Lado B
Malinali, el vínculo de dos mundos
Mi hija no-nata tiene nombre desde los cinco meses de gestación: Malinali. Al escucharlo, nuestras familias, amigos y conocidos reaccionan favorablemente, encontrándolo hermoso, salvo excepciones como mi sobrino de 8 años que sugirió que buscáramos otro porque “está muy difícil: no me gusta”.
Por Alonso Pérez Fragua @fraguando
04 de septiembre, 2016
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Alonso Pérez Fragua

@fraguando

#LaEternaIncomprendida

[dropcap]M[/dropcap]i hija no-nata tiene nombre desde los cinco meses de gestación: Malinali. Al escucharlo, nuestras familias, amigos y conocidos reaccionan favorablemente, encontrándolo hermoso, salvo excepciones como mi sobrino de 8 años que sugirió que buscáramos otro porque “está muy difícil: no me gusta”. Sin embargo, lo que más nos ha sorprendido es la falta de conocimiento sobre su origen y significado. Algunos preguntan si es extranjero, francés quizá, toda vez que lo vinculan con la nacionalidad de mi esposa, a pesar de la sonoridad mesoamericana clara y evidente que encuentran mis oídos.

Debo reconocer, eso sí, que antes de conocer a mi esposa es probable que yo hubiera sido de aquellos que preguntara sobre el significado de Malinali –Malinalli, con doble ele, en el “original”-, ignorante además de que este nombre es también el de Malintzin, doña Marina: la mentada Malinche. Es decir, conocía, como cualquiera que haya pasado por una escuela mexicana, la versión oficial sobre esta figura trascendental de la Conquista, aquella que nos indica que esa mujer fue una traidora, que vendió a su pueblo a los españoles. Lo que no conocía o, mejor dicho, en lo que no había reparado, era en la injusticia que la historia oficial cometió con esta mujer, víctima de los mexicas igual que todos los pueblos de Mesoamérica.

Alejado del discurso oficial, el historiador Raúl Bringas Nostti reivindica la figura de Malinali en su libro Antihistoria de México y la eleva al grado de “la primera heroína de la historia mexicana”, diciendo además que, aquella a la que “se le ha considerado como la gran traidora indígena” fue más bien “la cara visible de los sometidos que se negaban a aceptar un orden injusto” mesoamericano.

“La Malinche fue una mujer admirable que utilizó su posición como intérprete para vengarse de los rapaces aztecas. De hecho, el conocimiento que tenía del náhuatl era producto de la subordinación de su pueblo al imperio de Moctezuma Xocoyotzin. Fue dos veces víctima de la brutalidad del mundo indígena, pues su condición de esclava partía del tributo que su pueblo pagó a un reino maya. La Malinche tenía una carga de agravios contra los imperios, en particular el azteca que sometió a su pueblo. No tenía nada que agradecerle al orden mesoamericano. Vio en Cortés y su expedición de conquista la oportunidad de destruir un imperio sanguinario, del que era víctima”[1].

Mi esposa, como escribí antes, es la que me introdujo al estudio de esta figura histórica de una forma más crítica. En diciembre de 2009, a partir de una tesina que redactó para una clase de licenciatura, publicó en La Jornada de Oriente un artículo titulado “La Malinche, el personaje ausente siempre presente”.

“De la Malinche no se sabe casi nada, pero se piensa mucho. Es un personaje que nunca habló en su nombre, pero del que se habla mucho. A veces Cortés no es más que el guerrero, y ella, la emprendedora de la conquista. Ella no era más que la sombra del ejército del rey, una herramienta y, sin embargo, no existe ni una pintura, ni una película, ni una obra sobre la conquista sin que la Malinche ocupe un lugar importante”.

Por desgracia, mi esposa se equivocó en una cosa al redactar el párrafo anterior. A propósito del presente texto me di a la tarea de releer el capítulo sobre la conquista del libro Nueva historia mínima de México, editado por El Colegio de México (2009). Si bien reivindica el papel del pueblo tlaxcalteca –el otro villano que el México independiente creó-, sobre Malinali guarda un silencio absoluto. Pablo Escalante Gonzalbo, encargado del capítulo titulado “El México antiguo”, escribe:

“Los tlaxcaltecas cesaron su resistencia inicial y optaron por aliarse a los españoles porque les pareció que esa alianza garantizaría, precisamente, la integración de su territorio; ellos no debían lealtad alguna a los mexicas, más bien todo lo contrario, eran sus enemigos”[2].

El que la Malinche no aparezca ni una sola vez en ninguno de los siete capítulos de un libro sobre la historia de México me parece curioso, por decir lo menos. Sin embargo, me parece terrible la omisión que comete el autor que se dedica a mostrar una visión equilibrada de la conquista y que con ese párrafo limpia la memoria de los “traidores” tlaxcaltecas pero calla sobre Malinali, la mujer que la historia oficial se ha encargado de destruir y cuya memoria es aún hoy polémica.

Villana o heroína, un libro sobre la historia de México sin la figura de la Malinche ofrece un retrato incompleto del país. Imagen: Entrada de Hernán Cortés a Tenochtitlan el 8 de noviembre de 1519 (D.P.) Foto: wikipedia.

Villana o heroína, un libro sobre la historia de México sin la figura de la Malinche ofrece un retrato incompleto del país. Imagen: Entrada de Hernán Cortés a Tenochtitlan el 8 de noviembre de 1519 (D.P.) Foto: wikipedia.

Aunque El Colegio de México no lo diga, sin Malinali no habría México, al menos no como lo concebimos hoy. Sea como fuere, para mi esposa y para mí el nombre de una figura como la Malinche es el ideal para la hija de una pareja bicultural, de una familia que combina raíces del viejo y el nuevo continente.

Y bueno, al final, la pregunta sigue sin contestarse: ¿qué significa Malinali más allá de lo histórico? Mi esposa escribía en su artículo que en la vida de esta mujer “hay muchísimas cosas extrañas, dignas de una leyenda. En primer lugar su nombre es enigmático. Sin tener realmente la certeza de que la historia sobre éste sea real o inventada años después de su muerte para acentuar su mito, es preciso analizar la información disponible. Puede ser que a su nacimiento haya sido llamada Malinalli […], nombre de una hierba capaz de perforar la lengua, que servía como castigo”[3].

Desde una visión occidental, amante de blancos y negros sin matices, la elección de un nombre que se vincula con un castigo físico parecería una elección poco afortunada o hasta funesta. Sin embargo, ligado al castigo –y a su uso en cordeles, según algunas fuentes-, el nombre dota a sus poseedoras de características como el poder de la diplomacia, un talento creativo y una especialidad habilidad para los idiomas.

Malinchismo, esa preferencia de lo extranjero sobre lo mexicano, lleva en el nombre el odio por esta figura clave del mestizaje. El considerarla como traidora y negarla –a ella y a los españoles- es negarnos a nosotros mismo sin duda.

Hay mucho más que hablar sobre Malinali. Por ejemplo, ¿por qué la mujer que sirvió de eslabón entre Europa y América ha sido convertida en victimaria en el caso de México y víctima en el de Estados Unidos? (Aquí un acercamiento a esta respuesta en su texto). Sin embargo, mi intención ahora –más allá de celebrar el nacimiento de mi hija- es ofrecer una mirada distinta, un enfoque diferente sobre la historia de La Malinche, sin pretender tampoco erigirme como el primero y único que la promueve. Si este texto inicia un pequeño debate, qué mejor, si no, al menos tendré algo con qué explicarle a una Malinali más el origen de su nombre y la razón por la que sus padres están orgullosos de haberlo escogido.


[1] Pág. 48. Raúl Bringas Nostti (2013). Antihistoria de México. México: Miguel Ángel Porrúa.

[2] Pág. 56. Pablo Escalante Gonzalbo (2009). “El México antiguo” [capítulo]. Nueva historia mínima de México. México: El Colegio de México.

[3] Recomiendo también el texto El mito de un nombre: Malinche, Malinalli, Malintzin de  Rosa María Grillo de la Universidad de Salerno, el cual se puede consultar aquí.

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Autor Lado B
Alonso Pérez Fragua
Alonso Pérez Fragua es periodista, gestor cultural y eterno aprendiz de las cosas del arte y del mundo. Actualmente realiza estudios de maestría en Estudios Culturales por la Universidad Paul Valéry, de Montpellier; su tesis tiene a Netflix y a las tecnologías digitales como objetos de estudio. En México cursó una maestría en Comunicación y Medios Digitales, y una especialidad en Políticas Públicas y Gestión Cultural. Melómano, bibliógafo, cinéfilo, maratonista de series, wikipedista y un poco neurótico. Lo encuentras en Twitter e Instagram como @fraguando.
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