Lado B
Esperanza de humanidad III: especie
Terminamos hoy la serie de reflexiones sobre la esperanza de humanidad que han ocupado esta Educación personalizante las últimas tres semanas, para tratar de aportar la otra cara de la moneda a la reflexión sobre la crisis de humanidad que desarrollé en tres artículos previos. Tomando como base la triunidad humana planteada por Edgar Morin: individuo-sociedad-especie, hoy corresponde dedicar la reflexión a la especie humana.
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
07 de junio, 2016
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Martín López Calva

@M_Lopezcalva

“¿Qué es la Tierra?
¿Un globo en el espacio?
¿Un pequeño paraíso?
¿Un planeta de hielo fundente
y fuego interno?

Bajo mi mano
su superficie se desmenuza,
mis pies aplastan
sus miles de flores.

El bosque tiembla
bajo mi espada.
El océano entristecido
llora lágrimas amargas.

Muerte de los dulces ríos,
lluvia que mata,
silencioso y secreto,
invisible dolor.

Un don del cielo
este pequeño mundo,
cada ave una joya,
cada árbol una madre.

¿Qué es la tierra?
Un frágil corazón.
Mi tacto suave
para salvar su vida
y la mía”.

Virginia McKenna. ¿Qué es la tierra?

[dropcap]T[/dropcap]erminamos hoy la serie de reflexiones sobre la esperanza de humanidad que han ocupado esta Educación personalizante las últimas tres semanas, para tratar de aportar la otra cara de la moneda a la reflexión sobre la crisis de humanidad que desarrollé en tres artículos previos. Tomando como base la triunidad humana planteada por Edgar Morin: individuo-sociedad-especie, hoy corresponde dedicar la reflexión a la especie humana.

¿Qué signos de esperanza podemos encontrar hoy en la humanidad como especie? ¿Qué elementos pueden reforzar nuestra fe en que la enorme crisis de humanidad que enfrentamos actualmente pueda ser revertida y superada a través de la construcción de una organización vital que permita la humanización de todos a partir del respeto a la naturaleza?

En primer lugar es muy importante resaltar que estamos viviendo tiempos de una profunda crisis ecológica que se manifiesta en la ruptura del equilibrio en los ecosistemas, pérdida constante de biodiversidad, cambio climático y otros factores que implican un enorme riesgo para la supervivencia de la humanidad en el planeta. Como ya lo he planteado en el artículo correspondiente de la crisis de humanidad en la dimensión de la especie, Morin afirma que la humanidad está en un Titanic que avanza lentamente hacia su destrucción.

Sin embargo y tal vez por la profundidad de la crisis ecológica y por lo palpables que son sus manifestaciones en nuestra vida cotidiana, nos encontramos en una época de la humanidad en la que ha surgido con mucha fuerza una nueva conciencia ecológica que plantea con urgencia la pregunta sobre ¿qué es la tierra? y la necesidad de responderla con la conciencia plena de que somos seres que inciden en su destrucción, que bajo nuestra mano “su superficie se desmenuza”, que nuestros pies “aplastan sus miles de flores” y que hoy “el bosque tiembla, el océano entristecido llora lágrimas amargas” y que asistimos a diario a la muerte de grandes ríos y hemos generado “lluvia que mata”.

Esta conciencia naciente, con todo y sus problemas de falta de diferenciación, de ecologismo ingenuo que raya muchas veces en un puritanismo radical constituye un enorme signo de esperanza que nos hace pensar en que en un tiempo prudencial –porque los cambios de cultura no se logran a corto plazo- puede ser posible que todas las personas que pertenecemos a esta especie homo sapiens-demens lleguemos a asimilar y a afirmar con la vida que «Somos la porción de la Tierra que piensa y ama, con la función específica de cuidarla».

Hoy nos hemos dado cuenta de que como afirma Leonardo Boff: “Una sociedad que decide organizarse sin una ética mínima, altruista y respetuosa de la naturaleza, está trazando el camino de su propia autodestrucción”.

Este es un gran signo de esperanza aunque estemos todavía a nivel discursivo y contemos con muy pocos ejemplos de iniciativas que estén apuntando hacia esta ética altruista y respetuosa de la naturaleza. El camino se ha iniciado y es mu difícil que se pueda interrumpir.

La sociedad civil y los gobiernos están ya inmersos en esta lógica porque ven además que es imposible la supervivencia si no se asume esta ética planetaria que implica el cuidado del medio ambiente. Están surgiendo iniciativas y planes de acción que buscan, aunque aún de manera parcial e insuficiente, contribuir a mejorar las condiciones de vida en el planeta.

Existe sin duda el enorme obstáculo de los intereses económicos predominantes y su compulsiva necesidad de vender para mantener andando las ruedas del sistema. Sin embargo, como afirma Boff: “El buen vivir…no busca la explotación, es vivir en armonía con la familia, los bienes de la Tierra. La consecuencia de la inclusión de todos con todo. Eso es lo que es el buen vivir y no una economía de acumulación”.

Esperanza de humanidad en esta conciencia emergente de que somos parte de un todo que nos trasciende y que como sistema busca el equilibrio entre todos sus elementos aunque vive en la tensión permanente entre su permanencia y su destrucción. Esperanza de humanidad expresada de manera poética por Boff en este grito de la tierra:

“Cada vibración traduce el mensaje

inefable pronunciado por cada ser, captado como una

sinfonía del mil y un instrumentos. Igual que en los

ritos del amor y de la amistad, también en el universo

cada cosa tiene su sentido, ocupa su lugar y está relacionada

con todo el ritmo de la fiesta y del encuentro. El universo

entero se hace cómplice de la emoción, de la comunicación,

del éxtasis que une lo de dentro y lo de fuera, lo ínfimo y

lo máximo. Pero una experiencia semejante sólo se concede

a los que se zambullen en la profundidad espiritual del universo”.

Leonardo Boff. Ecología. Grito de la tierra, grito de los pobres.

En esta conciencia ecológica se encuentra la esperanza en el futuro de la especie humana y esta conciencia está adquiriendo relevancia cada día mayor en todo el planeta que se empieza poco a poco a ver como nuestra Tierra-patria. Con todos los excesos e indiferenciaciones que tienen muchos rasgos de pensamiento mitológico, esta visión del universo en equilibrio resulta muy esperanzadora. Para aprovechar su potencial humanizante y enfrentar los riesgos de sus posibles excesos, tenemos que dejar en claro la condición que el autor de este grito plantea: para poder entrar en sintonía con esta experiencia del universo, se requiere zambullirse en la profundidad espiritual del universo, dejarse tocar por esta experiencia de armonía de la creación.

Para poder lograr esta experiencia “…debemos tener un corazón que nos lleve a la solidaridad y compasión, valores que nos llevarán a la regeneración”.

Educar las emociones, formar el corazón para la solidaridad y la compasión que nos lleven a esta regeneración es el desafío fundamenta de una educación personalizante que busque estar a la altura de nuestros tiempos.

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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