Lado B
La luz como posibilidad en Tres veces el amanecer
Si de algo podemos estar seguros cada vez que entramos en una historia del narrador italiano Alessandro Baricco, es de habitar pequeños espacios de una irrealidad que sólo existe en la imaginación del autor de Tres veces el amanecer (Anagrama, 2013).
Por José Luis Prado @pepepradog
08 de agosto, 2016
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José Luis Prado

@pepepradog

[dropcap]S[/dropcap]i de algo podemos estar seguros cada vez que entramos en una historia del narrador italiano Alessandro Baricco, es de habitar pequeños espacios de una irrealidad que sólo existe en la imaginación del autor de Tres veces el amanecer (Anagrama, 2013).

La novela, divida en tres partes, cuenta las historias de dos personajes: masculino y femenino. El tiempo de la ficción permite un desplazamiento, de manera tal, que encontramos a los personajes en diferentes etapas de sus vidas. La estructura del libro no establece una cronología, así que los relatos pueden leerse de cualquier forma o, de manera autónoma. El narrador, nacido en Turín, echa mano de un recurso narrativo en el que observamos la narración desde una tercera persona muy descriptiva y que, de algún modo, también nos permite la interiorización de los personajes, esto se intercala con diálogos muy largos que no muestran indicaciones, no hay guiones, salvo una oralidad desnuda.

El espacio de la narración es la de hoteles bastante modestos “de una elegancia algo deslucida”, comenta el narrador de la primera historia; y el tiempo, justo antes del amanecer “Miró a su alrededor y se sorprendió al ver una luz que aún sabía a amanecer”.

La primera historia presenta a una mujer de mediana edad que llega a un hotel a eso de las 4 a.m. “Tenía de suyo elegancia en su movimiento, pero también parecía una actriz que acabara de entrar a los bastidores”, y un hombre, el único a esa hora en el vestíbulo, a partir de ese momento nos encontramos en un diálogo que avanza hasta el desconcierto del lector.

La imposibilidad del cambio o la arbitrariedad del azar, pueden ser las directrices de estas historias. La segunda, arranca con la llegada de una pareja de jóvenes en el hotel.

Por último, el tercer relato también inicia en una habitación de hotel. Malcolm, un chiquillo de 13 años y la detective Pearson de 56 años que cuida de él, esperan a la mañana para que la policía decida qué ocurrirá con el niño, ya que acaba de perder a sus padres. Repentinamente, la detective decide salir del deplorable lugar y llevar al niño con ella a pesar de las órdenes de sus superiores.

Una vez más, nos movemos por una narración omnisciente y largos diálogos muy bien manejados por el autor, el lector va descubriendo tanto la forma en que Malcolm se quedó solo y el porqué de la detective que resuelve hacer el viaje nocturno, a pesar de detestar el hecho de conducir en la oscuridad. Tal motivo no es otro que el sentimiento de que un niño que ha pasado por tanto, merece esperar en el único lugar agradable que ella conoce y no en una terrorífica habitación de hotel. Venciendo algunos miedos y enfrentándose a sus recuerdos, los personajes siguen juntos por la carretera durante la noche hasta que avistando el amanecer llegan a un lugar en el cual esperarán al futuro.

La luz en estas narraciones es una marca, el asomo arbitrario de una posibilidad que sugiere, algunas veces, y otras más, revela. La literatura debe tener ese ingrediente que colorea, el ingrediente de aquello que está en el camino de lo posible.

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Autor Lado B
José Luis Prado
José Luis Prado ha sido becario del Fondo estatal para la cultura y las artes de Puebla en las emisiones 2011 y 2013 en la disciplina de cuento; publica en revistas nacionales e internacionales. Actualmente imparte talleres de cuento en la Escuela de Escritura y en los talleres artísticos de la BUAP.
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