Lado B
Confianza y Educación: la base y el sentido
Dice Wikipedia –no sé si la fuente más confiable, pero sin duda la más consultada en la actualidad- que “En Sociología y en Psicología social, la confianza es la creencia en que una persona o grupo será capaz y deseará actuar de manera adecuada en una determinada situación y pensamientos. La confianza se verá más o menos reforzada en función de las acciones”.
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
26 de enero, 2016
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Martín López Calva

@M_Lopezcalva

“La confianza es una hipótesis sobre la conducta futura del otro. Es una actitud que concierne el futuro, en la medida en que este futuro depende de la acción de un otro. Es una especie de apuesta que consiste en no inquietarse del no-control del otro y del tiempo”.

Laurence Cornu, La confianza en las relaciones pedagógicas.

[dropcap]D[/dropcap]ice Wikipedia –no sé si la fuente más confiable, pero sin duda la más consultada en la actualidad- que “En Sociología y en Psicología social, la confianza es la creencia en que una persona o grupo será capaz y deseará actuar de manera adecuada en una determinada situación y pensamientos. La confianza se verá más o menos reforzada en función de las acciones”.

En efecto, confiar en una persona o en un grupo implica creer en esta persona o grupo y apostar por su capacidad y compromiso para lograr algo, para emprender una aventura o enfrentar un reto, para resolver un problema o salir de una situación crítica y construir (se) un mejor escenario futuro.

La confianza tiene entonces dos componentes que se relacionan dialógicamente en un circuito recursivo en el que como dice Morin: “la causa genera el efecto pero el efecto a su vez (re) genera la causa”

Por un lado está quien confía, que tiene que ser una persona o institución con esperanza y visión positiva del ser humano y sus posibilidades. La persona, el grupo o la institución que confía está sustentada en una sólida base de fe –en el sentido amplio y no estrictamente religioso del término- en el potencial, las posibilidades y la buena voluntad de aquel sujeto o grupo en quien se deposita la confianza.

Este acto de creer en el otro se vuelve causa que genera un efecto positivo en quien es depositario de la confianza. Si alguien siente que confían en él, asumirá un compromiso para responder a esa confianza y demostrar que en efecto, es alguien confiable, alguien digno de esa creencia positiva.

La respuesta en el actuar del que recibió la confianza se vuelve a su vez causa que genera o regenera la convicción de que vale la pena creer en las posibilidades y la buena fe del otro. Esta regeneración valida el acto de confiar y refuerza esta visión positiva en la persona o institución que decidirá entonces seguir confiando.

Desde el ángulo negativo, la desconfianza en el potencial, en las capacidades y en la buena voluntad del otro genera inseguridad y un autoconcepto negativo que se reflejarán en una actuación o respuesta insegura, temerosa y con pocas posibilidades de éxito. Quien se sabe indigno de confianza o no siente que se confía en él, no tendrá la base sólida en la cual sustentar su actuación y tenderá por ello a no creer en sus propias capacidades y en el valor de sus propuestas o acciones.

Por su parte, el que confió en alguien y resultó defraudado, también verá minada su capacidad de confiar y tenderá a ser mucho más cauto a la hora de depositar su confianza o se volverá de plano un ser o un organismo desconfiado que actuará siempre con base en una visión negativa sustentada en la certeza de que el otro no puede o no quiere responder y que tiene por ello que ser vigilado y controlado minuciosamente. No creerá más en la buena voluntad de aquellos con quienes interactúa y tenderá a protegerse y a tener una actitud defensiva y no proactiva.

¿Qué tiene que ver este asunto de la confianza con el tema de la Educación personalizante que da sentido a esta columna? ¿Qué papel juega la confianza en la Educación?

[pull_quote_right]Desde mi punto de vista un gran porcentaje del fracaso en el proceso de enseñanza-aprendizaje se debe a que no existe de entrada este clima de confianza en las posibilidades y la buena voluntad del estudiante por parte del profesor y del profesor por parte del estudiante.[/pull_quote_right]

Desde una perspectiva de Educación humanista o personalizante la confianza es el fundamento central del hecho educativo. Existe la Educación porque los seres humanos tenemos la creencia positiva en las posibilidades y el deseo de mejora de los otros seres humanos y en el potencial de desarrollar una mejor humanidad con cada generación.

La Educación parte de la hipótesis sobre la conducta futura constructiva y humanizante del otro –educando, grupo, generación, humanidad- y se sustenta por ello en la apuesta por el desarrollo libre y responsable de cada persona y grupo humano que no se inquieta por el no control del otro o del tiempo. Por ello dice Gorostiaga, la Educación es la profesión de la esperanza. De ahí que en mi libro Desarrollo humano y práctica docente parto de la idea eje de que educar implica creer para ver. 

De esta confianza en las posibilidades de los seres humanos nace entonces la tarea educativa y es esta misma confianza la que se vuelve o debería volverse el sentido auténtico de toda educación, más allá de los objetivos –válidos pero siempre parciales y relativos- de capacitación, eficiencia, desarrollo de competencias para el trabajo y aprendizaje de conocimientos técnicos o científicos de vanguardia, el horizonte final de la Educación se encuentra en la realización cada vez más plena de lo humano que se refleje en cada persona, grupo, comunidad, sociedad y en la especie humana como sujeto universal concreto de la historia.

Es por ello que en el nivel del aula, el logro de aprendizajes significativos y profundos depende de la confianza que el profesor tenga en cada uno de sus alumnos y en la confianza que deposite efectivamente en las posibilidades de desarrollo de su grupo en cada clase, en cada unidad temática, en cada período escolar. Esta confianza básica generará la seguridad y el compromiso en los estudiantes que muy probablemente responderán a la confianza otorgada con resultados incluso más satisfactorios que los esperados.

La respuesta de los estudiantes y su desarrollo a partir de la confianza depositada en ellos por su profesor, regenerará en los docentes su convicción de que vale la pena confiar, estableciéndose un círculo virtuoso que redundará en una educación auténtica de calidad académica, humana y socialmente relevante.

Por el contrario, la desconfianza del docente hacia sus alumnos, la falta de fe en sus posibilidades y en su buena voluntad generará una respuesta recelosa, falta de compromiso y negativa en sus resultados que a su vez regenerará la desconfianza docente en un círculo vicioso muy difícil de romper.

En el nivel institucional ocurre exactamente lo mismo. Si el director escolar, el supervisor o la autoridad educativa no confían de entrada en el potencial de todos los actores educativos con los que trabajan, generarán respuestas igualmente basadas en la desconfianza, y esta desconfianza mutua alimentará un círculo vicioso de decisiones y acciones interesadas en la propia comodidad, seguridad y cuidado del puesto de trabajo en lugar de generar compromiso verdadero con la transformación de la escuela o del sistema educativo en su conjunto.

Desde mi punto de vista un gran porcentaje del fracaso en el proceso de enseñanza-aprendizaje se debe a que no existe de entrada este clima de confianza en las posibilidades y la buena voluntad del estudiante por parte del profesor y del profesor por parte del estudiante. De la misma manera, nos encontramos hoy en un proceso de reforma educativa empantanado por la desconfianza básica entre los distintos actores del proceso educativo: el magisterio, las organizaciones sindicales, las autoridades educativas, la sociedad civil, los medios de comunicación, los empresarios, los investigadores educativos, etc.

Una gran parte de la posibilidad de regeneración de nuestra educación aúlica y de nuestro sistema educativo global se encuentra en el desafío de regeneración de la confianza de la que pueda renacer la apuesta por una mejor educación para una mejor sociedad.

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Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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