Lado B
¡No vengan a Europa!: Lecciones incómodas de la crisis de los refugiados
Ante la mayor crisis humanitaria desde la 2a Guerra, Europa improvisa, dice el autor. "Están justo donde querían. Con los ojos cerrados, que ya se encarga Turquía"
Por Lado B @ladobemx
07 de junio, 2016
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Solo seis meses después del Welcome Refugees llegaría la frase lapidaria del presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk: “No vengan a Europa”. Y ante lo que se considera la mayor crisis humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial, Europa está donde quería: con los ojos cerrados, que ya se encarga Turquía, dice Ignacio Gil

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Ignacio Gil* │ Frontera  D

@fronterad

Resulta difícil entender las decisiones que el Gobierno comunitario está tomando ante lo que se considera la mayor crisis humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial. Decisiones que se adoptan sobre la marcha y a trompicones. Porque Europa no tiene un plan. Desde hace meses, Europa improvisa. Y en este momento están justo donde querían. Con los ojos cerrados, que ya se encarga Turquía.

Esta crisis empezó mucho antes, pero fue en julio del año pasado, cuando empezaron a llegar imágenes a los grandes grupos de comunicación con gente que llegaba a Europa huyendo de la guerra.  Un par de meses después, conocimos a Aylan. El 2 de septiembre su cuerpo apareció en las costas de Turquía. Se había ahogado en un naufragio junto a su hermano Galip y su madre Rahan.

Ver a un niño de 3 años que se parecía tanto a nuestros hijos, con sus vaqueros, su camiseta y sus deportivas, tendido a la orilla del mar ya sin vida, hizo que se multiplicaran las declaraciones de buenas intenciones de algunos políticos europeos, liderados por Angela Merkel, en favor de la acogida de otros Aylan. Y sus familias.  El 5 de septiembre de 2015 miles de ellos entraronn en Alemania al grito agradecido de “¡Merkel es nuestra madre!”.

[quote_right]Llegar a Lesbos tiene un precio que hay que pagar a las mafias que operan desde la costa turca. Donde ellos embarcan. Un refugiado paga un mínimo de 600 euros para un trayecto que cualquier turista o nacional hace por 30 euros[/quote_right]

Enseguida llegaría el otoño y después el frío invierno, pero no por eso se frenó el éxodo. Así que ahí empezó a cambiar el discurso.

Yo viajé a Lesbos (Grecia) a finales de diciembre de 2015.

Con la vía búlgara cerrada tras cortar el paso por Turquía con una valla de más de cuatro metros en 2012, una isla turística se convertiría en cuestión de meses en un gigante campamento de refugiados. Para finales del año pasado, la parte norte de la isla, muy escarpada pero más cercana a la costa griega, había quedado relegada por el control de los guardacostas turcos y los vigilantes de Frontex… Así que ahora “la zona de llegadas” se situaba al sur de Mitilene, en una playa frente al aeropuerto. Hasta allí llegaban las zodiac sobrecargadas de personas y escasas de motor que habían zarpado de noche y que llegarían de madrugada o durante las primeras horas de la mañana, tras una travesía incierta que podría durar entre 4 y 8 horas. Dependía de las corrientes y de la suerte.

Por la noche, voluntarios y periodistas esperábamos en la playa alrededor de una hoguera las llegadas para hacer nuestro trabajo. Pero eso quedaba en un segundo plano. Porque cuando las barcazas llegaban a la orilla faltaban manos para ayudar. Primero había que calmarles y evitar que se tirasen al agua helada, ansiosos por tocar tierra. Aunque esa misma ansiedad enseguida se convertía en alegría por haber conseguido agotar otra pequeña parte de su inmenso trayecto. Pero llegar a Lesbos tiene un precio que hay que pagar a las mafias que operan desde la costa turca. Donde ellos embarcan.  Para un refugiado concretamente ese precio es de un mínimo de 600 euros por persona para un trayecto que cualquier turista o nacional puede hacer en los ferrys del estado griego por 30 euros. Un pasaje seguro al que no tenían acceso.

Solo seis meses después del Welcome Refugees llegaría la frase lapidaria del presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk: “No vengan a Europa”.

Era la confirmación oficial de lo que en la práctica ya estaba ocurriendo y que yo pude comprobar en mis posteriores viajes a Serbia, Macedonia e Idomeni, Grecia, las escalas que siguen al paso por Lesbos en la ruta de los Balcanes.

El día que Tusk pronunció ese “no vengan a Europa” yo estaba en Idomeni.

Unas horas antes los países limítrofes con Grecia habían cerrado escalonada pero definitivamente las fronteras. Y ese espacio, en tierra de nadie, que hasta el momento había sido un campo de tránsito, un lugar de paso, como lo era Lesbos, se convirtió en un lugar permanente para las más de quince mil personas que había allí.

Si fue difícil trabajar en Lesbos, en Idomeni fue mucho peor. La tensión se había disparado y la situación era crítica. Los fotógrafos asistimos a escenas dramáticas; con familias numerosas, algunas compuestas por hasta tres generaciones, chocando contra la valla de Macedonia, pidiendo a gritos y llantos que les dejasen pasar, sin entender muy bien por qué se lo impedían.

Pero pese a la restricción total, allí seguían llegado personas. Y así, en un lugar pensado para dos mil personas en tránsito empezaron a acumularse Millares. Se saturaron los campos, faltaban recursos, las condiciones higiénicas eran deficientes y los médicos temían que se desatasen algunas enfermedades. Las circunstancias eran pésimas y los policías del lado europeo reprimían duramente cualquier intento de forzar el paso, defendiendo el fortín frente un temible enemigo compuesto mayoritariamente por mujeres y niños.

La esperanza que tenía cuando llegaban a Lesbos se convertía en una resignación al abandono al llegar a Idomeni.

Efectivamente la frase de Tusk fue el punto de inflexión que cambió la política europea sobre refugiados y migrantes económicos que solicitan asilo en nuestro continente. Después se firmó el acuerdo con Turquía para devolver allí a todos los que pisaran, desde ese momento, el suelo europeo, porque ya no quedaba nada de las buenas intenciones, en seis meses se habían ido al fondo del mar.

*Ignacio Gil es fotógrafo. Lleva casi 20 años buscando imágenes de todos los campos para el diario Abc. La crisis de refugiados le ha hecho viajar a Serbia, Macedonia y Grecia, pero también a buscar a los protagonistas en España, desplazados que han conseguido asilo aquí y a quienes retrata para su blog. Recibió el Premio Mingote 2005 y sus fotos de Las Ventas le han merecido también dos galardones consecutivos de los premios mejor foto de la Feria de San Isidro (Taurodelta). Ha participado también en varias exposiciones como 30 Años de la Constitución. Miradas de la Historia (Congreso de los Diputados), Memoria gráfica del centenario del Real Madrid o Más de un Siglo de Historia Gráfica – ABC. Fue seleccionado por el Festival Visa Pour l’Image (Perpignan) para el Visa D’Or  de la prensa diaria 2012.

[quote_box_left]Publicado originalmente por Frontera D[/quote_box_left]

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