Lado B
Petróleo acosa a las mujeres indígenas del Amazonas
Mientras la industria se lleva la riqueza del subsuelo, las indígenas permanecen pobres, aisladas, expuestas a enfermedades y a violencia familiar
Por Lado B @ladobemx
09 de marzo, 2016
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El último derrame de petróleo en la Amazonía peruana despertó la alerta mundial por su impacto ambiental, pero hay otras víctimas en las que pocos piensan. Mientras la industria se lleva la riqueza del subsuelo, las mujeres indígenas de esas mismas zonas permanecen pobres, aisladas, expuestas a enfermedades y a la violencia familiar

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Ojo Público

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En uno de los lugares más ricos y aislados del Perú, cuna del proyecto Camisea, se produce una de las transformaciones más feroces de nuestro tiempo: el boom gasífero que trajo prosperidad a una parte del país ha sido una maldición para la mujer indígena machiguenga. Ahora tiene más posibilidades que antes de ser contagiada de VIH, de ser agredida cada vez que su marido se embriaga en las decenas de cantinas que han aparecido, ha perdido el liderazgo del hogar que le daba el cultivo de su chacra y depende del sueldo del esposo que trabaja en el lote de gas. Se alimenta mal y en estas condiciones debe sobreponerse a la desnutrición para luchar contra la anemia de sus propios hijos. En los últimos 12 años la explotación de gas ha generado más de US$ 7.700 millones en regalías para el país, pero nunca como ahora las mujeres machiguengas han sido más pobres.

Un detalle fue el primer signo de estos nuevos tiempos: las machiguengas dejaron de cosechar el tubérculo más tradicional de su dieta familiar, la yuca. ¿Para qué iban a sembrarla si podían comprarla o reemplazarla por arroz en las tiendas que aparecieron luego de la instalación del proyecto Camisea? “Si falta yuca se compra”, respondía hace dos años Eulalia Andrés Incacuna, una mujeres de la comunidad de Kirigueti. Desde hace tiempo en Camisea, la tienda reemplazó a la chacra, y la cerveza a la bebida más tradicional, el masato.

La modificación de su dieta advertía el inicio de los cambios asociados a las nuevas formas de intercambio económico que trajo el proyecto gasífero en Perú, operado por la multinacional Pluspetrol, que además administra otros lotes de petróleo en la región amazónica de Loreto. A pesar de las millonarias regalías entregadas al Estado Peruano, el dinero no se tradujo en mejores condiciones de vida. Las estadísticas revelan que la inseguridad alimentaria en la zona de Camisea se ha incrementado. Aquí, una persona tiene tres veces más riesgo de pasar hambre que el promedio nacional.

En otro extremos del país, la contaminación y los impactos ambientales socavan aún más la economía indígena. El último derrame de 2.000 barriles de petróleo registrado el pasado 17 de febrero en la zona nororiental de la Amazonía, en el oleoducto administrado por la empresa estatal PetroPerú, recuerda la vulnerabilidad de las familias y, principalmente, de la mujer indígena, responsable de la alimentación y la administración del hogar en las comunidades.

Contaminación y salud mental

“La contaminación del agua es una de las principales preocupaciones para la mujer indígena. Con la pérdida de la calidad del recurso ellas han visto reducida sus posibilidades de garantizar la salud a su familia”, dice el antropólogo de la Universidad Católica del Perú, Óscar Espinosa, que desde hace unos meses investiga el impacto de la explotación petrolera en dos comunidades de la región Amazónica del Bajo Marañón, afectadas por pasivos ambientales y derrames de petróleo.

En sus primeras indagaciones, Espinosa ha encontrado varios casos de estrés y cuadros severos de angustia en las mujeres. “Las hemos entrevistado y hemos notado que muchas presentan estos problemas. A varias se les ha comenzado a caer incluso el cabello, y eso las asusta porque no entienden por qué ocurre. Y frente a esto no existe para ellas ningún tratamiento adecuado por parte de los centros salud locales”, dice. En varias zonas de la cuenca del río Marañón las mujeres dirigentes asocian la contaminación petrolera al incremento de casos de cáncer y al nacimiento de niños con malformaciones. La falta de respuestas solo incrementa la incertidumbre familiar.

«En la tradición Amazónica, la mujer tiene un papel hegemónico; pero cuando la industria extractiva se instala en alguna zona, la gestión de recursos se altera, se prioriza el desempeño laboral de los hombres y se destruye el rol de la mujer», explica el antropólogo Willie Guevara*, que lleva estudiando la situación de las comunidades indígenas desde hace 30 años. El experto ha llamado a estos impactos: «pasivos subjetivos irremediables».

[quote_right]»A las mujeres indígenas les está costando reacomodarse a las nuevas relaciones productivas que traen estas actividades», dice la viceministra[/quote_right]

La creciente demanda de hidrocarburos impulsó en los últimos 15 años nuevas actividades de exploración y explotación de gas y petróleo en territorios habitados por alrededor de dos millones de indígenas. En la Amazonía que Perú, Colombia, Bolivia, Brasil y Ecuador comparten existen actualmente 81 lotes de hidrocarburos en explotación y otros 246 sobre los que hay interés para la extracción. Juntos ocupan 1,08 millones de kilómetros cuadrados: 15% de todo el territorio amazónico.

En el caso del Perú, el porcentaje de áreas lotizadas para la exploración y explotación alcanza el 60%. Se estima que el 80% de estas concesiones de hidrocarburos están superpuestas a tierras tituladas de comunidades indígenas, lo que ha generado conflictos sociales con la población local. En algunas regiones, como Loreto, afectadas por la contaminación de décadas de explotación petrolera (primero de parte de Oxy y luego por Pluspetrol Norte), han sido las mujeres indígenas las que de manera organizada han explicado sus quejas y demandas a los funcionarios de las Naciones Unidas. “Ellas han expresado que la contaminación les afecta en particular por los cambios ocasionados en la calidad y disponibilidad de agua y los efectos negativos sobre la salud de su familia”, señala el informe del 2014 del relator para pueblos indígenas, James Anaya.

La viceministra de Interculturalidad del Perú, Patricia Balbuena, reconoce esta situación y sostiene que para la mujer indígena el impacto de la industria extractiva es mayor. “A ellas les está costando reacomodarse a las nuevas relaciones productivas que traen estas actividades, y esto, finalmente, influye en las relaciones de género. Los hombres son contratados por las empresas y usan sus sueldos para adquirir bienes de consumo o de alimentos, entonces se desplaza a las mujeres de sus rutinas tradicionales, como el cultivo en las chacras”, dice la viceministra, abogada experta en temas de género, desarrollo y población.

Cambios culturales: Son pocas las familias que ahora preparan masato en las comunidades machiguengas próximas al Proyecto Camisea.

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