Lado B
Pérez Prado y los vinilos de los abuelos
Cada individúo se acerca a la música de forma distinta, pero cuando tus gustos se extienden y la melomanía y el romanticismo te ataca, no hay vuelta atrás, deberás atar toda tu vida a esa parte del arte, y seguir buscando hasta llegar al final.
Por Diana Edith Gómez @tras_lucido
21 de enero, 2016
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perezprado

Diana Gómez

@DianaEGomez

[dropcap type=»1″]C[/dropcap]ada individúo se acerca a la música de forma distinta, pero cuando tus gustos son amplios y la melomanía y el romanticismo te ataca, no hay vuelta atrás, deberás seguir buscando hasta llegar al final.

Esa parte de la vida la entendí mejor hace poco, cuando descubrí un arsenal de vinilos que se escondía detrás de una ofrenda de Huaquechula: la de los difuntos abuelos, y es que después de esto llegué a la hermosa conclusión de que la única herencia material de nuestra familia al morir debe ser la música.

Salir con esos discos al mundo es como tener un buen armamento para asomarte a cualquier rincón y acomodarte para escuchar los bordes que no habías inspeccionado. Las preguntas ahora son: ¿qué herencias guardan ustedes? Y ¿cómo las utilizan?

Yo comienzo con Pérez Prado. La primera vez que decidí robarme esa colección saltó “Patricia”, porque -sin muchas vueltas- era el tema principal de mi programa de radio, pero también era parte del soundtrack de mis películas románticas más queridas: La Dolce Vita (1960).

Suena “Patricia” en la playa mientras el eterno confundido de Marcello no puede concentrarse, pero una charla cambia el paisaje y el escenario siguiente se convierte en un loop infinito de inspiración, en el que la música de Pérez Prado salva al mundo… al menos por unos segundos.

Lejos de Fellini, Dámaso tenía varios encantos en los 60, entre ellos la felicidad, porque de eso se trata el Mambo, de sentir en las caderas y las manos los timbales. “Pachuco Bailarín” fue otra pieza que me llamó para entenderla porque desde que Pérez Prado la creó, el mundo del cine y las presentaciones en vivo no serían igual.

Aunque México fue una parte importante del mambo de este hombre, para él sólo fue un hermano que sirvió a que su género se tropicalizara un poco más y se viralizara por las costas y el cine de bailarinas.

Pero no hay que quitarle crédito a nuestro país, porque, retomando al baile, el mambo sugiere un estudio que no todos tienen la dicha de emprender. Se trata de cuatro movimientos con los pies que hacen un cuadro. Todos estos pasos son fuertes y al mismo tiempo espontáneos. De sobra sabemos que los mexicanos saben bailarlo.

La respuesta de su curiosidad por las trompetas es Arsenio Rodríguez, quien designó este género mediante los sonidos del Congo, pero no fue hasta Dámaso cuando el jazz llegó para colarse con un son y melodías adornadas por saxofones y trombones. A Pérez Prado lo llamó un piano cubano y una decena de orquestas para crear una de las ramas musicales más ricas.

https://www.youtube.com/watch?v=QVFQZ-H_eog

En toda esta revolución musical también está el danzón, porque antes del romance y la felicidad se instala la melancolía y viceversa, por lo que estos dos géneros se besan de vez en cuando. Tal como en el arsenal que hallé, porque ahí también hay un danzón que después podré compartir.

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Autor Lado B
Diana Edith Gómez
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