Lado B
A la caza del jaguar
Conanp ha logrado demostrar la presencia de los seis grandes felinos de México en la Meseta de Cacaxtla, entre ellos el más más amenazado: el jaguar
Por Lado B @ladobemx
24 de noviembre, 2016
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Después de años de esfuerzos, y con la ayuda del propietario de un rancho, la Conanp ha logrado demostrar la presencia de los seis grandes felinos de México en la Meseta de Cacaxtla, entre ellos el más grande y el más amenazado de todos: el jaguar

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Rafael Hernández | Noroeste

@noroestemx

El emblema del jaguar ha sido uno de los más venerados por diversas culturas en la historia de México, y aún forma parte de las tradiciones de algunas comunidades: se le encuentra en canciones, leyendas y representaciones plásticas. Pero verlo en su estado salvaje no es nada fácil. Por su carácter huidizo y sus agudos sentidos, muy pocas personas han logrado verlos de frente.

«Por naturaleza te tienen miedo. Ellos te huelen desde lejos, así que cuando tú te das cuenta de que anda uno cerca, ellos ya te llevan mucha ventaja, ya se escondieron», comenta Enrique Lizárraga, dueño del rancho Las Palomas, en la Meseta de Cacaxtla, quien tiene poco más de cinco años colaborando con la Comisión Nacional de Áreas Protegidas en el monitoreo del gran felino de las Américas en la región.

Gracias a la colocación de cámaras trampa en puntos estratégicos del territorio, aproximadamente desde el 2010 se pudo concretar el registro de lo que hasta ese momento era solo una leyenda. Pero no solo eso, sino que se descubrió que esa reserva alberga a los seis felinos más importantes del País: el jaguar (el más grande de todos), el ocelote, el lince, el puma, el yaguarandí y el tigrillo.

Estas están ubicadas, por lo regular, frente a los abrevaderos, y funcionan con un sensor de movimiento que toma fotos y video cuando algún animal se acerca. De esta manera, en las capturas no solo es posible apreciar a los felinos, sino también a los venados, coatíes, jabalíes, coyotes, tejones y una gran diversidad de aves.

Estas especies son una pieza clave en el ecosistema (selva baja caducifolia y selva alta subcaducifolia), pues sus actividades depredatorias influyen en la abundancia y comportamiento de sus presas y otros depredadores, según lo informa un estudio de evaluación y seguimiento del jaguar, realizado por la Conanp.

Para alegría de los estudiosos de la reserva, se ha logrado recientemente el registro de la reproducción del jaguar en la región, lo que se traduciría en un impacto positivo a la reserva, por la importancia que representan.

La Meseta de Cacaxtla es la más importante reserva ecológica de Sinaloa. Hasta la fecha, se han registrado unas 308 especies de aves, 6 especies de felinos y 8 mamíferos medianos, así como 22 especies de anfibios, 48 especies de reptiles, 14 peces de agua dulce y algunas especies marinas en la franja costera. Nombrada por decreto presidencial Área Natural Protegida en el 2000, se encuentra entre los municipios de Mazatlán y San Ignacio.

Un experto revisa y actualiza la cámara-trampa colocada cerca de un bebedero al que llegan los animales.

Las primeras imágenes

Las primeras tomas de las cámaras trampa, por supuesto, fueron reveladoras. Por primera vez se les pudo ver en todo su esplendor.

“Alguna gente no me creía, piensan que los jaguares son animales de por allá de África, no se los imaginan en Sinaloa, hasta me han dicho que las fotos las bajo de Internet o que son ‘Photoshop’”, dice Enrique entre risas, y añade que está orgulloso de poder contribuir a la conservación y preservación de estos animales.

“Crecí en una familia de cazadores, desde pequeño aprendí a cazar. Pero desde que hago esto mi percepción sobre la vida ha cambiado. Ahora sí me considero un cazador, pero los cazo en fotografías, y mis trofeos ahí están colgados en la pared”.

Debido a la gran actividad que presentan los abrevaderos, las memorias tienen que vaciarse cada semana porque se llenan con rapidez. Al colocarlas dentro de la computadora, aparecen alrededor de 2 mil fotografías que retratan una de las actividades más cotidianas de cualquier animal: beber agua.

El felino se mueve entre la Meseta de Cacaxtla, en San Ignacio, y en Mexiquillo, Durango.

Amenazas

Como es el caso de muchos otros mamíferos, el principal depredador del jaguar es el hombre, y a medida que los asentamientos urbanos crecen, es común que ambos convivan muy de cerca. Como ejemplo, tan solo el rancho Las Palomas se encuentra poco más de 50 kilómetros de la ciudad de Mazatlán y a unos 10 minutos de la sindicatura de Coyotitán, en San Ignacio.

Aunque los jaguares todavían no están en peligro de extinción, los científicos advierten que existen pocos ejemplares y su población va en disminución. Como miembro del grupo de los grandes depredadores, su extinción desestibilizaría los ecosistemas.

«Es por esto que la labor de monitoreo y preservación juega un papel clave en la conscientización sobre este animal», dice Enrique, «por eso lo que queremos aquí es que aprendan sobre la naturaleza y se enseñen a cuidarla».

A esto ha ayudado, añade, la implementación del ecoturismo con jaguar en la región, los primeros en México que prueban esta atracción para fomentar la preservación de la especie.

Enrique Lizárraga se convirtió en vigilante de la Meseta de Cacaxtla.

Amor a la tierra

Enrique Lizárraga se convirtió, sin pensarlo, en un importante colaborador para la preservación de la flora y la fauna en el Área Natura Protegida Meseta de Cacaxtla, y su trabajo de monitoreo del jaguar ha sido clave para el estudio de esta especie amenazada en México

Solo un gran portón metálico de color naranja separa a la carretera libre Mazatlán-Culiacán del sendero que conduce al rancho Las Palomas. El recorrido para llegar a la pequeña choza es de unos 300 metros, a través de un  sendero, entre el abundante monte.

Ahí, Enrique Lizárraga, el dueño de las 2 mil 500 hectáreas que comprenden la propiedad, pone a cocer los frijoles para la comida y prepara algunas cosas en espera de que llegue la familia completa a pasar el domingo, como cada semana.

Sentado sobre una silla de metal y tomándose una limonada, Enrique recuerda: en 1985, su abuelo decidió que era hora de heredar todo. Como ninguno de sus hermanos estaba en posición de hacerse cargo del rancho, le preguntó a su esposa: “¿Cómo la ves? Me quiero ir al rancho”. Ella, sin chistar, aceptó y cuando menos pensó ya había renunciado a su trabajo de contador en Mazatlán y se había hecho ranchero.

“Le tenemos amor a la tierra”, añade con una gran sonrisa que forma amplios pliegues junto a sus ojos.

Un ejemplar de jaguar se acerca a beber agua en un pozo artificial en la Meseta de Cacaxtla, una área natural protegida.

El primer reto: sequía a la vista

Durante varios años, el tiempo transcurrió con tranquilidad: Enrique y su familia se concentraron en la ganadería y distintas actividades agrarias.

En el año 2000 una fuerte y atípica sequía afectó al estado, a tal grado que el Gobernador en ese entonces, Juan S. Millán, pidió la Declaratoria de Desastre Natural, pues los daños superaban la capacidad financiera del estado.

«Habiendo comida, comen seco, comen ramas, pero sin agua nadie sobrevive», cuenta Enrique.

La decisión fue simple y muy eficaz: se dispusieron a colocar llantas de tractor con cemento como abrevaderos improvisados para que «inquilinos» de la meseta tuvieran dónde beber agua. De esta forma, comenzaron a contribuir a la preservación de las especies de la región.

En algunas de sus caminatas, Enrique se dio cuenta de que otros animales se querían acercar a beber, pero se mantenían a distancia por precaución, así que colocó otro abrevadero a unos 100 metros de ahí para que se acercaran sin temor.

Enrique sabía que en la meseta siempre había habido jaguares, pero nadie tenía registros y hasta el momento no había manera de probarlo. Así que, aunque fuera capaz de verlos, a lo lejos, nadie le creería que estaban ahí.

Con el tiempo, se dio cuenta de que en el abrevadero se juntaban los jaguares y los pumas a beber y se encontraban con otros animales. “Decidimos poner más, por si olían a otro animal, para que no estuvieran llegando todos ahí y se pelearan, para que no hubiera tanta depredación de especies”, cuenta.

Ese mismo año, la Meseta de Cacaxtla fue decretada, después de años de esfuerzos, Área Natural Protegida. El problema, explica Enrique, fue que a los habitantes de las comunidades que se encontraban dentro de ella nunca les explicaron qué podían hacer para contribuir a la conservación de las especies.

El jaguar es el felino más grande que existe en México.

Descubriendo al jaguar

Fue hasta en 2009, cuando coincidió con Ricardo Urquijo, director de Turismo en Mazatlán, que se dio a conocer la labor que estaban realizando de mantenimiento de especies. Enrique sabía que Urquijo tenía una gran pasión por las aves y la naturaleza, y que escribía una columna en el periódico Noroeste, donde hablaba de la flora y fauna del estado, ilustrada con fotografías.

“Ve al rancho a tomar fotos, ahí vas a tener material hasta para un año”, le dijo. El funcionario, por supuesto, no se pudo negar.

Ahí, bajo la sombra de algún tepehuaje, Urquijo recolectó una gran cantidad de imágenes de aves, venados, coatíes y jabalíes que llegaban al abrevadero.

“¿Y recibes algún apoyo?”, preguntó sorprendido y fascinado por lo que veía, “hay que ver la manera de continuar con esto, es muy bueno lo que haces”.

Poco después lo conectó con Marco González, un biólogo de la Universidad Autónoma de Sinaloa y en poco tiempo ya habían bajado recursos para instalar cámaras trampa en los abrevaderos y monitorear, por primera vez, a los felinos que se movían por la zona.

Ecoturismo

Gracias a la gran diversidad de flora y fauna que hay en la zona, ahora Enrique y su familia reciben a cientos de turistas cada año que llegan a disfrutar de la riqueza de la meseta. La temporada comienza, explica, en enero y se extiende hasta las primeras lluvias, a principios de junio.

En un principio, uno de los principales atractivos era el avistamiendo aves, una actividad que fue creciendo con el paso de los años. Personas de distintos países llegaban a veces a pasar la noche en busca de estas.

Ahora que se ha registrado la presencia del jaguar, la mayoría de quienes lo visitan quieren verlo de primera mano, pero no es tan sencillo.

«Llegan y me preguntan: ‘a ver, ¿dónde está el jaguar?’, y pues no, es muy difícil verlo de día, y menos cuando se acerca uno tanto al abrevadero», comenta Enrique.

El lugar también ha sido visitado por fotógrafos de National Geographic y Animal Planet, quienes llegan a buscar a los preciados felinos. Uno de ellos, Carlos Navarro, pasó dos días camuflado junto a un abrevadero esperando que se presentara un jaguar. Nunca sucedió.

Enrique le explicó: “No están acostumbrados a ver ese bulto, por eso no se acercan, mejor súbete al mirador y espéralo ahí”. El consejo funcionó. Carlos logró captar a un jaguar alrededor de las 16:00 horas y se fue contento.

El crecimiento de la afluencia de visitantes ha creado más necesidades: adaptar el rancho a la gran demanda que recibe. En estos momentos la familia se encuentra acondicionando el área para recibir a cientos de visitantes a partir de enero.

«Ya la gente nos pide quedarse, quieren acampar. Por eso estamos construyendo un mirador desde donde se puede ver gran parte de lo que comprende el rancho, y una zona donde puedan dormir unas cuantas personas o donde puedan venir estudiantes de escuelas a escuchar conferencias», añade.

La temporada turística se extiende hasta las primeras lluvias, porque la vegetación comienza a crecer de forma muy acelerada e impide el paso y la visión de los visitantes, pero el trabajo de conservación y monitoreo lo realiza todo el año, con la ayuda de sus hijos y su esposa.

Fotos: Noroeste/Javier Merino

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Autor Lado B
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