Lado B
Conocimiento e interés: sentido y contrasentido
La época moderna que como afirmaba Camus, mató a Dios y puso a la razón en el lugar de Dios, en realidad mató a Dios y puso a la ciencia en el lugar de Dios. Para ser más precisos, la modernidad mató a la divinidad para poner no a la ciencia en general sino a una concepción de ciencia en particular en el lugar del absoluto.
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
26 de abril, 2016
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Martín López Calva

@M_Lopezcalva

“Pero al hablar de intereses cognoscitivos no hablamos en general ni grosso modo de intereses particulares de los cuales toda teoría científica debe separarse irremisiblemente para conformarse en la objetividad que efectivamente debe proponer.

Es cierto que Habermas reconoce en tales intereses un cierto carácter trascendental, pero entendidos siempre desde el marco y la perspectiva epistemológica, desde un desarrollo histórico-social. La realidad patente y “objetiva”, no es algo al margen del sujeto que conoce…”

Santos Ochoa Torres. Habermas: Conocimiento e Interés. El Nuevo Estatuto de la Razón Comprensiva.

[dropcap]L[/dropcap]a época moderna que como afirmaba Camus, mató a Dios y puso a la razón en el lugar de Dios, en realidad mató a Dios y puso a la ciencia en el lugar de Dios. Para ser más precisos, la modernidad mató a la divinidad para poner no a la ciencia en general sino a una concepción de ciencia en particular en el lugar del absoluto.

Esta idea de ciencia es la que asume una visión de conocimiento sustentada en que la realidad es lo que está ahí, afuera, ahora y que conocer objetivamente es ver con independencia de los significados, valores o interpretaciones del sujeto –es decir, eliminando la subjetividad- eso que está ahí, afuera, ahora.

El conocimiento entendido desde esta idea de ciencia implica dos condiciones para acceder a la realidad: por una parte, la toma de distancia del sujeto respecto del objeto de conocimiento, es decir, la supresión de la subjetividad. Por otra parte, la separación entre el juicio de hecho y el juicio de valor, es decir, la neutralidad axiológica del conocimiento científico que al ser objetivo, tiene que estar al margen de toda implicación ética.

Respecto de la primera condición, Edgar Morin plantea que la toma de distancia del sujeto respecto a su propio conocimiento conlleva una enajenación, es decir, vuelve al sujeto que conoce ajeno de su propio conocimiento. El pensador francés plantea además, en coincidencia con el filósofo canadiense Bernard Lonergan que la objetividad no implica la supresión de la subjetividad sino por el contrario, el pleno empleo de ella, en términos de Lonergan, el ejercicio atento, inteligente, razonable y responsable de la subjetividad.

Con relación a la segunda condición, ambos autores plantean que el juicio de hecho no está separado del juicio de valor, es decir, que todo conocimiento tiene inevitablemente implicaciones éticas, que como afirma Lonergan, un juicio –de hecho- es responsabilidad de quien lo afirma.

En el mismo sentido, el filósofo alemán Jürgen Habermas se opone a la concepción del conocimiento como algo axiológicamente neutral. En su libro Conocimiento e interés, Habermas postula la necesidad de volver a poner a la Teoría del conocimiento como eje para entender la relación entre el ser humano y la realidad, por encima de la Teoría de la ciencia –y específicamente de la Teoría de la ciencia positivista- que se puso en el centro durante la etapa de la modernidad dejando en el olvido lo que llama los “estadios de reflexión”.

En esta obra, el pensador alemán formula tres modos de investigación que responden a tres tipos de interés que están presentes de manera subyacente en el conocimiento humano. En primer lugar, el interés técnico que busca la predicción y el control de sucesos y que es propio de las Ciencias naturales. Este interés práctico se relaciona con una racionalidad instrumental.

En segundo término, está el interés práctico que se orienta hacia el entendimiento, el autoentendimiento y la comunicación entre los seres humanos. Este interés práctico se relaciona con la racionalidad comunicativa.

Por otra parte se encuentra el interés por la emancipación humana respecto al interés técnico y práctico. Este último interés se relaciona con la racionalidad emancipativa.

A partir de estos tres tipos de interés, Habermas plantea tres estadios de investigación científica que son: las ciencias empírico-analíticas, las ciencias histórico-hermenéuticas y las ciencias de orientación crítica.

Una de las ideas fundamentales que se plantean en esta obra es la del carácter histórico del conocimiento humano y por tanto la carga de significados y valores culturales que tiene todo conocimiento y la imposibilidad de sostener como lo hace el positivismo, la neutralidad axiológica el saber.

Todo proyecto de investigación parte de determinadas creencias que se relacionan con significados y valores de los sujetos que investigan. Todo proyecto de investigación responde a un interés técnico –razón instrumental-, práctico –razón comunicativa o de emancipación –razón emancipativa-, por lo que es imposible hablar de un conocimiento “puro” en el sentido de una concepción de verdad que se encuentra más allá de los intereses y valores de los sujetos y la sociedad en la que se investiga. De manera que no hay conocimiento que esté al margen del sujeto que conoce.

[pull_quote_right]Desde esta perspectiva se nos puede señalar que no hay conocimiento verdadero y objetivo entendido como totalmente libre de intereses o creencias y que los que apoyan las posturas del GIEI, del grupo llamado “los padres de los normalistas” –donde ya no solamente hay padres de los normalistas desaparecidos sino todo un mosaico de actores- y de los activistas de derechos humanos antigubernamentales están situados desde un interés de emancipación que busca la transformación social, mientras que el gobierno y sus defensores están actuando bajo el interés técnico y la racionalidad instrumental que busca controlar la realidad y mantener el statu quo.[/pull_quote_right]

Pero al hablar de intereses cognoscitivos no se está hablando de intereses particulares. Toda investigación científica debe apartarse de los intereses particulares de los individuos y grupos concretos a riesgo de perder la objetividad indispensable para llegar a juicios de hecho que puedan ser considerados verdaderos.

Todo este recorrido epistemológico –muy sintético y por ello posiblemente parcial o incompleto- resulta necesario desde mi punto de vista para tratar de entender la necesidad de seguir privilegiando la búsqueda de conocimiento objetivo    -la búsqueda de lo verdadero por encima de los intereses particulares- en los procesos de diversa índole que están en marcha en nuestro país.

Un caso emblemático es el de los 43 normalistas de Ayotzinapa, desaparecidos en la trágica noche de Iguala hace ya casi dos años y en el que aún no se conoce la verdad y parece cada vez más complicado pensar que algún día llegaremos a conocerla.

Este caso ha sido una expresión y una causa de la polarización social en la que vive nuestra sociedad fracturada y desmoralizada. Durante toda la investigación está prevaleciendo más que la búsqueda honesta para conocer lo que realmente pasó aquella noche, una especie de batalla campal de intereses encontrados entre el gobierno y diversos grupos opositores.

A los que como yo hemos manifestado esta postura que reclama por una búsqueda de la verdad en el caso, por encima de los intereses particulares de los diversos grupos involucrados en el proceso, se nos puede cuestionar desde una inadecuada interpretación de este llamado, asumiendo que estamos haciéndolo desde la postura ingenua de que existe una verdad del caso que es totalmente independiente de intereses o creencias, de significados y valores, de posturas frente a la realidad social.

Desde esta perspectiva se nos puede señalar que no hay conocimiento verdadero y objetivo entendido como totalmente libre de intereses o creencias y que los que apoyan las posturas del GIEI, del grupo llamado “los padres de los normalistas” –donde ya no solamente hay padres de los normalistas desaparecidos sino todo un mosaico de actores- y de los activistas de derechos humanos antigubernamentales están situados desde un interés de emancipación que busca la transformación social, mientras que el gobierno y sus defensores están actuando bajo el interés técnico y la racionalidad instrumental que busca controlar la realidad y mantener el statu quo.

Resulta por ello importante aclarar este punto y decir con toda claridad que cuando se pide que todos los actores involucrados se comprometan con la búsqueda de la verdad del caso, no se está hablando de esa verdad objetiva en el sentido de ajena a nuestra subjetividad social ni tampoco en la visión de un conocimiento exento de valoraciones y opciones éticas.

Se trata de superar el interés técnico y la razón instrumental, se trata de asumir claramente un interés práctico que busca el entendimiento y el autoentendimiento, un interés emancipatorio que se pone al lado de las víctimas de este México herido profundamente por la violencia estructural producto de la colusión entre la delincuencia organizada y muchos actores y estructuras del poder público, pero desde esos intereses cognoscitivos dejar de lado los intereses particulares para buscar responder a la pregunta básica por lo que realmente sucedió en lo que Esteban Illades, simbólicamente y con razón llamó “La noche más triste”, aunque eso que realmente pasó no corresponda a nuestras creencias y deseos ideológicos ni refuerce nuestras posturas políticas, ni nos haga imponer nuestras hipótesis sobre las hipótesis oficiales.

Solo así podremos llegar a realizar un auténtico interés de emancipación y salir de esta Torre de Babel en la que ya nadie entiende nada porque todos están metidos en la lucha interesada por el poder y no en la búsqueda honesta de la verdad.

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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