Lado B
Eso que llaman cultura digital
Lo digital está por todas partes. Desde que abrimos los ojos hasta que nuestra jornada termina, esta palabra está presente como adjetivo de diversos objetos y experiencias cotidianas.
Por Alonso Pérez Fragua @fraguando
27 de septiembre, 2016
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Alonso Pérez Fragua

@fraguando

#LaEternaIncomprendida

[dropcap]L[/dropcap]o digital está por todas partes. Desde que abrimos los ojos hasta que nuestra jornada termina, esta palabra está presente como adjetivo de diversos objetos y experiencias cotidianas. Sin embargo, poco a poco lo digital se diluye, desaparece, y da paso a que todo sea simplemente lo que era antes: el reloj digital se convirtió de nuevo en reloj-a-secas; lo mismo la computadora, el video, el cine, la fotografía –en unos años los medios, seguramente- y un largo etcétera de alrededor 2 mil 500 términos en el inglés contemporáneo, según refiere Benjamin Peters en su texto “Digital”[1].

Lo digital está por todas partes. Así como nuestros dedos –digits en inglés- nos han permitido desde hace milenios el contar, señalar y manipular nuestro entorno haciéndolo posible de esta forma, así lo digital se va convirtiendo, cada vez más, en la vía para manipular y entender nuestras realidades en este cambiante y convulso siglo XXI.

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Lo digital está por todas partes… Imagen tomada de ara-tech.es

En el citado “Digital”, Peters nos recuerda que primero fue el filósofo Gottfried Leibniz y luego los matemáticos George Boole y Claude Shannon, los que afirmaron que toda señal real puede ser reducida –con cierta pérdida de información, eso sí- en un símbolo digital: ceros y unos; 0 y 1. Si bien lo digital es un constructo humano tal y como lo entendemos hoy, el autor nos recuerda también que lo digital en términos de binario está presente en la naturaleza desde el principio de los tiempos: en los dos polos, el Norte y el Sur; en las dos cargas del electrón, la positiva y la negativa; o en las dos orientaciones en las que puede girar el quark, hacia arriba o hacia abajo.

Resulta curioso entonces que nuestra era, obsesionada por la copia exacta, como dice Hillel Schwartz en The Culture of the Copy[2], experimente al mismo tiempo una “revolución digital” que implica, como se apuntó en el párrafo anterior, una pérdida de información. En otras palabras, al hablar de copias digitales construidas a partir de ceros y unos, hablamos de copias imperfectas, incompletas. La exactitud –y la realidad- se nos escapa poco a poco, aunque no nos demos cuenta…

En “Analog” de Jonathan Sterne, otro texto del mismo libro Digital Keywords. A Vocabulary of Information Society and Culture, el autor afirma que una de las ideas erróneas en la actualidad es pensar que todo lo análogo es sinónimo de no-digital; fuera de moda, que “huye” de la tecnología (digital). Más allá de esta generalización equivocada, lo más problemático, según identifica Sterne, es que lo digital se eleva por encima de lo análogo como mejor, idea que hace eco y cobra más sentido al leer a Peters quien nos recuerda la pérdida de información que implica lo digital.

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Imagen muestra de Mr. Scribbles Sketchbook: Digital vs Analog, colección de dibujos realizados en medios tradicionales y digitales. Tomada de edowning.com

Peters y Sterne explican respectivamente que análogo y digital son conceptos cuyo significado ha evolucionado, dejándonos entrever que seguirán cambiando. Por ejemplo, el segundo autor abunda que hoy, en 2016, lo análogo se percibe como “orgánico” y “cálido” cuando a algunos aparatos o soportes análogos al momento de su aparición se les calificaba de “fríos” o “artificiales”: el registro fotográfico en contraste con la pintura o la realidad misma, o el disco de vinil en comparación con los sonidos en vivo, directo de su fuente natural. Las vueltas que da la vida, hoy lo análogo es “cercano a los sentidos” y “natural”.

En este sentido, Sterne comparte una idea de Friedman que me parece muy importante: una realidad construida a partir de la oposición digital-análogo limita la visión de un mundo que debería verse como multivalente; y puntualiza Sterne: la realidad es tan análoga o digital como es no-digital y no-análoga.

Si aceptamos que la tecnología es parte inherente a la idea de lo humano, como lo afirma Sterne –y muchísimos antes que él-, la pregunta irremediable es, ¿existe la posibilidad de vivir la experiencia de ser humano en ausencia total de tecnología, entendida ésta desde el calzado más rudimentario y la punta de lanza más tosca hasta los Google Lenses más sofisticados? Y una quizá más extraña: ¿es el pulgar oponible –un digit– la primera y más natural tecnología digital? Para la segunda tengo más problema en encontrar la respuesta; para la primera, empero, me atrevo a decir que no.

Desde el momento que los primeros seres humanos empezaron a manipular una roca para romper el cráneo de otro animal o para ayudarse a abrir una fruta o encender una fogata, hablamos ya del uso de tecnología ligado irremediablemente a la experiencia humana. Porque algo nos debe quedar muy claro: no hay nada natural entre los seres humanos. Todo lo que nos rodea es construido –los objetos y las ideas; todo lo hemos creado y si no es así, el uso que le damos es creado, no-natural.

O puesto en otros términos: si quisiéramos tener la presente reflexión de “manera natural” habría que omitir la pantalla que media entre estas líneas y sus miradas, y habría presentarnos unxs a otrx completamente desnudxs, desprovistxs por completo de cualquier pensamiento o artículo con el que no hayamos surgido del vientre materno. Y ni así…

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Rudimentaria, pero tecnología al final del día. Fotograma de la película 2001 Odisea del espacio (1968) de Stanley Kubrick, tomada de la página es.ign.com


[1] Incluido en el libro Digital Keywords. A Vocabulary of Information Society and Culture (2016), EUA: Princeton University Press.

[2] Referido en Peters, ibíd.

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Autor Lado B
Alonso Pérez Fragua
Alonso Pérez Fragua es periodista, gestor cultural y eterno aprendiz de las cosas del arte y del mundo. Actualmente realiza estudios de maestría en Estudios Culturales por la Universidad Paul Valéry, de Montpellier; su tesis tiene a Netflix y a las tecnologías digitales como objetos de estudio. En México cursó una maestría en Comunicación y Medios Digitales, y una especialidad en Políticas Públicas y Gestión Cultural. Melómano, bibliógafo, cinéfilo, maratonista de series, wikipedista y un poco neurótico. Lo encuentras en Twitter e Instagram como @fraguando.
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