Lado B
Carácter: Alquimia de bar
Carácter (Ediciones Monte Carmelo, 2015) es, como anuncia la contraportada, un monólogo en el que Federico, protagonista de la novela, a través de una memoria líquida juega libremente entre el desencanto y una esperanza pasajera.
Por José Luis Prado @pepepradog
20 de diciembre, 2015
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José Luis Prado

@pepepradog

Tiro este corazón
porque es madera seca
y es buena para mi ataúd

J.A. Sánchez

[dropcap type=»1″]C[/dropcap]arácter (Ediciones Monte Carmelo, 2015) es, como anuncia la contraportada, un monólogo en el que Federico, protagonista de la novela, a través de una memoria líquida juega libremente entre el desencanto y una esperanza pasajera. El narrador de esta obra es un escritor malogrado, un paria del universo que está ligado, por sus citas textuales, a Henry Miller, Malcolm Lowry o al Kerouac de Tristessa; sin embargo, me parece que la obra conversa más con John O’Brien, quien fue un profeta en su escritura; aunque su genealogía podría ligarse, de modo más profundo, a Joris-Karl Huysmans en la nouvelle A la deriva, en este libro se pueden leer las nuevas marcas de la pereza y el cansancio que ha producido la modernidad. Huysmans nos permite ver, a partir de su pluma, el desajuste que enfrentó el progreso industrial y el declive espiritual del fin de siglo.

Por otra parte, recuerdo haber leído a un autor colombiano, más o menos contemporáneo de Federico Vite, la novela Zumbido de Juan Sebastián Cárdenas, en la que después de enterarse de la muerte de su hermana, el personaje emprende un viaje que culmina en un encuentro con el ocaso. Novela de caminatas y desencanto que podría estar emparentada con la novela del autor mexicano.

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La obra ganadora del VII Premio Nacional de Novela convocado por el gobierno del estado de Guerrero, nos cuenta el largo trayecto desvencijado del narrador que va de la Ciudad de México a Acapulco, el paralelismo de una ciudad gris nos revela poco a poco el ritmo consumido de su interior, “Desde aquí sólo veo edificios. Las nubes son opacas. ¿Dios será daltónico?”.

Existe, al lado del narrador, una compañía paradójica que estará unido a él en todo el trayecto:

Agarré tremenda borrachera que terminé en un lugar, en los barrios duros del puerto, donde me hicieron un tatuaje. Cuando tuve conciencia ―dos días después de la cena, en el espejo de un hotel― descubrí el nombre que llevaría el resto de mi vida: Soledad.

Para Federico la escritura, al parecer, podría ser el único medio de salvación:

Si al poner en una hoja mis ideas tuve un amigo como Sergio, entonces, ¿por qué no hacerlo de nuevo? Entiendo que escribir sirve para juntar afectos, para gritar que no me soporto. Escribir ayuda para decirme claramente que no puedo conmigo. Escribir no es una puerta, pero se parece tanto a la salida de emergencia.

La clave mística que explora Carácter no se agota en la subversión de la experiencia estética, al contrario, es una señal de luz para esa tradición subterránea de la literatura. La escritura, en esta obra de Federico Vite, está más cercana a la del decadentismo ―movimiento literario que apareció en Francia alrededor de 1880―; erróneo sería pensar a esta literatura únicamente como vehículo de la enfermedad y la perversión, es, como ocurrió anteriormente, un modo de profesionalización de la actividad literaria. No es gratuito encontrar al personaje casi todo el tiempo en un estado etílico, por el contrario, aquel estado nos recuerda la ecuación alquímica en el proceso de dar forma a lo nuevo, en el proceso de descomposición de lo viejo, un tratamiento forjado con las herramientas de un nihilismo depurado y formado por la desesperanza.

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Autor Lado B
José Luis Prado
José Luis Prado ha sido becario del Fondo estatal para la cultura y las artes de Puebla en las emisiones 2011 y 2013 en la disciplina de cuento; publica en revistas nacionales e internacionales. Actualmente imparte talleres de cuento en la Escuela de Escritura y en los talleres artísticos de la BUAP.
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