Lado B
¿Qué educación para qué sociedad? (Algunas reflexiones sobre el modelo educativo 4 y última)
e dedicado los espacios de las tres semanas anteriores de esta Educación personalizante a plantear algunas ideas que considero relevantes para la construcción del modelo educativo nacional, aún pendiente de definir por la SEP Federal como parte –el cimiento teórico fundamental- de la reforma educativa en proceso. Voy a hacer hoy la última entrega de esta serie planteando la dimensión social que debe contener todo modelo educativo.
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
27 de octubre, 2015
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Martín López Calva

@M_Lopezcalva

 

“…la especie produce a los individuos que producen la especie, los individuos producen la sociedad que produce los individuos; especie, sociedad, individuos se entreproducen; cada uno de los términos genera y regenera al otro”.

Edgar Morin. Método V. La humanidad de la humanidad. p. 58

 

[dropcap type=»1″]H[/dropcap]e dedicado los espacios de las tres semanas anteriores de esta Educación personalizante a plantear algunas ideas que considero relevantes para la construcción del modelo educativo nacional, aún pendiente de definir por la SEP Federal como parte –el cimiento teórico fundamental- de la reforma educativa en proceso. Voy a hacer hoy la última entrega de esta serie planteando la dimensión social que debe contener todo modelo educativo.

En efecto, así como todo modelo educativo plantea una idea de ser humano a formar, una visión del conocimiento a trabajar en las aulas y una perspectiva ética que marca la finalidad humanizante del proceso educativo, así también todo modelo educativo debe contener la respuesta a la pregunta: ¿Para qué sociedad vamos a formar a los ciudadanos del futuro? Porque de la respuesta a la pregunta del modelo de sociedad al que aspiramos depende la definición del tipo de educación que necesitamos construir.

De manera que el modelo educativo que debería darse a conocer muy pronto, si aspira a ser pertinente, tendrá responder al cuestionamiento sobre qué tipo de sociedad queremos los mexicanos edificar en los próximos años y qué tipo de educación tenemos que lograr para poner las condiciones de posibilidad que hagan viable el camino hacia esa sociedad.

Van aquí algunas ideas respecto a esta dimensión fundamental. Están tomadas de algunos planteamientos hechos en mi libro Educación humanista, en la quinta y última parte[1].

Es un dicho muy sabido y hasta trillado el que dice que “el ser humano es un ser social por naturaleza”. En el ámbito educativo y en muchos otros campos de la vida humana, incluyendo el del sentido común, repetimos esta noción aristotélica continuamente y parece ser que la aceptamos como una verdad irrefutable. Es parte de las creencias en las que se sustenta nuestro saber y nuestra visión sobre lo que somos.

Sea cual fuere nuestra interpretación sobre la sociedad, el hecho que parece ser evidente también es que la educación es un proceso social, un proceso que ocurre en, por y para la sociedad, y que el sistema educativo es un subsistema dentro del amplio y complejo sistema social.

La educación es producto de la sociedad, puesto que nace para formar a las nuevas generaciones y transmitirles la herencia colectiva, es creada por las instancias de poder social de acuerdo a su visión del mundo, a sus ideas y valores, a sus creencias e intereses, para insertar a los futuros ciudadanos en este mundo, con estas ideas y valores, con estas creencias e intereses. La educación entonces es producida por la sociedad.

Pero también es cierto, si se mira desde otro ángulo, que la Educación genera a la sociedad, puesto que es un espacio de pensamiento, reflexión, cuestionamiento crítico, creación de nuevos valores, invención de formas de pensar y de vivir, un espacio donde se forman personas que en el futuro, al insertarse en el mundo familiar, cultural, laboral, económico, político o religioso, van a incidir en la reorientación de la sociedad, en la consolidación de las nuevas ideas, en la propuesta y vivencia de los nuevos valores, de las nuevas formas de pensar y de vivir que fueron aprendidas o descubiertas a lo largo de su educación.

De manera que la educación genera a la sociedad que la genera, en un circuito recursivo, dialógico y retroactivo. Por lo tanto, cualquier modelo educativo que se plantee debe basarse en una idea clara sobre los elementos de la sociedad existente que son positivos, humanizantes, dignos de reproducirse en el sistema educativo y de los aspectos negativos, deshumanizantes, necesarios de ser transformados por los nuevos ciudadanos que las escuelas y universidades van a formar. Reproducción y transformación social a partir de un análisis riguroso de carácter crítico y autocrítico que defina lo que debe ser conservado y lo que necesita ser revolucionado.

[pull_quote_right]Sea cual fuere nuestra interpretación sobre la sociedad, el hecho que parece ser evidente también es que la educación es un proceso social, un proceso que ocurre en, por y para la sociedad, y que el sistema educativo es un subsistema dentro del amplio y complejo sistema social.[/pull_quote_right]

La educación actual se encuentra en el dilema que se origina a partir del fenómeno de individualismo exacerbado que sustenta el sistema económico imperante y de la emergencia de la sociedad global que derrumba las fronteras y los valores nacionales tradicionales. Este dilema imprime a la educación un sello que la hace: ser generada por una sociedad sin conciencia social que le exige formar individuos altamente competitivos y con visión que privilegia el egocentrismo -sobre el genocentrismo, el sociocentrismo y el antropocentrismo- pero que al mismo tiempo le exige discursivamente una formación de conciencia social y de servicio; y ser producida por una sociedad nacional con identidad debilitada y diluida por el dominio de la sociedad globalizada que le exige al mismo tiempo la formación en el refuerzo de la identidad y los valores nacionales.

De esta manera, la educación actual está operando en la tensión permanente que le imponen la dialéctica individualismo dominante-solidaridad declarativa y la dialéctica globalización aplastante-nacionalismo defensivo.

El primer elemento que debería estar claramente considerado en el nuevo modelo educativo nacional es el planteamiento de este problema y la vivencia de esta tensión para poder partir del contexto dialéctico real y definir sin caer en idealismos conceptualistas carentes de fundamento o en una postura pragmática meramente reproductora del statu quo, las líneas estratégicas que en este mundo real deberá seguir la educación nacional para caminar hacia un horizonte deseable y posible.

Del mismo modo, el sistema educativo actual se enfrenta a una tríada de visiones sociales enfrentadas, constituida en primer lugar por la tendencia actual de las sociedades contemporáneas que se caracteriza por la desigualdad, la descomposición y la fragmentación social, que podría definirse como una tendencia de tecnocracia-anarquía insustentable; Por otra parte, encontramos dos posturas que pretenden enfrentar la situación desde ángulos diversos. De un lado, la tendencia del retorno de las utopías sociales que persiguen y exigen un cambio radical e inmediato ante la convicción derivada del diagnóstico social de que “la situación ya no aguanta más” en el mundo, sobre todo en los millones de mexicanos pobres y excluidos del desarrollo.

En la otra esquina se encuentra la visión de un camino sostenido hacia la consolidación de la democracia como sistema de vida, en un cambio que es radical en tanto que requiere transformaciones profundas pero que tiene que ser gradual y deberá ser lento porque requiere de la negociación, el convencimiento y el diálogo entre las distintas fuerzas sociales y entre los diferentes grupos de interés y de poder y entre los ciudadanos de a pie, tanto en los estratos dominantes como en las grandes mayorías empobrecidas.

Este es el segundo elemento que desde mi punto de vista resulta imprescindible tomar en cuenta en la definición del modelo educativo del país. En esta tríada de posiciones, entre los extremos de conservación y fortalecimiento del sistema excluyente y generador de desigualdad actual y la tentación del renacimiento de las utopías radicales que han demostrado ser igualmente excluyentes y opresivas, considero fundamental la definición de una educación que forme para la ciudadanía democrática capaz de transformar radical pero gradualmente, profunda pero dialógica y pacíficamente esta realidad nacional injusta y estructuralmente violenta en que hoy vivimos.


[1] López-Calva, M. (2009). Educación humanista. Tres tomos. México. Gernika.

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Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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