Lado B
La carta, un espacio de movilidad
ómo sería contar una historia que inicia el día de tu cumpleaños número cuarenta y uno con la llegada de una anónima carta, la cual contiene la historia de la muerte de un hijo y, sin embargo, está dirigida a ti. “¿A quién podría contarle, en esta terrible hora, sino a ti, que fuiste y eres todo para mí? Quizá no pueda hablarte de una forma muy clara, quizá no me entiendas”.
Por José Luis Prado @pepepradog
29 de noviembre, 2015
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José Luis Prado

@pepepradog

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arta de una desconocida (Acantilado, 2002) es una invitación a la intimidad de una pasión desmedida, marcada por el silencio que una mañana se corrompe por la palabra. Leemos en esta carta una tensa narración, el reflejo de un momento de crisis en la vida de una desconocida, quien decide dirigirse en su lecho de muerte al famoso novelista R.,    —un personaje que parece ajeno a todo lo que sucede, viviendo al margen de las historia en sus libros—, con una extraña confesión que acompaña el deseo y la idealización hacia una figura enigmática.

Se trata de una narración breve que inicia con un narrador en tercera persona, la cual permite movernos por los pensamientos y sensaciones de los personajes, este narrador con una estrategia de zoom óptico, nos conduce directamente a un tono íntimo, al registro de cercanía que ofrecen algunas cartas, tan impersonal hoy en día:

No quería sentir calor por miedo a dormirme y no oír tus pasos. Tenía calambres en los pies y los brazos me temblaban. Tenía que levantarme continuamente por el frío que hacía en esa horrible oscuridad. Pero esperé, esperé y te esperé como si estuviese esperando mi destino.

En un artículo Juan Villoro señala que pertenecemos a esa generación que ha visto desaparecer las cartas, la escritura privada de ellas es el registro del pasado; la memoria es el recurso del que se valía aquella tradición que ahora parece estar en crisis. La narración de Stefan Sweig está plagada de soledad, la escritura de una carta tiene, indudablemente, el estigma silencioso de un solitario.

Colaboración dos

La lectura de una carta nos permite la sustitución, la movilidad, parece que se plantea o establece desde un no lugar, “Tendrías que conocer toda mi vida, que siempre fue la tuya aunque nunca lo supiste. Pero sólo tú conocerás mi secreto, cuando esté muerta y ya no tengas que darme una respuesta; cuando esto que ahora me sacude con escalofríos sea de verdad el final.”

El autor vienés nos coloca al límite entre aquello que hemos deseado toda la vida y la pequeña posibilidad de modificarlo o, al menos, hacerlo visible.

Recordaba vagamente a una niña vecina suya, a una joven, a una mujer que había encontrado en un local nocturno, pero era un recuerdo poco preciso y desdibujado, como una piedra que tiembla en el fondo del agua que corre y cuya forma no acaba de distinguirse.

El tono del pasado está dibujado desde la imprecisión de aquello que parece haber ocurrido en algún momento y solo es visible en el registro de una carta.

Queda abierta la invitación para acercarse a uno de los registros más apasionantes de principios del siglo xx, la lectura de este autor que con maestría nos va seduciendo en el encuentro de aquello que terriblemente reconocemos como un deseo guardado, un deseo silenciosamente depositado en los espacios de la memoria.

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Autor Lado B
José Luis Prado
José Luis Prado ha sido becario del Fondo estatal para la cultura y las artes de Puebla en las emisiones 2011 y 2013 en la disciplina de cuento; publica en revistas nacionales e internacionales. Actualmente imparte talleres de cuento en la Escuela de Escritura y en los talleres artísticos de la BUAP.
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