y para México en el futuro inmediato.

[pull_quote_right]Se trata de educar para salir del pasmo, de trabajar en las aulas y en las escuelas para “defender la alegría como un principio, defenderla del pasmo y las pesadillas de los neutrales y de los neutrones, de las dulces infamias y los graves diagnósticos…”[/pull_quote_right]

Nuestro gobierno que debería estar activamente reaccionando, de manera no solamente responsiva sino responsable ante este hecho que aunque parecía increíble era posible desde hace varios meses, se encuentra todavía en el pasmo, paralizado ante el enfriamiento y haciendo solamente tímidas declaraciones de que todo está bien, de que no pasa nada, de que no va a pasar nada.

El asombro extremo de este hecho que era muy improbable parece haber suspendido la razón y el discurso de quienes dirigen a nuestro país y deberían por ello mostrarse fuertes, preparados para lo que se avecina, proactivos convocando a un pacto con la sociedad, un pacto que una a esta sociedad polarizada frente a un enemigo común que parece estar ya preparando la embestida.

Pero nosotros, los ciudadanos de a pie, también estamos pasmados ante los acontecimientos. Nuestra razón y nuestro discurso también parecen estar suspendidos ante el asombro extremado que nos ha causado esta noticia. El pasmo se muestra en cursos diversos de reacción: el de quienes intentan diluir el asombro tratando de convencernos y de convencerse de que la opción de Clinton era peor que la de Trump, el de quienes dicen que Trump estaba actuando desde el marketing político y no va a hacer en realidad nada de lo que prometió en su campaña aunque no alcanzan a visualizar el daño que ya está hecho en el empoderamiento de los grupos más retrógradas y discriminatorios que empiezan a denigrar a los inmigrantes en todos los rincones de Estados Unidos y el de quienes de plano no saben qué va a pasar y expresan simplemente la sorpresa y el miedo en una frase: “a ver cómo nos va”.

Este pasmo compartido entre gobierno y sociedad puede ser muy dañino porque los tiempos oscuros que se avecinan nos van a tomar desprevenidos, desunidos y sin ninguna estrategia de respuesta. El caricaturista Paco Calderón expresaba en su cartón de este domingo –a partir del título de las memorias del ex –embajador Jeffrey Davidow: El oso y el puercoespín- que los mexicanos deberíamos estar ya afilando nuestras espinas para hacer que Trump haga “el oso de su vida”. Pero el pasmo social y gubernamental parecen estarnos impidiendo convocar siquiera a una acción que nos prepare para hacer frente a lo que viene.

Si nos asumimos como los profesionales de la esperanza, los educadores no podemos, no debemos ser presas de este pasmo social. Experimentando el miedo y la incertidumbre que sin duda nos produce este futuro incierto y nada prometedor que se avecina a partir de la gestión al frente del país más poderoso del mundo –que tal vez esté en la etapa final de esta hegemonía- de un personaje que encarna todo lo indeseable desde una perspectiva de humanización del planeta, necesitamos actuar de manera creativa, crítica y responsable para formar a nuestros estudiantes en la identidad terrenal para reconocerse como ciudadanos del mundo, ver a la humanidad como el destino planetario común e interesarse en conocer y transformar las condiciones de convivencia en el planeta.

Reforzar la prioridad que tiene en el mundo de hoy la formación valoral entendida como el desarrollo de una consciencia que acepte y respete a todos los seres humanos desde el principio fundamental de su dignidad inalienable y que a partir de ahí construya relaciones de inclusión, tolerancia, respeto, fraternidad y amor por el otro a quien se reconoce como otro yo, es por lo pronto una tarea urgente y concreta que se encuentra al alcance de nuestras posibilidades.

La educación ética y la formación en una convivencia social sana no son dos elementos adicionales, complementarios y deseables en las escuelas hoy en día sino elementos básicos sobre los que se tiene que fundamentar al aprendizaje de la Lengua, las Matemáticas y las Ciencias Naturales y Sociales.

Se trata de educar para salir del pasmo, de trabajar en las aulas y en las escuelas para “defender la alegría como un principio, defenderla del pasmo y las pesadillas de los neutrales y de los neutrones, de las dulces infamias y los graves diagnósticos…” (Mario Benedetti. Defender la alegría)

Ante el pasmo social el llamado urgente para tratar de limpiar la pena de nuestros ojos como sociedad es el de la defensa de la alegría de ser humanos y aceptarnos todos como miembros de una misma comunidad planetaria. El reto es “defender la alegría como una bandera…como una trinchera…”, como la trinchera que puede defendernos como puercoespines, del inmenso e irracional oso que nos amenaza.

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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