Lado B
¿Y después del Ariel, qué? 
Sin duda, algo que constituyó uno de los momentos cumbres de la entrega número 58 del premio Ariel fue el discurso de Paul Leduc Rosenzweig, cineasta considerado como uno de los directores emblemáticos en los años setenta del séptimo arte independiente mexicano, quien fue homenajeado con un Ariel de Oro por su trayectoria.
Por Jaime López Blanco @
06 de junio, 2016
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Jaime López Blanco

@JaimeComunidad3

[dropcap type=»1″]S[/dropcap]in duda, algo que constituyó uno de los momentos cumbres de la entrega número 58 del premio Ariel fue el discurso de Paul Leduc Rosenzweig, cineasta considerado como uno de los directores emblemáticos en los años setenta del séptimo arte independiente mexicano, quien fue homenajeado con un Ariel de Oro por su trayectoria. Leduc fue muy claro y honesto al decir que de los 145 filmes producidos en nuestro país el año pasado, apenas un puñado serán vistos por el público en general y premiados. No se equivoca.

De las cinco cintas nominadas en la categoría de Mejor Película, sólo “Gloria” fue vista por un número respetable de cinéfilos mexicanos. Según datos de CANACINE, “Gloria” tuvo poco menos de 700 mil espectadores en sus primeras dos semanas de exhibición. Cifra que para nada es similar en el caso de la gran vencedora de la noche, “Las elegidas”, ni en el de la ganadora en la quinteta a Mejor Ópera Prima, “600 millas”. Ya ni hablemos en este supuesto de “La delgada línea amarilla” o de “Un monstruo de mil cabezas”; mucho menos de los documentales y cortometrajes nominados, obras que sólo han pasado por algunos festivales, pero que aún no han sido estrenadas en los cines comerciales. Pero, ¿de quién es la culpa? ¿Para qué filmar historias diversas para un país que no ve su propio cine? ¿Por qué las cadenas cinematográficas y los consorcios televisivos más importantes de México no hacen con el Ariel la misma bulla que con el premio Oscar? ¿Por qué no estimulan e invitan a la gente para que vaya a observar las películas nominadas por la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas? ¿Falta de voluntad? ¿Falta de visión? ¿Falta de empatía artística? ¿Negocios y malinchismo? En la nación que privilegia el mundo de las telenovelas, todas estas interrogantes parecen diluirse en una espiral de indiferencia y mutismo.

[pull_quote_right]El camino correcto es multiplicar los espacios de encuentro, difusión y reconocimiento de nuestro celuloide, y no disminuirlos o dejarlos a su suerte. Vayamos pues no sólo a la consolidación de nuestra industria cinematográfica, sino también a la construcción -sin fanatismos ni grilla– de una patria fílmica, de un muy buen cine de y por los mexicanos, para nosotros mismos y el resto del mundo.[/pull_quote_right]

Algo sí me queda claro. El cine en México es mucho más que “los tres amigos” y los estigmas/prejuicios prevalecientes en la memoria del espectador desinformado o anquilosado. Ya no solamente se produce cine de denuncia o de miseria, también hay comedias, terror, híbridos, documentales, falsos documentales, ciencia ficción, cine experimental, cine de guerrilla y muchísimo cine de bajo presupuesto pero de grandes ideas. La cosa es buscarle. Al cine, como las mejores cosas de la vida, se le busca. 

La falta de espacios culturales alternativos, así como la deficiencia en la formación de públicos, ¿realmente son suficientes para atribuirle a la ciudadanía, y eximir a otras partes, la responsabilidad de las situaciones en cuestión? En años recientes he conocido de cerca el arrojo y entrega de decenas de amantes del séptimo arte nacional, que han movido cielo, mar y tierra para darles plataformas a nuestro cine, al que puede conectarnos de diversas formas con nuestras diferentes realidades. Y escribo nuestro no por caer en un lugar común, ni por sumarme al mame de modé y pouser de medios oportunistas, faranduleros, como cierto programa de cine on line que conozco (de Puebla, por cierto, cuyo productor es un simulador), en los cuales en verdad no acostumbran ni les gusta ver cine mexicano, pero que aprovechando el momento, asisten a la alfombra roja sólo para el lucimiento, para obtener likes y seguidores en sus plataformas de internet. Escribo nuestro porque, al igual que sus creadores, me llena de grata emoción poder platicar cálidamente y difundir el trabajo arduo de cientos de personas que se involucran en proyectos que requieren de imaginación, constancia, talento y amor, para así lograr materializar en la pantalla grande la mejor versión de sus ideas e ideales. 

Es cierto que propuestas digitales como Filmin Latino contribuyen adecuadamente a que se conozca más el quehacer cinematográfico mexicano, pero dicha acción -de nobles intenciones- palidece ante la falta de acceso a internet que sufre gran parte de la población; problemática que la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas no controla. Aquí es donde entrarían las buenas voluntades y los mejores desempeños del Estado y de los medios privados. ¿Aceptarán el reto? No hay por qué temer. El cine es cultura y la cultura  es buen reflejo de nuestra sociedad. Si únicamente lo hicieran por cuestión de su imagen pública, también les convendría y se producirían beneficios, ya que subirían sus bonos si otras naciones percibieran a México como pilar y ejemplo a seguir en el firmamento de la filmografía mundial.

canacineY a pesar de todo lo anteriormente expuesto, me declaro creyente entusiasta del premio Ariel, porque se trata de un reconocimiento que sigue siendo el número uno en la industria fílmica nacional. Porque es un galardón que atrae los reflectores hacia ciertas películas que seguramente no se convertirán en éxitos de taquilla, pero sí en grandes obras de culto. Porque es un tributo que rompe determinados estereotipos y paradigmas, principalmente relacionados con el aspecto físico, producto de trillados y discriminatorios criterios de la televisión abierta y de una cultura superficial. Lo hace al premiar el talento y la constancia de verdaderos histriones como Adriana Paz, Tenoch Huerta, Joaquín Cosío, Damián Alcázar, Sofía Espinosa, Noé Hernández, entre otros, quienes además de regalarnos grandes interpretaciones, oxigenan un panorama audiovisual plagado de esteroides, siliconas y moralismo.

Y aunque Paul Leduc acertadamente dijo: “(…) con excepciones no se construye una cinematografía”, también es cierto que todo sería mucho peor si no tuviéramos un Ariel o si no lo promocionamos y defendemos con vigor y creatividad. El camino correcto es multiplicar los espacios de encuentro, difusión y reconocimiento de nuestro celuloide, y no disminuirlos o dejarlos a su suerte. Vayamos pues no sólo a la consolidación de nuestra industria cinematográfica, sino también a la construcción -sin fanatismos ni grilla– de una patria fílmica, de un muy buen cine de y por los mexicanos, para nosotros mismos y el resto del mundo.

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Nota: A continuación adjuntamos una video entrevista que Adriana Paz concedió a nuestro medio de comunicación. Paz ha cosechado dos veces consecutivas el premio Ariel, una como Mejor Actriz y otra como Mejor Coactuación Femenina. Dicho ser humano sencillo, accesible e íntegro, ha demostrado la calidad de su talento al sobresalir con personajes que rompen los cánones sociales. En nuestra entrevista, Adriana Paz platica sobre su trabajo en “Hilda”, la equidad en los buenos personajes protagónicos entre hombres y mujeres, y la invitación para que la gente busque nuestro celuloide. Que la disfruten.

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Autor Lado B
Jaime López Blanco
Reportero comunitario. Junkie del séptimo arte. Documentalista de guerrilla; dos veces finalista del Festival Internacional de la Imagen (FINI) de Pachuca, Hidalgo; en una de ellas, primer lugar en la categoría de Cortometraje Estudiantil. Constante aprendiz de periodista cultural. Sueña con que algún día las notas bonsai sean sustituidas por los textos de raíces profundas, amenos y reflexivos. Comunicólogo que aspira a no ser un escritor fugaz dentro del sobrepoblado firmamento de las letras.
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