Lado B
Carta a una querida adolescente
¿Cómo compartirte un consejo sin sonar arrogante o lejano, querida Isabel? Has venido a buscarme porque quieres una pista que te ayude a entender lo que pasa, pero, como dijo Javier Ibarra, un rapero: “yo tampoco sé vivir, estoy improvisando”.
Por Lado B @ladobemx
21 de octubre, 2016
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Mtro. Alexis Vera Sánchez

[dropcap]¿C[/dropcap]ómo compartirte un consejo sin sonar arrogante o lejano, querida Isabel? Has venido a buscarme porque quieres una pista que te ayude a entender lo que pasa, pero, como dijo Javier Ibarra, un rapero: “yo tampoco sé vivir, estoy improvisando”.

Tus compañeras de secundaria discriminan a Samantha, amiga tuya, porque dicen que sus papás están divorciados y que además ella es pobre. La agreden cada que pueden y juzgan mal casi todo lo que hace. La critican porque su celular no es iPhone; porque su mochila no es Kipling; porque su ropa no es cara. La maltratan por lo que dice y por lo que hace, aunque ella normalmente no maltrata ni agrede a nadie. La dejan sola porque sienten que no es como ellas; piensan que es rara, diferente. Tú valientemente la has defendido algunas veces; en otras quizá la has dejado sola, no lo sé. Sin embargo, quiero decirte que estoy muy orgulloso de ti por esas veces en las que defendiste a quien lo necesitaba. Jorge Luis Borges, el gran poeta, dijo hace años que “entre las cosas hay una de la que no se arrepiente nadie en la tierra. Esa cosa es haber sido valiente”. Tu solidaridad con Samantha es un acto de amor y valentía propio de personas grandiosas. Felicidades querida Isabel, sigue por ahí.

Yo también me pregunto por qué muchas adolescentes de tu colegio molestan a quienes no son como a ellas les gusta. Por qué desprecian a quienes tienen una casa o coche pequeño; o a quienes no se van de vacaciones en avión. Me pregunto por qué piensan que su estilo de vida es el único bueno, válido o aceptable. Una de las respuestas que he encontrado es que esas chicas son el desafortunado reflejo de una sociedad enferma que ha generado un complejo sistema de malestar. Tenemos un país que discrimina, que maltrata al más débil, en lugar de ayudarlo. Vivimos bajo un sistema que tiene a la mayoría en pobreza y a unos cuantos aprovechando la situación. El que niñas de secundaria desprecien a quien menos tiene es, por supuesto, también un reflejo de lo que respiran en casa.

A mí me parece que las familias de los adolescentes que desprecian a otros adolescentes por ser diferentes nos muestran cuán bajo hemos llegado como sociedad. Estamos dejando ir lo importante por lo trivial. Nacimos y vivimos en Puebla, una de las ciudades más conservadoras de un país conservador, donde además la gente aspira a ser reconocida, fotografiada, importante. En esta ciudad casi todos se fijan más en el tipo de coche conducido que en el respeto de su conductor a los lugares para minusválidos; se fijan en la marca de ropa que se pone la gente, pero no en cómo ésta trata a los empleados de una tienda; les importa la zona donde viven sus amigos, pero no les interesa si son buenos vecinos.

[pull_quote_right] Adiós, dijo el zorro. He aquí mi secreto. Es muy simple: no vemos bien más que con el corazón. Lo esencial es invisible para los ojos.[/pull_quote_right]

Tenemos una sociedad que valora más un artículo de moda que un acto de compasión. Un día me topé en Twitter con esta frase: “En el espejo retrovisor de la vida se lee: Los objetos significan menos de lo que aparentan”. Es decir, las cosas que anuncian por todos lados en realidad no nos sirven tanto para ser felices. ¿Al final del día qué te hace sentir mejor a ti: saber que tienes una nueva y bonita chamarra en tu clóset o saber que una amiga te quiere hoy más que ayer porque la ayudaste? Creo que el verdadero bienestar no está afuera, en las cosas que compramos, sino adentro, en la paz que sentimos cuando nos vamos a dormir cada noche, mi querida Isabel.

Como habrás notado, las niñas que molestan a Samantha no son referente de lo bueno. Así que no te angusties por lo que piensen o digan y quizás mejor alégrate de que no eres como a ellas les gusta. Alégrate de ser la niña inteligente, sensible y solidaria que ya eres; y siempre recuerda lo que dijo Oscar Wilde: “Sé tú misma, los demás roles ya están tomados”.

Acércate a tus padres y perdónalos porque también se equivocan. No son perfectos, tampoco tú, tampoco yo. Sin embargo, la imperfección forma parte de la vida perfecta. Por eso quizás no debas gastar tu tiempo juzgándolos si quieres que tampoco ellos (u otras personas) te juzguen. ¿Y si mejor dedicas tiempo a comprenderlos? Tal vez ellos, en respuesta,  acaben esforzándose más para comprenderte.

Finalmente, quiero pedirte cariñosamente que no te avergüences de tus papás porque están divorciados o porque, al igual que los padres de Samantha, no tienen una súper casa; o porque a veces no te pueden comprar las cosas caras que tienen algunas de tus amigas. Tener todo eso no te hará mejor persona; tampoco te hará más feliz ni te garantizará la aceptación de las demás (que tanto se busca cuando uno está en secundaria). Obsérvalas y verás: si todo el tiempo presumen o agreden, es porque en el fondo están incompletas. Aunque sus papás estén casados, aunque tengan grandes casas y lujosos coches, aunque tengan iPhone; en el fondo están incompletas. Porque el verdadero bienestar no presume ni agrede, al contrario, el verdadero bienestar es humilde y compasivo, ¿no crees?

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El autor es profesor de la Universidad Iberoamericana Puebla.

Este texto se encuentra en: http://circulodeescritores.blogspot.com

Sus comentarios son bienvenidos

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Me despido de ti por el momento, hermosa Isabel, con uno de los pasajes literarios que más me ha iluminado. Lo encontré en El Principito:

Adiós, dijo el zorro. He aquí mi secreto. Es muy simple: no vemos bien más que con el corazón. Lo esencial es invisible para los ojos.

 

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Autor Lado B
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