Lado B
The Fencer: El arte de mantener la distancia
Endel, un esgrimista estonio, arriba a una pequeña comunidad que se encuentra a la deriva, en la cual solicita empleo como maestro de educación física. Sus llamadas clandestinas nos indican que huye de algo que puede arrebatarle la libertad, o hasta su propia vida.
Por Jaime López Blanco @
15 de julio, 2016
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Jaime López Blanco

@jaimecomunidad3

[dropcap]E[/dropcap]ndel, un esgrimista estonio, arriba a una pequeña comunidad que se encuentra a la deriva, en la cual solicita empleo como maestro de educación física. Sus llamadas clandestinas nos indican que huye de algo que puede arrebatarle la libertad, o hasta su propia vida. Endel es hijo de la Segunda Guerra Mundial, atado a una Estonia subyugada por Alemania y la entonces URSS. El régimen intolerante de Stalin lo hace verse inmerso en una caza de brujas inmerecida.

Su vocación y habilidad, la esgrima, se convierte en una especie de filosofía aplicable a su situación. El arte del empuñe del florete lo ayuda a mantenerse a salvo, a mantener un perfil bajo, o como él mismo repite en un diálogo de la cinta: “lo más importante con la esgrima es saber mantener la distancia”. A partir de la transmisión de su pasión y conocimientos deportivos a los niños de la localidad, Endel rompe la regla de aguardar la distancia y se deja llevar. Ahora deberá tener cuidado con cada uno de los movimientos que ejecuta, para evitar ser descubierto por la policía soviética.

Es así como se construye la premisa básica de la cinta finlandesa The Fencer, dirigida por Klaus Härö, y distinguida por los críticos extranjeros, lo que la llevó a obtener para dicho país nórdico una nominación a los Globos de Oro, algo que no había sucedido en más de 60 años. El reconocimiento es comprensible. Se trata de una obra políticamente correcta, grandilocuente en su manufactura técnica y fácil de digerir por los públicos masivos.

Su fotografía, la cual privilegia los tonos verdes, contrasta a la perfección con el vestuario empleado, mismo que se haya recargado de colores grises y oscuros, lo que dota a la cinta de una sobriedad innegable. El score es acertado en la mayor parte del metraje y la dirección de arte es virtuosa, ya que se recrea impecablemente a un pueblo marginado de la Estonia de los años cincuenta.

Quizás algunas de las principales debilidades del filme en comento radican en la construcción de ciertos personajes arquetípicos, como el director del colegio en el que labora Endel, ya que propician situaciones fáciles de anticipar.

The Fencer se inscribe en el cine de las biopics, ese que se dice que está basado en historias reales, como la del esgrimista estonio Endel Nelis, y tiene como principal virtud el proponer al esgrima como una actividad cercana al proletariado, así como útil para la evasión de la cruda realidad en la que viven niños y jóvenes, en su mayoría abandonados, otros huérfanos de padre.

Ciertamente, una de las bondades del film es, al mismo tiempo, algo de lo más triste y desolador del mismo, ya que se logra adentrar al espectador en la Historia, convirtiéndolo en un sufrido testigo de la reiterada devastación de una nación sometida a constantes guerras, lo cual también se observa en Tangerines o Mandarinas, otra película que igualmente aborda al país europeo en cuestión. En ésta última se nos exhibe una Estonia sumergida en un tremendo conflicto intestino, ocurrido en una época reciente, los años noventa. Eso sí, existe una diferencia clara entre ambas obras: Tangerines opta por una narrativa más austera, más seca, pero, sobre todo, más honesta; mientras que The Fencer prefiere desarrollarse en un camino un tanto más complaciente, sin caer en el maniqueísmo mal intencionado de las producciones gringas.

Luego entonces, The Fencer se constituye en la recapitulación entretenida de la supervivencia de un hombre desamparado en su propia patria; hombre a quien el deporte de las espadas le sirve como puente liberador individual y elemento de unión con sus jóvenes pupilos.

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Autor Lado B
Jaime López Blanco
Reportero comunitario. Junkie del séptimo arte. Documentalista de guerrilla; dos veces finalista del Festival Internacional de la Imagen (FINI) de Pachuca, Hidalgo; en una de ellas, primer lugar en la categoría de Cortometraje Estudiantil. Constante aprendiz de periodista cultural. Sueña con que algún día las notas bonsai sean sustituidas por los textos de raíces profundas, amenos y reflexivos. Comunicólogo que aspira a no ser un escritor fugaz dentro del sobrepoblado firmamento de las letras.
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