Lado B
Profundidad de pensamiento e imaginación, fundamento de la educación jesuita
 
Por Ernesto Aroche Aguilar @earoche
21 de julio, 2016
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Mtra. Rocío Barragán de la Parra

[dropcap]D[/dropcap]esarrollar la capacidad para obtener una respuesta común y universal sobre los problemas globales del mundo, pero que al mismo tiempo resulte atingente a los contextos regionales y responda a las necesidades sociales, económicas, políticas y culturales, es uno de los desafíos de la educación Jesuita que se promueve mediante la profundidad de pensamiento e imaginación, para ello es importante comprender que la globalización en aras de extender el conocimiento y desarrollar vínculos simétricos de vinculación, ha privilegiado la inmediatez y superficialidad del conocimiento sobre el sentido minucioso y laborioso de su construcción, lo que ha mermado y en algunos casos aniquilado, la capacidad de pensar con seriedad y sentido crítico.

La proximidad y transferencia con los medios, dispositivos o vehículos de comunicación ha generado una cultura de la impronta que privilegia usar, compartir o comentar temas, ideas o conceptos desde la primera impresión que éstos generan o tomando como verdad todo cuanto se exhibe y publica; de ahí el éxito del fenómeno mediático que distrae, permea y viraliza pero que no siempre se sostiene en información confiable y válida.

Es innegable el riesgo por el que atraviesa el proceso de toma de decisiones, cada vez se es menos consciente de la manera en que se atiende y entiende lo que (nos) ocurre, se ha debilitado u omitido el basamento racional y sensitivo que permite asumir la responsabilidad de aquello que se dice o hace e incluso de la manera en que se generan las relaciones con los otros y con uno mismo.

Las relaciones han dejado de ser (inter)personales y físicas, se han visto desplazadas por “relaciones” digitales que conectan a un individuo con otro, el cual está detrás de un dispositivo supliendo a un yo real o auténtico en lo que dice y comparte, incluso en la manera en que reacciona a aquello que comparte ya que sus interacciones se encuentran tamizadas por el uso de estos dispositivos digitales.

Hoy en día imperan las relaciones con desconocidos a los que se les llama “amigos” y se establecen vínculos que difícilmente tendrán tensión o dificultades, por ello del mismo modo que inician se diluyen y desaparecen; son por sí mismos superficiales e irreales e incluso, ponen en riesgo la esencia y el sentido real de la comunicación que humaniza y engrandece la facultad superior del hombre.

Se han desarrollado sociedades superficiales abanderadas por un relativismo moral que impulsa el consumismo y el hedonismo. Se privilegia el tener sobre el ser retrasando y/o anulando el desarrollo del pensamiento crítico y moral, lo que genera una visión distorsionada de la realidad. Entonces se privilegia la percepción individual sobre la objetividad o la contundencia de los hechos, de este modo aquello que se necesita o desea puede resultar peligrosamente frívolo y vano.

[pull_quote_right]Hoy en día imperan las relaciones con desconocidos a los que se les llama “amigos” y se establecen vínculos que difícilmente tendrán tensión o dificultades, por ello del mismo modo que inician se diluyen y desaparecen; son por sí mismos superficiales e irreales e incluso, ponen en riesgo la esencia y el sentido real de la comunicación que humaniza y engrandece la facultad superior del hombre.[/pull_quote_right]

El país, y el mundo en su generalidad, están alejados del pensamiento analítico y profundo que entrama el discernimiento y la capacidad para identificar y asumir las consecuencias de los actos; cada vez resulta más difícil respetar al otro, privilegiar su bien ser y su bienestar; por ello resulta imperante integrar un ecosistema de interacciones sanas y equilibradas que promueva el desarrollo balanceado, armónico y justo.

El Padre Adolfo Nicolas SJ y General de la Compañía sostiene que “Las personas pierden la capacidad de tratar con la realidad; lo que implica un proceso de deshumanización gradual y silencioso pero muy real”. Las percepciones superficiales y egocéntricas de la realidad hacen casi imposible sentir compasión por el sufrimiento de otros, se concentran en satisfacer los deseos inmediatos y da pereza vincularse o comprometerse con las personas, causas o situaciones que impliquen un esfuerzo o una renuncia; eso que irónicamente se relaciona con la frase “vale o merece la pena”.

Absortos en la vorágine de la sobre información y el mundo “irreal” las personas pierden su identidad; su hogar mental, ése que se apuntala la esencia de su buen ser, su cultura, sus puntos de referencia y su capacidad para recrear el pensamiento y la imaginación como fuente de contacto con la parte más profunda e íntima de la realidad, donde subyace la capacidad de recrearla y no sólo de observarla; por ello es menester no sólo privilegiar la excelencia en la formación profesional, sino apuntalar la manera en que los jóvenes observan racional y sensiblemente el mundo: “Formar personas solidarias en su totalidad; con imaginación con memoria (para rememorar), con imaginación activa y creativa para atender (darse cuenta) y entender (establecer relaciones, conexiones de valor), que les permitan comprender lo que ocurre, cómo ocurre y para qué. (Padre Kolvenbach SJ)

La aprehensión de la realidad tal cual es no es cosa fácil, implica inicialmente una profunda interacción con lo que ocurre llámese material o concreto; para luego aprehender la realidad e imaginarla (no en el concepto equívoco de la fantasía, sino del discernimiento, de la comprensión honda y significativa que da sentido). Explorar más allá de lo perceptible para encontrar la oportunidad de transformar y ser transformado; encontrar respuestas a preguntas verdaderas, opciones reales y atingentes a las tensiones y desafíos actuales.

En este proceso se corre el grave riesgo de establecer una relación superflua con el conocimiento que ponga en riesgo la capacidad para discutir y dialogar, el peligro estriba en concebir el aprendizaje de modo accesorio y por ello irrelevante, de modo que no se genere aprehensión de lo que se aprende y de todo cuanto sucede; sin ello no hay posibilidad de argumentar o vincular los hechos, el pensamiento carece de estructura y por lo tanto de convicciones; todo da lo mismo porque parece lo mismo y no hay manera de disponerse para (auto)(des)aprender.

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La autora es profesora de la Universidad Iberoamericana Puebla.

Este texto se encuentra en: http://circulodeescritores.blogspot.com

Sus comentarios son bienvenidos[/quote_box_left]

El pensamiento profundo y la comprensión de la realidad cobra sentido cuando se acompaña de la capacidad de comprender(se) y comprender al otro; qué necesidad tiene desde su contexto: qué piensa, cómo y para qué; de qué forma lo que se aprende deviene no sólo en la oportunidad de formarse intelectualmente, sino de abrirse a otras formas de ser, sentir y relacionarse; entender la realidad para transformar(se) y ser transformado a través del otro.

 

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Autor Lado B
Ernesto Aroche Aguilar
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