Lado B
La Educación y la reforma del espíritu
Estamos en México en un período en el que la palabra reforma se ha manejado y manoseado políticamente tanto que tal vez nos genere hoy cierta aversión
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
19 de enero, 2016
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Martín López Calva

@M_lopezcalva

“Otra reforma se impone: la reforma de los espíritus que permitiría a los hombres enfrentar los problemas fundamentales y globales de la vida privada y de la vida social. Esa reforma de las mentes puede ser conducida por la educación, pero desgraciadamente nuestro sistema educativo tendrá que ser previamente reformado, pues está basado en la separación: de los saberes, de las disciplinas, de las ciencias; produce mentes incapaces de conectar los conocimientos, de reconocer los problemas globales fundamentales y de apropiarse de los desafíos de la complejidad”.

Edgar Morin. Método VI. Ética. p. 170

[dropcap type=»1″]E[/dropcap]stamos en México en un período en el que la palabra reforma se ha manejado y manoseado políticamente tanto que tal vez nos genere hoy cierta aversión. El gobierno actual centró su programa sexenal en las llamadas “reformas estructurales” –fiscal, energética, educativa, etc.- por lo que desde la campaña presidencial hasta hoy, este término ha aparecido y aparece como base en todos los discursos oficiales, en los spots publicitarios oficiales, en los informes de gobierno y en las respuestas a cualquier cuestionamiento sobre la situación del país.

De manera que el término reforma puede terminar perdiendo su verdadero significado y fuerza por el desgaste producido por su uso excesivo tal como ocurrió con el concepto de Solidaridad durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari.

Sin embargo la situación económica, política, social, ética y espiritual de la humanidad en estas primeras décadas del siglo veintiuno hace que la palabra reforma sea más necesaria que nunca para hablar de lo que necesitamos para “salvar a la humanidad realizándola” como expresa el pensador francés Edgar Morin ( ) la solución para la situación de emergencia planetaria en que nos encontramos.

Morin plantea que la situación de crisis ambiental, económica, política, social, cultural, moral y espiritual que marca la existencia individual y colectiva de los seres humanos en esta etapa de crisis civilizatoria solamente podrá ser resuelta si se realizan cinco grandes reformas.

En primer lugar la reforma del pensamiento, es decir, la reforma en la manera en que organizamos la generación, desarrollo, difusión y aplicación del conocimiento a través de las ciencias. Vivimos en una realidad en la que el desarrollo de las ciencias hiperespecializadas y aisladas ha generado una nueva ignorancia caracterizada porque cada vez sabemos más acerca de las partes pero ignoramos más el todo en el que están insertas.

Resulta indispensable por tanto, reconstruir la organización del conocimiento a partir de una visión abierta, interdisciplinaria y transdisciplinaria que nos permita abordar los problemas complejos de la realidad con pertinencia.

Otras dos grandes reformas relacionadas son la de la vida y la de la civilización. El planeta no resiste ya el nivel de explotación y destrucción al que lo hemos sometido y resulta indispensable repensar nuestra forma de vivir a partir de la conciencia de lo que implica nuestra condición humana que tiene como una de sus dimensiones el ser una condición terrenal. Somos parte de la naturaleza y tenemos que aprender a vivir en relación armónica con ella. Para lograrlo, se requiere una transformación radical de nuestra manera de entender el desarrollo y la civilización. Es imposible aspirar a que todos los países vivan del modo que hoy se considera “civilizado” o “desarrollado” porque la cantidad de desperdicio, el nivel de contaminación, el calentamiento del planeta, el consumo de energías no renovables, etc. harían insostenible la vida en el planeta. De esta manera, es urgente plantear una nueva forma de entender el desarrollo y la civilización, un modelo sustentable de organización económica y social que garantice la viabilidad de la vida en la tierra.

Otra reforma indispensable es la reforma moral de la humanidad. Se trata de romper con la dinámica de violencia, intolerancia y dominación de unos grupos humanos por otros y generar una visión antropoética que se sustente en la comprensión, la tolerancia y la visión de la humanidad como destino común. Construir a través del diálogo y del pensar bien un marco ético común para el género humano, una ética planetaria en la que sea posible aceptar y valorar las diferencias a partir de la convicción de nuestra humanidad común.

En todas estas reformas la Educación juega un papel relevante, pero Morin acentúa el compromiso del sistema educativo en la quinta reforma indispensable para la construcción de un metasistema que permita garantizar la supervivencia y el desarrollo de la humanidad: la reforma del espíritu.

Al llamarla reforma del espíritu, el padre del pensamiento complejo no está refiriéndose a una reforma de corte religioso sino al cambio profundo y radical de nuestra mentalidad como especie, a la transformación de la cosmovisión de la humanidad para replantear y responder de manera nueva y distinta a las preguntas acerca de quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos como especie inteligente y consciente en la tierra.

Es importante resaltar que a diferencia de las reformas estructurales planteadas por este o cualquier otro gobierno que son reformas programáticas, reformas sobre la estructura, organización, legislación y forma de planear y hacer las cosas, las reformas que plantea Morin son de carácter paradigmático. Se trata de reformas o de transformaciones del paradigma, del horizonte de ideas, significados y valores que sustentan nuestras formas de entender la vida y de vivirla.

De manera que la reforma del espíritu no es una reforma de las leyes, de los métodos o incluso de las teorías que sustentan la manera en que entendemos la vida y la convivencia sino una reforma de nuestra consciencia, una reforma de los significados, valores y marcos cognitivos que determinan la manera en que nos ubicamos en el mundo y la forma en que proyectamos y vivimos nuestra vida como individuos y como sociedades.

[quote_box_right]En todas estas reformas la Educación juega un papel relevante, pero Morin acentúa el compromiso del sistema educativo en la quinta reforma indispensable para la construcción de un metasistema que permita garantizar la supervivencia y el desarrollo de la humanidad: la reforma del espíritu.[/quote_box_right]

Se trata de una transformación intelectual, moral y espiritual que genere un cambio radical en la forma en que nos asumimos como seres humanos y del sentido que le damos a nuestra existencia en el planeta.

De manera que es una reforma que trasciende cualquier reforma legislativa, curricular, metodológica o práctica y apela a nuestra capacidad para rehacernos como personas y como profesionales de la educación.

Edgar Morin plantea que esta reforma del espíritu debe ser conducida por el sistema educaivo, pero por un sistema educativo reformado, no por el sistema educativo que hoy tenemos –no solamente en México sino en el mundo- que sigue generando conocimiento fragmentado, separación del conocimiento y la ética e incapacidad para abordar los problemas complejos de la realidad y relacionarlos con la vida concreta.

Esto supondría que tiene que darse una reforma profunda del sistema educativo para poder aspirar a este cambio de mentalidad. Pero como el mismo autor sostiene, para cambiar las mentalidades es necesario cambiar las instituciones pero para cambiar las instituciones es necesario cambiar las mentalidades.

De manera que yo considero que al mismo tiempo que tenemos que organizarnos para exigir una reforma profunda al sistema educativo desde la visión de esta reforma del espíritu y no de intereses ideológicos y políticos de grupo, resulta indispensable que trabajemos por transformar nuestro paradigma como actores del sistema educativo para convertirnos en conspiradores de la reforma del espíritu.

Porque solamente a partir del compromiso con esta transformación de nuestra consciencia de educadores podremos contribuir a la reforma radical de nuestro sistema educativo para orientarlo hacia la reforma del espíritu necesaria para salvar a la humanidad realizándola.

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Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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